Luego de las acusaciones de intervención rusa, Abel agregó un bordado con el nombre y luego le regaló la prenda a AMLO.
Por: Lucía Medina Suárez del Real
Regeneración, 09 de febrero de 2018.- Pasan de las 10 de la noche, pero Abel Gómez Cano sigue trabajando. Hace una pausa, apaga la plataforma Uber y atiende la llamada que está pendiente desde un día antes.
Cual hombre ocupado que es, tuvimos que esperar un espacio en la agenda entre otras solicitudes de entrevistas y su ritmo de trabajo, que incluye el comercio, la organización de eventos (de box, teatro, lucha libre) y las responsabilidades en Morena, en Baja California. En medio de todo eso se da tiempo para explicar la historia de la chamarra que lo hizo famoso.
“Ahora sí le atinaste” fue lo primero que le dijo al hijo que le regaló la chamarra en Navidad, apenas la tuvo es sus manos, “porque no la envolvió el cabrón”, según cuenta. Le gustó porque llevaba los colores de Morena.
Con los días, y después de que López Obrador se hiciera llamar a sí mismo “Andres Manuelovich” en respuesta a la acusación de que se le apoya desde Rusia, a Abel se le ocurrió agregarle eso también, y regalársela al precandidato presidencial.
Aunque lo conoce desde hace más de 10 años y ha podido estar cerca de él, explica que se apuntó en la logística de un evento, porque ya imaginaba que el tumulto le haría difícil poder acercarse a Andres Manuel López Obrador en estos tiempos. Lo logró.
Abel no tuvo dificultades, se abrió paso, le entregó la chamarra, le mostró lo que decía, y de inmediato Andrés Manuel se la colocó con una sonrisa. “Él no necesita de asesores de mercadotecnia” me dice, a él se le ocurre bastante.
Dos camaradas de Tabasco
Los vídeos confirman su historia. López Obrador se puso la chamarra, le agradeció y siguió su camino al templete. ¿No temió ni un segundo por una trampa? ¿No consideró que contuviera algo que afectara su salud? No, ni por un segundo, y hay una razón para eso.
Abel no es solo un simpatizante, o un militante comprometido. Le sigue la pista a Andrés desde hace años. Comenzó a hacerlo cuando supo que ese tabasqueño era el esposo de Rocío Beltrán, con quien él pasó los primeros años de primaria. Sin embargo no fue ella quien los puso en contacto.
Cuenta Abel, que siendo pariente político de Nico, el famosos chofer de López Obrador, pudo subirse al vehículo donde viajaba el entonces jefe de gobierno, hace ya varios años. Narra que él iba en el asiento de atrás, mientras AMLO ocupaba el lugar del copiloto, y que cuando Andrés Manuel terminó de saludar a la gente que hallaban a su paso, giró, le tocó la rodilla, y le dijo “¿a qué te recuerda esto?” Y comenzó a imitar la voz del abuelo materno de Abel. A contar sus mismos chistes y sus historias.
“Ahí me amarró” platica Abel, a quien conmovió el recuerdo de su abuelo, Andres Cano Carcaño, viejo conocido de López Obrador a quien visitaba cuando iba a ver a su novia Rocío a Teapa, Tabasco.
Convicción
Pero no es solo el afecto el que lo mueve. Ni siquiera es el sentimiento nostálgico por su natal Tabasco al que dejó hace 44 años para vivir en Ensenada. Abel está convencido del proyecto de López Obrador.
Maestro universitario en algún tiempo, licenciado en Relaciones Exteriores, con una maestría en Comercio internacional, ex becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) usa todo lo que sabe para convencer a cada persona que sube a su Uber de votar pro López Obrador.
¿Qué les argumenta? Le pregunto, y me pone un ejemplo, una pasajera que temía al populismo. Dice que entonces le hizo un recuento de las políticas públicas instauradas por AMLO como jefe de gobierno muchas de las cuales pueden ser calificadas como tal, el apoyo a los adultos mayores, por ejemplo. Explica luego que éstas se convirtieran en ley, para que no estuvieran sujetas a la voluntad de los gobernantes ni pudieran presumir de dar lo que no es suyo. Dice Abel que cuando la pasajera bajó del auto, ella misma le dijo que había ganado un voto más.
La militancia constante de la que da fe su actividad en redes sociales, haría pensar a cualquiera que su interés es por ganar un escaño de elección pública.
Se lo pregunto directamente y lo niega. No argumenta purismo, ni se percibe un complejo de inferioridad. Dice que se requiere dinero, y él no lo tiene, que no está dispuesto a arriesgar el patrimonio de sus hijos, que le basta su trabajo, y lo mueve el interés porque está situación cambie.
Cuenta sin embargo que ha aparecido dos veces en las boletas: la primera como regidor para completar una planilla por la alcaldía; la segunda, una vez que se rajó un suplente de última hora.
Hoy que su partido encabeza las encuestas, Abel sigue trabajando. Se dedica a visitar militantes, repartir el periódico Regeneración, construir estructura, y ahora también a conseguir chamarras, pues su regalo a Andrés Manuel ha sido tal éxito que ya se la piden por montones.