Por todo lo anterior, un gobierno de izquierda no es aquel que solamente busca acotar, regular o suprimir al capital, sino el que tiene como objetivo central acotar, regular o suprimir su propio poder para trasladarlo a la sociedad misma
Por Víctor M. Toledo | La Jornada
Regeneración, 29 de agosto del 2017.-Mantenemos deliberadamente en el título la palabra hoy, porque los vertiginosos cambios ocurridos en las pasadas seis o siete décadas, que muchos insisten en llamar globalización y que resultan de una compleja combinación de innovación tecnológica, expansión inusitada del capital y dominio de los valores de la civilización moderna, han dejado muy atrás las tesis sobre las que los teóricos e ideólogos más avanzados de la izquierda han diseñado los gobiernos reales o potenciales. El evidente divorcio entre ciencia y política ha abonado también en el triste espectáculo que hace ver las posiciones supuestamente de vanguardia como propuestas obsoletas. Este anacronismo en las visiones ha sido esencial para entender el fracaso o estancamiento de los llamados gobiernos progresistas que en Latinoamérica nos han llenado de expectativas y esperanzas.
Si partimos del supuesto de que un gobierno de izquierda es aquel que busca la emancipación de la humanidad mediante la aplicación de los valores más sublimes (derechos humanos, igualdad social, respeto a la naturaleza, solidaridad intergeneracional, etcétera), hoy ese gobierno debe estar enfocado, debe concentrar todas sus energías, en combatir las dos formas supremas de explotación que una minoría de minorías (que se estima alcanza apenas a uno por ciento de la sociedad) realiza sobre el trabajo de la naturaleza y sobre el trabajo de los hombres. Se trata de una doble emancipación: ecológica y social, las cuales se encuentran indisolublemente ligadas. Se trata de identificar las acciones depredadoras y parasitarias y de acotarlas y terminarlas. En ambos casos el gobierno de izquierda enfrenta situaciones de máxima emergencia. La crisis ecológica, cuya expresión suprema es el calentamiento global, se encuentra ya en la antesala de un colapso generalizado que este autor calcula se alcanzará en torno a 2050. La inequidad social, que ha sido documentada y confirmada por numerosos estudiosos en los últimos años (el libro de Pickett y varios reportes internacionales) pone en jaque la estabilidad institucional y la paz y la seguridad de todas la sociedades incluyendo las de las regiones prósperas. Todas las políticas públicas de un gobierno de izquierda deben entonces dirigirse a enfrentar esa situación de doble emergencia, que en estos tiempos modernos significa confrontar los gigantescos poderes corporativos que dominan una a una todas las ramas de la economía globalizada, una tarea esencialmente antimonopólica. Se trata, pues, de transformar no sólo un cierto régimen social o económico sino de modificar todo un modelo de civilización. Estamos ya ante la necesidad no de un gobierno revolucionario sino de un gobierno civilizionario, según lo escrito en ensayos anteriores (ver: goo.gl/QTnZKa y goo.gl/qt9JPc)..
Pero no sólo eso. Todo lo anterior no se logra sin que ese gobierno de izquierda no lleve a cabo un obligado proceso de autoanálisis profundo. Para ser verdadero un gobierno de izquierda debe mirarse en el espejo. Hoy existe suficiente evidencia científica para afirmar que tras varios miles de años de devenir civilizatorio, los dos grandes pilares de la doble explotación, ecológica y social, son el Estado y el capital, y que sólo una sociedad basada en el poder civil o ciudadano, en la autorganización se puede lograr la emancipación que el mundo necesita Es la comunalidad basada en la cooperación, la reciprocidad y la solidaridad la que permitió la evolución humana a lo largo de los 300 mil años de historia, y es esa la que sacará a la humanidad de su actual crisis. La misma que el Estado primero y el capital después, han intentado destruir. La historia de los pasados 5 mil años no ha sido sino la historia del despojo y la destrucción de la comuna aldeana, basada en el espíritu de cooperación, la que ha logrado resistir, recuperarse, renacer y transfigurarse en nuevas instituciones. Lo que hoy se denomina tejido social expresión legítima de una sociedad orgánica, enjambre que articula libremente a individuos, familias y gremios en totalidades horizontales, descentralizadas y equitativas, es la herencia de una tendencia evolutiva que es tanto social como biológica. Como antítesis al poder descomunal del Estado y del capital, la comunalidad existe, subiste y persiste y es la flama viva de una tradición subterránea que se remonta no sólo al pasado remoto de la mal llamada prehistoria, sino que abreva del proceso evolutivo de las sociedades animales develado por la investigación socio-biológica de las pasadas décadas ((ver mi artículo: https://goo.gl/CzQH6t). Este fue el caso, y sigue siendo, de las tribus, aldeas, comunidades agrarias, gremios, cofradías, hermandades, comunas, colegios, fraternidades, y finalmente sindicatos y cooperativas. Todo ellos existen como formas opuestas a las instituciones autoritarias, llámense gobiernos, empresas, iglesias, partidos o ejércitos, fincados en el poder coercitivo. La vigencia de ese poder social no obstante los embates sufridos, cobra existencia en pleno siglo XXI en el campesinado (1.5 mil millones) incluidos los pueblos indígenas del mundo (unos 370 millones perteneciendo a casi 7,000 culturas), en la fuerza del cooperativismo ((unos mil millones, ver: https://ica.coop/es/node/3297), en los sindicatos y organizaciones de trabajadores y en los llamados movimientos sociales que aparecen por todas las latitudes cada vez con más fuerza. A pesar de las innumerables campañas que han buscado su destrucción el espíritu de la colmena sigue vivo y a la espera de realizar su retorno total.
Por todo lo anterior, un gobierno de izquierda no es aquel que solamente busca acotar, regular o suprimir al capital, sino el que tiene como objetivo central acotar, regular o suprimir su propio poder para trasladarlo a la sociedad misma. Este acto de autoinmolación del Estado es el rasgo más distintivo de un gobierno de izquierda hoy. Será entonces la política de Estado estelar inducir la autonomía de la sociedad, mediante la promoción de autogobiernos, autosuficiencia, autogestión y autodefensa. En una próxima entrega veremos cómo se van delineando, a la luz de estas tesis, los programas de un verdadero gobierno de izquierda a la altura de las circunstancias actuales. Ni más, ni menos.