«Hace ocho años fui parte del éxodo del crimen organizado, sin opción tuve que dejar atrás la vida que conocía, mis amigos, mi familia y el mar de todos mis amores»
Sheila Díaz
Regeneración, 3 de noviembre de 2015. Con tres mil homicidios dolosos en lo que va de este año y el pasado, Guerrero se posiciona como la entidad con mayor crímenes de este tipo en el país, un estado que hace años el gobierno se esfuerza por ignorar y en un lugar donde la impunidad e incertidumbre son el pan de cada día. Ayotzinapan es solo la punta de un iceberg que lleva años formándose, desapariciones forzadas, violaciones a los derechos humanos, un gobierno corrupto, es un estado secuestrado.
Hace ocho años fui parte del éxodo del crimen organizado, sin opción tuve que dejar atrás la vida que conocía, mis amigos, mi familia y el mar de todos mis amores.
Mi tierra sangra, llevan años acuchillándola, Guerrero, un estado prodigioso, lleno de bellezas naturales, de costumbres y tradiciones, de gente valerosa, tierra de artistas, de chilenas, paraíso terrenal, todo reducido a ruinas; mi gente vive desde hace años en el fuego cruzado, acostumbrándose al saqueo de sus políticos, a la ceguera del país, al deterioro de sus monumentos, a la traición de sus conocidos y la perdida de la inocencia. En un estado de constante incertidumbre, pagando la cuota por vivir en su hogar, por trabajar, por estudiar… por respirar.
Se vive en un estado secuestrado, gobernado por la impunidad y el egoísmo, donde quienes deberían dar soluciones y seguridad a sus ciudadanos sugieren toques de queda y aconsejan precauciones porque le puede pasar a cualquiera, mi Acapulco es sombra de lo que fue, poco queda del lugar donde pasaba mis días; mi casa de la cultura donde tantas tardes pasé, la playa Tamarindo en la que jugaba fútbol con mi hermano, Pie de la Cuesta donde íbamos de paseo con la escuela, los domingos en barra vieja, todo eso no es más que un recuerdo; las familias ya no salen, las escuelas deben pagar cuotas para salvaguardar la seguridad de sus alumnos, los festivales cancelados y la esperanza que esto mejore disminuye muerto a muerto.
“…cuando tus hijos ya no sean atridas, cuando tus recuerdos hallen su picota, cuando se restañen tus arterias rotas y queden tus grandes montañas vencidas, que este mismo verso metamorfoseado, diga el florilegio de un himno sagrado, de cuyas estrofas prendan bucles de oro, que besen tu frente mientras que el brebaje de tus aguardientes deje notas chulas para mis canciones, para la chilena que es entre tus sones el arpegio cumbre que bailan los dioses aquí en el Olimpo de mis pretensiones.”
Sé que como acapulqueña desertora pierdo algunos derechos, pero la sarta de abusos y omisiones en la que está inmersa la que es y será siempre mi ciudad, no pueden callarse.