Joseph Goebbels fue el Ministro de Propaganda de Adolf Hitler en el mundo nazi. Se considera el estratega que convirtió a un grupo marginal en un gigantesco movimiento de masas, con las aterradoras consecuencias que todos conocemos.
La cuestionable habilidad de Goebbels fue haber identificado diversos mecanismos de sugestión y haber implementado tácticas de manipulación muy eficaces
Tal vez pensarás que eso es historia. Al fin y al cabo Goebbels murió hace tiempo y los hechos terminaron desenmascarando la locura implícita en el régimen nazi. Pero la realidad demuestra lo contrario. Los esquemas de manipulación implementados en aquella época continúan vigentes y siguen siendo usados en la política para capturar la conciencia de los ciudadanos.
Repasemos los once principios de la propaganda postulados por Goebbels y así sabrás si coinciden con las prácticas de algunos de los políticos vigentes en la actualidad.
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Principio de simplificación y del enemigo único: elegir un adversario y recabar en la idea en que éste es la fuente de todo mal. Por ejemplo: “los inmigrantes”, “la derecha” o «la izquierda».
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Principio del método de contagio: Asociar a todos los contradictores en una misma categoría, desconociendo los matices y poniéndolos en un solo grupo: el del enemigo único. Por ejemplo “los musulmanes” o “los terroristas”.
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Principio de la transposición: Acusar incisivamente al adversario de los errores o defectos propios. El ladrón llama ladrón a su adversario para que cuando éste responda sea percibido como el clásico “ahogado que patalea”.
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Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por pequeña y banal que sea, en un hecho del que depende la supervivencia de la sociedad. Se busca que cada acto del adversario sea visto como sospechoso y amenazante.
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Principio de la vulgarización: «Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, la masa tiene gran facilidad para olvidar».
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Principio de orquestación: «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas». De aquí viene también las famosas frases: «Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad» y «Miente , miente, miente que algo quedará. Cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá».
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Principio de renovación: Consiste en publicar noticias e ideas que denigren del adversario, en gran cantidad y a gran velocidad. Así el contradictor estará defendiéndose todo el tiempo.
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Principio de la verosimilitud: presentar información aparentemente sustentada en fuentes sólidas, pero que en el fondo se tergiversa o se muestra parcialmente. De lo que se trata es de crear una gran confusión que los ciudadanos tenderán a resolver por la explicación más simple. «Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil».
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Principio de la silenciación: se trata de no realizar debates sobre temas en los que no se tienen argumentos y, al mismo tiempo, hacer palidecer las noticias que favorecen al adversario. «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan».
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Principio de la transfusión: valerse de los mitos o prejuicios nacionales o culturales para despertar un componente visceral que aliente determinadas prácticas políticas. Que las ideas terminen siendo sustentadas por las emociones primitivas.
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11. Principio de la unanimidad: convencer a los ciudadanos de que piensan «como todo el mundo», creando así una falsa unanimidad. El deseo instintivo de pertenecer a un grupo hará lo demás.
El esquema de Goebbels y sus seguidores se complementa con líderes carismáticos y slogans altamente emocionales y muy simples. También con rituales impactantes en donde el color y el sonido son determinantes. Todo esto consigue sumergir a los ciudadanos libres en una especie de hipnosis de la que desafortunadamente terminan despertando cuando ya es tarde.