En lo alto del cerro que se eleva al sur de Huauchinango, Puebla, fueron hallados vestigios arquelógicos. Sin embargo, la ladera de ese cerro es explotada por una mina de piedra que los pone en riesgo.
Por Leticia Ánimas
Regeneración, 27 de mayo de 2016. Huauchinango, Puebla.-Montículos de piedra, estructuras piramidales, muros y algunas terrazas, son parte de los vestigios arqueológicos hallados por estudiosos huauchinanguenses en la cima de un cerro al suroriente de la cabecera municipal, en cuya ladera se excava una mina de piedra que pude divisarse desde la autopista México-Tuxpan, situación que los pone en riesgo.
El sitio, conocido por los lugareños como Teopanzolco –que quiere decir Iglesia Vieja-, se encuentra en territorio de la junta auxiliar de Xaltepec y es propiedad de la familia Patricio, originaria de Xilocuautla, ambas de Huauchinango, explican el historiador Guillermo Garrido Cruz, el lingüista René Esteban Trinidad y el músico Arturo Allende, quienes hicieron el hallazgo.
Al tiempo de dar a conocer públicamente algunos datos de su exploración, indicaron que pidieron ya la intervención del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Puebla, a través de su subdirector Alfredo Barquera Díaz Barriga, pues consideraron alarmante que al pie del cerro donde están las ruinas, haya una pedrera en explotación y esta actividad está arrasando con todo, “ya casi llegan a las orillas del sitio arqueológico”.
Añadieron que este es un lugar sacralizado, porque los pobladores de diversas comunidades, como Cuacuila, Xaltepec, Papatlatla y Papatlazolco, todavía le llevan ofrendas. Incluso, cuentan “los conocidos mitos de que allí había una iglesia, pero que se hundió el cerro y la iglesia se partió. Los mitos incluyen que se escuchan los sonidos de la campana del lugar” Por lo que puede asegurarse que tiene un gran simbolismo para los pueblos indígenas de la región y es visitado frecuentemente por los tlamatqui –sabios-, que acuden a dejar algunas ofrendas.
Aunque es un lugar motoso, comentaron, se pudieron percatar de que hay un sistema de terrazas que se construyeron hace siglos, sin que puedan precisar la época, ni la cultura a la que pertenecen, aunque probablemente sean totonakús, mismas que todavía se utilizan para la agricultura. “También vimos montículos y estructuras”, agregaron.
A propósito de Teopanzolco, René Esteban Trinidad, estudioso de la ritualidad, los sitios sagrados y la sabiduría indígena, compartió que no todos los nahuas que habitan estas tierras saben del lugar, pero algunos aseguran que “a finales del año y, en ocasiones, a medio día, se escucha la campana de la iglesia del pueblo de Teopanzolco. Dicen que era una iglesia grande y que se la tragó la tierra, otros comentan que la campana es de oro y cuando se mueve la tierra se escucha la campana. El punto es que se habla de un lugar sagrado y podría ser que este pueblo también le ofrendaba al santuario de Nacpinzaza”, una cueva que es considerada la “nariz” otra denominada Cuhzazantla.
A estas cavernas naturales se acude con fe y devoción para realizar la solicitud de agua, agregó Esteban Trinidad. “Se acostumbra ir primero a Cuhzazantla y luego a Nacpinzaza, dado que ambos lugares son considerados ‘fuertes’”.
Y agregó: debajo de Teopanzolco y Nacpinzaza está un manantial muy grande, “se llama Puyecatl -agua salada-. Allí encuentran nixtamal que los nahuas dicen que es de un pueblo que está abajo del cerro”.
Por ello, consideran que sería bueno que arqueólogos del INAH hicieran una visita, para que constaten si la actividad de la pedrera, puede afectar en el futuro el sitio e indicaron que si deciden su rescate y conservación, podría ser un elemento de desarrollo para la región, porque está ubicado en un lugar estratégico donde se domina todo el valle de Huauchinango.