Por Hakobo Morá | Homozapping
5 de julio del 2015.-De manera “pos mortem”, Televisa glorifica la máscara de su Cid: Jacobo Zabludovsky; aunque, en 2000, la misma oligopólica empresa le prodiga la no gratuita –pero, sí onerosa– patada: karma de aquel duomediático golpe, en 76, del periodista Jacobo hacia el periodista Julio Scherer García; ideología del descrédito, norma ética de la prensa sensacionalista, y lógica de la represión en el poder; aleccionadora escuela que MVS retoma en contra de sus trabajadores –guardando claras y abismales proporciones entre el ético equipo Aristegui y Zabludovsky.
Sin embargo, ambos embates resultan irreflexivos porque no producen ni cambio ético ni insurgente en Jacobo, y éste encarna, continuadamente, la nauseabunda línea editorial de Estado que se instala en el programa radiofónico “De 1 a 3”, de la cadena de Radio Centro, y, en columna escrita “Bucareli”, de la agencia de noticias de El Universal.
Zabludovsky, que va por el periodismo que “informa”, y no por el derecho de prensa que “comunique”, se establece como la aplicación electrónica que envía, publicitariamente, mensajes de control de Estado al espectador subalterno, sin habilitar en éste al participante activo, politizado y contemporáneo de la cultura de masas.
Perseguidor, sí; pero, no inquisidor como Mike Wallace. Pendolista de la prensa encriptada, del fuero común y empresarial; mas, nunca cronista que consigna ni a la constructora ni al industrial maquilador, en 85, como Cristina Pacheco, en Tv, o Carlos Monsiváis, por escrito. Entrevistador “naíf”, siempre, que no sitia al interlocutor como Poniatowska con el método clínico piagetiano.
Política y camaleónicamente como un Günter Wallraff, Jacobo actúa fascinarse y camuflarse ante el instante heroico o periodístico libertario de “Muerte de un miliciano” por un balazo en la cabeza, de Robert Capa. Cierto: Zabludovsky muere de un derrame cerebral; pero, no como un héroe anti establishment.
Fallidamente, actuó el ni indagar ni advertir acto alguno de corrupción gubernamental o crimen de lesa humanidad en México. Emprende así una caza internacional de declaraciones, guerras y victorias extranjeras que “documentar”, sin connotarles a éstas la correlación crítica-crítica, humanista y bilateral entre México y países o continentes, como Chomsky o Kapuscinski.
El eco mediático “Zabludovsky” no muere, sino transmigra y reencarna –del tango cursi al kadish plañidero de soleado interminable– en cada periodístico estilacho de “Subordinacieros” Televisa.
Contradigamos a Vicente Leñero ni soslayando ni olvidando –como Jacobo a la masacre del 68– al supurante Estado que legisló, a propia conveniencia, multimillonario autoritarismo mediático.
Que de algo sirva la muerte de Zabludovsky, el del sin Pulitzer o el que en vida receptó innumerables premios, para evidenciar la nunca reparable clase de periodismo que es.