Masones y Mireles o el silencio de los ¿inocentes?
Por Pablo Alarcón-Cháires
Regeneración, 22 de junio del 2015.-Más allá de la ignorancia que coloca a la institución masónica cercana al infierno, y que nombra como santo patrono masónico al mismísimo Lucifer, la masonería realmente es una organización que inculca a sus miembros cualidades morales y espirituales que exaltan lo mejor del ser humano. La fraternidad, piedra angular de su construcción practicada entre sus miembros y con la sociedad, en general es uno de los garantes para vivir en paz, pero nunca sin dignidad. La muestras solidarias entre sus miembros durante alguna contingencia es una de sus joyas que le ha permitido perdurar y ser trascendente en la historia.
Pero finalmente, como producto del quehacer humano, la masonería, mejor dicho, los masones son falibles; no siempre actúan en este sentido prístino. Existen crasos errores en el actuar de muchos de sus miembros que llevan a cuestionar su pertenencia a dicha organización. No hablo de cualquier error humano, sino de aquellos que por sentido común y lógica no deberían existir en todo aquel ser humano que se considere libre y de buenas costumbres.
El problema con muchos masones es que introdujeron en la organización los vicios y pasiones del mundo profano haciéndolos parte de sus usos y costumbres. Se corrompió la práctica masónica. Quisieron cambiar la práctica política pero el pragmatismo político terminó corrompiéndolos. Además, en su lucha estúpida de lastre decimonónico, se perpetúa la división interna. Estos “hombres libres” de mente colonizada, anquilosada, retrógrada y senil suponen que valores y principios universales humanos son pertenencia de estructuras administrativas regulares. Por eso no es de extrañarnos la crisis que sufre la masonería.
Quizá el olvido y la traición venido de quienes juramentaron ayudarte aún con tus errores humanos, son los que más duelen. Este es el caso del olvidado masón José Manuel Mireles Valverde. Con su lucha, Mireles se acerca al ideal cívico y patriótico que con tanto orgullo presumen muchos miembros de la masonería al recordar a próceres universales como Juárez, Ocampo, Bolívar, Mandela, Luther King, etc.
Pero Mireles está casi olvidado por sus hermanos masones. Muchos por temor, otros por complicidad, aquellos bien intencionados que no saben como ayudarlo, pero en los hechos, José Manuel no ha sido apoyado francamente por la masonería. A excepción de honrosas y congruentes manifestaciones de apoyo en estados como Sonora y San Luis Potosí y otros, o por acciones concretas en la lucha para su liberación, el silencio de los masones ha cundido. Hay incongruencia entre el decir y el hacer masónico.
Fuera de aparentes intentos por tratar de aglutinar un equipo de trabajo para participar en su defensa de una manera mas directa, y a pesar de la petición de ayuda de la familia Mireles, poco o casi nada se ha hecho desde Michoacán.
Tienen miedo los masones, están comprometidos con el gobierno federal o la consigna oficial hacia fementidos dirigentes es mantener a las huestes calladas y en silencio. Ni senadores, diputados o funcionarios federales pertenecientes a la masonería han tenido un actuar y pronunciamiento público y contundente al respecto. Más bien parecen cómplices. Ni hablar de las altas jerarquías de la masonería filosófica a la cual también Mireles pertenece, cuyo silencio parece comprado con el eterno sueño del masón inconsecuente: seguir de burócrata en la nómina oficial.
Los masones y masonas tenemos que hacer algo. No es posible que un ser humano como Mireles continúe detenido y con su salud precarizada por la insensibilidad del gobierno federal y las autoridades penales. Vaya pues una invitación a conformar un frente masónico nacional e internacional para atender este caso y otros similares. Un frente que conjunte voluntades y trabajo por la causa, alejado de las penas comparativas entre ritos y regularidades. Se necesitan masones y masonas verdaderamente valientes, libres y de buenas costumbres.