Wirikuta y el fin del mundo

Por Silvia Gómez Tagle *
 
Al norte de San Luis Potosí se extiende una vasta región desértica de alrededor de 140 hectáreas, que ha sido declarada por la UNESCO una de las 14 zonas sagradas del mundo protegidas. No sólo es la región a la que acuden los huicholes o wixaritari cada año, en una peregrinación desde la Sierra Madre occidental de Jalisco y Nayarit para recolectar el peyote que los acompañará todo el año en su vida religiosa; sino que es una de las regiones desérticas de altura, más ricas en biodiversidad, donde se encuentra una fauna y una flora únicas en el mundo. También es una zona rica en plata y oro, que fue explotada desde la época de la colonia española por la minera Real de Catorce. La población de ese nombre se ha convertido en un centro turístico de importancia, visitado tanto por paseantes como por investigadores y artistas interesados en las tradiciones de los pueblos originarios como en la fauna y la flora.
 
Pero la riqueza del suelo en minerales ha constituido también una desgracia para la región y para los pueblos que consideran que la destrucción de Wirikuta significará el fin del mundo, de su cultura y de su pueblo. A diferencia de las mineras coloniales, que tuvieron que abandonar las minas dado lo limitado de su tecnología, las nuevas empresas mineras realizan una explotación a tajo abierto que destruye totalmente la fauna y la flora, removiendo toneladas de material, donde inclusive los cerros desaparecen, dejando sólo un páramo desnaturalizado.
 
A pesar de su importancia cultural y natural, el gobierno de Felipe Calderón otorgó más de 20 concesiones a empresas extranjeras: la First Majestic obtuvo 22 concesiones que abarcan alrededor de 6 mil 326 hectáreas de desierto, de las cuales la mayor parte están en territorio sagrado; y en el corazón de Wirikuta, alrededor de El Bermejo, otras dos concesiones a la empresa West Timmins Mining, también canadiense.
 
El fin de Wirikuta se acerca, estas empresas arrasarán en breve una región que es patrimonio cultural y natural de la humanidad, quizás para nosotros no sea el fin de todo el mundo, pero ciertamente será el fin de una parte muy importante del mundo y sus habitantes, seres vivos: plantas, animales, insectos y también seres humanos. Los huicholes podrán no morir de hambre por esta causa, pero su cultura sí morirá espiritualmente, con la destrucción del único territorio sagrado que todavía conservan en estado natural. Cabe aclarar que otros territorios similares, cerca del mar, en otras regiones de la sierra, ya fueron destruidos.
 
No hay una defensa legal posible, los pueblos indígenas no son dueños del territorio, pero aun tratándose de terrenos federales, se debe reconocer su derecho a la conservación de un patrimonio cultural y natural que es de todos los mexicanos, por eso la solidaridad con su lucha merece la atención de todos los ciudadanos, no sólo de los indígenas. Wirikuta no es el único territorio en disputa, porque el gobierno de Felipe Calderón ha pasado por alto el respeto a los pueblos indígenas y a los campesinos para otorgar múltiples concesiones para la explotación del subsuelo a empresas extranjeras.
 
Este caso pone en evidencia también las deficiencias de la legislación que favorece a las empresas mineras en vez de considerar los derechos de los pueblos, o los intereses de la nación. Hace falta una reflexión seria sobre las deficiencias de nuestra legislación en materia de explotación de recursos minerales y naturales, hace falta una discusión para establecer prioridades de corto y de largo plazo para la conservación de nuestro patrimonio como nación.
 
Pero hoy, por hoy, es urgente la movilización de una ciudadanía crítica con el propósito de detener la destrucción de Wirikuta. En ausencia de una legislación adecuada que proteja nuestros derechos y los de nuestros conciudadanos indígenas, la defensa de su territorio debe trasladarse al terreno de la política y de la acción contenciosa de las organizaciones sociales. La cita es en el Zócalo de esta capital a las 12 horas, el 6 de febrero.

* Investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2012/02/56944.php