Por Beatriz Aldaco
De la verticalidad a la horizontalidad en la 4T
RegeneraciónMx.- La verticalidad autoritaria era la forma de relación prevaleciente en el gobierno de México antes de la Cuarta Transformación. Con destellos monárquicos, quien se asentaba en el pico de la pirámide, el presidente de la república, dominaba o pretendía dominarlo todo. La mirada altiva y superior, como la de los reyes, impostada desde las alturas de quien detentaba el poder, no podía faltar para darle un peso simbólico a la rígida e inamovible desconexión entre gobierno y pueblo, que mucho tenía de despectiva y clasista.
Esa forma de operar se diseminó y reprodujo hacia toda la escala de la administración pública, con lo que se fue creando un sistema de pequeños nichos a manera de reinos (reinitos), compuesto por los respectivos monarcas y vasallos. A ello se le da usualmente el nombre de burocracia (el poder del buró), pero el tema rebasa el asunto meramente técnico que implica el término y ha cobrado un fuerte y negativo impacto moral y cultural en nuestro país.
Desde su larga lucha social y sus diversas campañas electorales, pasando por su cargo como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador nos mostró una manera muy distinta de relacionarse con la gente. Lo que en otros políticos ha sido fraguado, fingido, coyuntural, acomodaticio, clientelar, en él era y es una manera necesaria y natural de operar. Para él no hay trabajo político válido si no es de cara horizontal con la gente. De otra manera la política no tiene sentido. Así se desempeñó antes de asumir la presidencia y así ha continuado practicándolo como presidente de la república.
Acostumbrada y afecta a mandatarios que una vez que llegaban al puesto se convertían en monarcas inaccesibles, ajenos y lo más distantes posible de la población, la oposición confunde el hecho de trabajar por el pueblo como obliga la Constitución, con “andar todavía en campaña”. Y es que para ellos el contacto directo con la población se reducía, si acaso llegaba realmente a darse, a los períodos electorales y de captación del voto.
Agradecimiento
¿Cómo enmarcar en las consideraciones anteriores el agradecimiento de una ciudadana a la distinción que de su trabajo cultural y periodístico ha hecho el presidente de la república? ¿Cómo otorgar el justo valor a los buenos deseos que ha expresado sobre su mermada salud y al ánimo que pública y generosamente le ha brindado?
Antes que nada, destacando esa puesta en acción de una forma radicalmente novedosa de relacionarse con los medios y en particular con los ciudadanos (y por ende, modestamente, con una servidora). El hecho de que Andrés Manuel López Obrador nos honre con la lectura de nuestros textos, los de una persona que no forma parte de las listas fraguadas, difundidas y ególatramente defendidas por quienes antaño decidían quiénes sí y quiénes no participaban en el escenario público intelectual y cultural, es una señal más del parteaguas que estamos viviendo en el país gracias a esa nueva modalidad de la relación mandatario-pueblo.
Son las ideas y no los nombres, muchas veces injustamente encumbrados, las que hay que valorar, nos dice con ello.
Por si lo anterior fuera poco, nuestra voz no es lanzada desde el que antes era considerado el foco de irradiación por excelencia de las actividades neurálgicas del país en todos los órdenes, el llamado centro, sino desde Sonora, una de las entidades más alejadas de la capital de la república. De modo que estamos frente a una distinción no sólo personal sino geográfica o geopolítica y que, por consiguiente, atañe a los sonorenses y, extendiéndonos, al norte del país. Una nueva era de descentralización vivimos desde el 1 de diciembre de 2018 y lo que narramos aquí es una pequeña muestra más de ello.
La coyuntura no podría ser más favorable pues en Sonora estamos por iniciar la Cuarta Transformación encabezada por Alfonso Durazo, y es como si una multitud de pares de brazos antes desiguales y ahora equilibrados se uniera augurando los resultados positivos de un panorama nacional pletórico de esperanza.
Gracias al ciudadano presidente, no al monarca; al lector de ideas, no al leedor motivado por la fama o el posicionamiento artificial de los que escriben; al humanista, no al mandatario indiferente al prójimo; al hombre sensible, no al gobernante en turno. Gracias.