En el país mediterráneo la coalición de izquierda Syriza empezó a gobernar ayer mismo con un programa de 40 puntos, más basado en el sentido común que en las ideologías, y cuyo espíritu valdría la pena retomar en México para superar la grave crisis moral, política, económica y social en la que está inmerso el país. En apretado resumen:
Auditar los orígenes turbios de la deuda pública, renegociarla y condicionar su pago a la recuperación de la economía; redistribuir las cargas impositivas para que paguen más quienes más tienen; proponer una ley electoral que refleje el principio de proporcionalidad; prohibir la especulación financiera; reducir el gasto militar.
Restaurar el salario mínimo a sus niveles previos al ajuste estructural
impuesto por los organismos monetarios extranjeros; acoger a las personas sin hogar en edificios gubernamentales, bancarios y religiosos; dar desayuno y comida gratuitos a los alumnos de escuelas públicas; incluir a desempleados, pobres y personas sin techo en los servicios de salud; dar asistencia financiera a familias ahorcadas por hipotecas; fortalecer los programas de atención a desempleados, a familias monoparentales, ancianos, discapacitados y hogares sin ingresos; reducir el impuesto a productos de primera necesidad.
Nacionalización de la banca privada y de ferrocarriles, aeropuertos, correos y agua potable; establecer la igualdad salarial para ambos sexos; limitar la contratación temporal de personal; ampliar la protección laboral y salarial para empleados de tiempo parcial; operar una reforma constitucional que garantice la separación Iglesia-Estado y los derechos a la educación, la salud y la protección del medio ambiente.
Llevar a referéndum vinculante los tratados con la Unión Europea; abolir todos los privilegios de los parlamentarios; eliminar el fuero de los ministros y permitir que tribunales ordinarios procesen a altos funcionarios.
Desmilitarizar la guardia costera, disolver las fuerzas especiales antidisturbios y prohibir la presencia de policías encubiertos o con armas de fuego en manifestaciones y mítines (ojo, Osorio Chong, Mancera, Moreno Valle); cambiar los planes de estudio de los cadetes policiales para enfatizar en ellos los temas sociales, la inmigración, las drogas y la exclusión social.
Garantizar los derechos humanos en los centros de detención de migrantes; facilitarles la reagrupación familiar; darles acceso pleno a la salud y a la educación aunque sean indocumentados.
Regular el derecho a la objeción de conciencia en el servicio militar.
Eliminar la aportación de los asegurados en los servicios de salud pública; nacionalizar los hospitales privados; eliminar toda participación privada en el sistema público de salud.
Retiro de las tropas griegas de Afganistán y los Balcanes; ningún soldado griego deberá permanecer fuera de las fronteras del país.
Ruptura de los acuerdos de cooperación militar con Israel y apoyar la creación del Estado palestino dentro de las fronteras de 1967.
Negociar un acuerdo estable con Turquía.
Cerrar todas las bases militares extranjeras y abandonar la OTAN.
México no es Grecia, pero los rumbos impuestos a ambos países en décadas recientes tienen notables similitudes: los dos han sido sometidos por sus propios grupos gobernantes a los intereses financieros trasnacionales, ambos han sido uncidos a acuerdos asimétricos con bloques regionales y en ambos la corrupción, el atropello y el autoritarismo han marcado el estilo de ejercicio del poder público. En las dos naciones, también, la sociedad ha ido de menos a más en las movilizaciones y en el lento cerco social a instituciones corroídas desde adentro. Por eso el vuelco marcado allá por la victoria de Syriza es esperanzador para los griegos e inspirador para nosotros.
Twitter: @Navegaciones