Quien sea apoyado por Trump y, para el caso, por el Congreso de ese país, perderá. De ahí el reporte del Servicio de Investigación Congresional (CRS, por sus siglas en inglés) y su sugerencia de que si Peña fracasa en trabajar de forma productiva con la administración Trump
, López Obrador podría resultar favorecido por el voto popular. (Véase Reforma, 8/2/17). Lo que no dice el CRS es que si Peña se alinea con el magnate neoyorquino el resultado puede ser peor para el presidente mexicano y su partido, pues no hay indicios de que la oposición al gobernante estadunidense, tanto allá como acá, vaya a disminuir. Todo lo contrario. En otros términos, el priísmo y su jefe nato
de Los Pinos pierden por todos lados, igual si apoya las políticas de Trump que si se enfrenta a éste, lo que no va a ocurrir (pero en el remoto caso de que ocurriera, los intereses de Washington, y eventualmente sus presiones para evitar que AMLO gobierne, igual favorecerían a éste y, en segundo lugar quizá, a un partido como el PAN, que es lo mismo que el PRI, pero diferente).
No nos confundamos. La marcha del domingo, Vibra México
, fue ciertamente un fracaso por el número de asistentes y por la ausencia casi total de combatividad, pero no fue por falta de antitrumpismo en el país, sino por la escasa convocatoria y credibilidad de sus promotores. Haber dicho que esa marcha no era en favor de Peña ni en su contra fue una buena forma de inhibir un sentimiento nacional que, por cierto, sí revelan las encuestas: la impopularidad del presidente mexicano. ¿Cómo explicar, si no, que por ejemplo en Tijuana sólo asistieran unas 20 personas y tuviera que cancelarse la marcha, mientras en la llamada Plaza Olvera, centro emblemático de la ciudad de Los Ángeles, López Obrador reuniera a muchas más y que allá también se gritara “¡Fuera Peña!?
Si yo creyera en la astrología diría que los planetas están alineados para favorecer a AMLO. Por un lado, como dice el CRS, el descontento con Peña puede incrementar el apoyo de los votantes por Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda que no tiene miedo en enemistarse con Estados Unidos, en las elecciones de 2018 en México
( Reforma, ídem). Y, por otro lado, el hecho de que no tenga miedo a enemistarse con Estados Unidos también lo favorece, pues casi nadie en México, salvo los ultraconservadores herederos de Miramón y Almonte, está de acuerdo con el neofascista de la Casa Blanca. Estas condiciones, como ciertos fenómenos naturales, se dan muy pocas veces en la historia de un país; pero aquí están, y apuntando a 2018. ¿Coincidencia de factores? Por ahora sí, aunque debe recordarse que todavía faltan casi 16 meses para nuestras elecciones y no sabemos con precisión qué pasará para entonces. Estaremos atentos a las muchas encuestas que se harán en el futuro y qué cambios significativos, si acaso, se llevarán a cabo para romper la inercia que, hasta ahora, le ha dado tan malos frutos al gobierno mexicano.
Todo indica que el PRI no podrá conservar la Presidencia de la República, y menos si el candidato de Peña Nieto fuera Videgaray. El PAN no tiene discurso que le favorezca, independientemente de quién sea su candidato o candidata. El PRD, si sobrevive para 2018 y no se queda sólo con su cascarón, tampoco competirá con el tabasqueño.
Los pronósticos de recesión en México y de una crisis económica que Peña insiste en llamar desafío económico
no sugieren que la población mayoritaria (que incluye a las clases medias) aceptará su destino sin protestas o que votará, otra vez, por quienes se han negado a coadyuvar a su mejoramiento económico mediante políticas públicas coherentes con las circunstancias. ¿Qué líder hay en México, aparte de AMLO, que pueda encabezar el malestar popular, proponer cambios viables y razonables y que, además, tenga credibilidad para muchos? Si existe, no lo conocemos y bien sabemos que un liderazgo no se produce de la noche a la mañana. Si por añadidura Trump lo desaprueba (como es de esperarse), pues muy a su pesar estaría favoreciendo la candidatura de Andrés Manuel.