Muchos venden tus datos en la web. ¿Por qué no beneficiarse de esa información en lugar de que lo sigan haciendo otros?
1 de septiembre de 2014.-Nuestra presencia online es el producto con el que comercializan los llamados data brokers, unas compañías que buscan todo lo que volcamos en la red (fotos, correos electrónicos, webs que visitamos, etc.) para elaborar bases de datos que venden a quien mejor se las pague.
Los más interesados en nuestras fichas suelen ser firmas que quieren que compremos sus productos, bancos que dudan de nuestra solvencia o, incluso, futuros empleadores que no saben si la imagen que proyectamos se corresponde con la cruda realidad. Se trata de un negocio que mueve miles de millones de dólares en todo el mundo y que no podíamos controlar. Hasta ahora.
Vender o ahorrar tu identidad virtual
Algunas empresas se han propuesto plantarle cara a este uso arbitrario de nuestra información y proponen que sean los propios internautas los que “se vendan” al precio que consideren oportuno.
Una de ellas es Datacoup, que permite ofertar nuestros datos de forma anónima para que la compañía los venda en packs. Los compradores reciben así un retrato fidedigno de sus posibles clientes y estos perciben a cambio US$ 10 al mes por participar en la iniciativa.
Pero hay empresas que pagan mejor. Luth Research remunera con US$ 98 al mes a los que se atrevan a poner al descubierto todo lo que hacen en sus computadoras y smartphones. Para monitorear esta actividad utilizan un software de rastreo que los usuarios pueden desinstalar sin complicaciones cuando dejen de formar parte de la plantilla. Por lo demás, Luth Research tiene el mismo modus operandi que Datacoup: ofrece a quienes contraten sus servicios la información de esas personas sin que medie ninguna otra empresa.
Meeco, otra compañía de reciente creación, tiene una filosofía contraria pero que también apuesta por la autogestión de tus movimientos en internet. Según recoge la web de información económica Business Insider, la firma considera que ciertos datos valdrá más en el futuro y por eso te ofrecen almacenarlos hasta el momento en el que resulte más lucrativo sacarlos a la luz. Es una especie de banco, un baúl de los recuerdos donde ocultar de ojos indiscretos lo que no queramos que se sepa por el momento.
Freelance de la privacidad
Por otra parte, hay quien decide eliminar cualquier tipo de intermediario y subasta por su cuenta toda su información cibernética antes de que otros se le adelanten. Es el caso de Federico Zannier, un estadounidense que en junio de 2013 se propuso sacar algún beneficio de sus largas jornadas delante del ordenador. Para ello, lanzó una campaña en la plataforma de crowdfunding Kickstarter en la que vendía el registro de todos sus movimientos virtuales a quien quisiera comprarlos.
“Paso muchas horas al día navegando por la Red, otros se lucran de lo que hago allí y yo obtengo exactamente 0 euros por ello ¿Podré sacar al menos US$ 2 por mis propios datos?”, preguntaba Zannier en la web. Aunque sólo pedía US$ 2 por cada día de actividad virtual, consiguió un total de US$ 2.733.
Otro caso parecido es el del estudiante holandés Shawn Buckles que subastó en su propio sitio online un dossier que contenía, entre otros, datos médicos e información de sus redes sociales y correos electrónicos. Su objetivo era concienciar sobre la pérdida de privacidad a la que nos somete el mundo 2.0. Buckles tuvo menos éxito que Zannier y sólo recibió en total 53 ofertas. La ganadora, procedente de The Next Web, ascendió a US$ 460.
(Vía Expansión.)