Andrés Calamaro ha dejado varios himnos a la música y, aunque a la fecha no tiene la pujanza de otras décadas, aún mantiene vivo su legado y está más presente que nunca en los escenarios.
Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx, 03 de abril de 2022.- En medio de una escena rockera argentina de finales de los 70, un joven músico con talento para el piano, la guitarra, la composición, el bandoneón y el canto, inicia sus pasos en un camino sin retorno. Andrés Calamaro es originario de Buenos Aires, nacido en 1961 en una familia acomodada y culta, dentro de la cual tuvo exposición a las artes en general, pero decidió elegir la música.
Desde los 13 años estuvo como tecladista y vocalista en distintos grupos. De esa etapa temprana destaca uno llamado Raíces. Desde entonces pudo tener contacto con otros grandes exponentes como Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, Charly García y con su coetáneo y entrañable amigo Gustavo Cerati.
Los abuelos de la nada
Para 1982, Calamaro ya tenía un cierto nombre, más como promesa que como consagrado. Fue entonces cuando, a su regreso de una larga estadía en Europa, el siempre inquieto Miguel Peralta, mejor conocido como Miguel Abuelo, decide retomar un concepto que había dejado inconcluso en los años 60 llamado Los Abuelos de la Nada. A pesar de su juventud, Calamaro otorga en ese mismo año sus primeros dos éxitos reconocibles, el primero es Sin gamulán, pero el segundo sigue trascendiendo épocas y fronteras: Mil horas. Covers de rock, pero sobre todo a ritmo de cumbia, tanto por parte de los Hermanos Rosario como de la Sonora Dinamita. El propio Andrés lamenta que la gente pueda disfrutar esta canción sin enterarse de que fue escrita bajo la tutela del gran Miguel Abuelo, a quien Calamaro considera una figura clave dentro de su formación como músico. Calamaro ya no participa en el disco Cosas mías de Los Abuelos, y el grupo quedaría disuelto más tarde con la muerte de Miguel debido al VIH en 1988.
Primeros himnos
Dentro de toda esa vorágine en que alternaba las grabaciones solistas y la colaboración con diferentes amigos, graba con Ariel Rot, otro músico argentino de muy semejante formación y edad, los discos Por mirarte y Nadie sale vivo de aquí, en 1988 y 1989, respectivamente. Otra vez el éxito es moderado, aunque poco a poco se van incrustando sus canciones en el imaginario colectivo. Por mirarte, Sin saber qué decir y No te bancaste, pese a no ser composiciones espectaculares, se vuelven estándares del rock argentino.
Los Rodríguez
De 1990 hasta 1996, Calamaro se embarca junto con Ariel Rot en labrarse desde cero un camino como integrante de un grupo dentro de la escena española. Empezaron sin recursos, tocando en bares muy pequeños y su primer disco Buena suerte tuvo un éxito moderado. Sin embargo, con el paso del tiempo, Los Rodríguez se fueron afianzando como una de las bandas más emblemáticas de España. La mayoría de canciones eran cantadas por Calamaro y se volvieron también emblemáticas. Buena suerte, Milonga del marinero y el capitán, Palabras más palabras menos, Todavía una canción de amor y Sin documentos son solo algunas de las canciones que hicieron reventar la radio española en la primera mitad de los 90. A pesar de ser outsiders dentro de una sólida industria del rock español, Calamaro y Rot se ganaron el respeto de todos, al grado de incluso colaborar en una gira con Joaquín Sabina y posteriormente alternar con él en distintos proyectos y escenarios.
Etapa fundamental
Ya en Argentina, consolidado, pero con mucho aún por delante, Calamaro graba en 1997 un disco que es considerado como el número 10 en la historia del rock argentino, según la revista Rolling Stone. Alta Suciedad supuso un enorme salto de calidad al contar con la impronta del productor Joe Blaney y ser grabado en estudios de Manhattan, New Jersey y Miami. Se contó con músicos de estudio de enorme talla que habían tocado con Keith Richards o John Lennon, Paul McCartney y Elvis Costello. Flaca, Elvis está vivo, Todo lo demás, Loco y Me arde son algunas de las piezas en las que Calamaro demostró su potencial compositivo, tanto en lo musical como en lo lírico. Con su característica voz, ligeramente áspera, pero siempre entonada, Calamaro se envolvió de un entorno musical mágico conformado por ejecuciones pulcras en cada uno de los instrumentos y en la producción.
Sumido en un frenesí de composición compulsiva, pero también de consumo de drogas, un Calamaro que llegó a pesar 57 kilos logró producir en 1999 el álbum doble Honestidad brutal, el cual también contiene piezas emblemáticas, pero no con la calidad de producción que su predecesor. Sin embargo, a la lista se sumaron nuevos himnos como: Cuando te conocí, La parte de adelante, Los aviones e incluso Hacer el tonto, interpretada con su eterno amigo Diego Armando Maradona.
Igualmente, en 99, Calamaro pudo cumplir un sueño: conocer a Bob Dylan, su muy evidente influencia. Calamaro fungió como telonero del bardo de Minnesota en una serie de doce conciertos. Cuenta Calamaro que en una ocasión Dylan se le acercó y le dijo: «Tenía muchas ganas de conocerte». A la fecha, al revivir ese momento, Andrés comenta: «Es la mentira más bella que me han dicho jamás».
El salmón se consolida
Producto de una extensión del encierro bajo el cual se produjo el álbum anterior, y evidenciando aún más su afán de experimentar con sintetizadores caseros y otros rudimentos menos rigurosos que lo disponible en un gran estudio, Calamaro entrega en 2000 El salmón, disco quíntuple que en su momento no fue muy recibido, pero que acrecentó la cantidad de canciones memorables. Destacan All you need is pop, Revolución turra, Tuyo siempre y Días distintos.
La primera década de los 2000 fue en general muy prolífica para Andrelo. Ésta continuó en 2003 con un disco de corte más acústico llamado El cantante, de donde destaca la gran Estadio Azteca, compuesta por su gran amigo Marcelo ‘Cuino’ Scornik. Posteriormente, en 2005, al tocar fondo en lo que a adicciones se refiere, y después de la respectiva rehabilitación, un Calamaro más rollizo vuelve a la escena con una serie de conciertos en el estadio Obras Sanitarias junto a los integrantes de la Bersuit. Queda como testimonio de dichas presentaciones el álbum El regreso, con un repaso de los temas más icónicos de Andrelo registrados por primera vez en vivo de manera oficial.
En 2006, artistas como Los Fabulosos Cadillacs, Fito Páez, Julieta Venegas, Joaquín Sabina y León Gieco graban un disco de covers dedicado a Andrés llamado ¡Calamaro querido! Cantando al salmón. De esta manera, y de una manera relativamente temprana en su carrera, se reconocía la enorme calidad del argentino.
Discos y giras, la esencia del rock
En 2007 finalmente se decide Andrés a hacer una gira por toda Latinoamérica y descubre así cuan influyente podía llegar a ser en países como Colombia, México y Perú, que, junto con España, nunca quedan fuera de su itinerario.
Más discos y conciertos han corrido desde entonces: Tinta roja (2006), un bello disco de tangos; El palacio de las flores (2006), producido junto a su viejo amigo Litto Nebbia. La lengua popular (2007), producido por su antiguo compañero en Los abuelos de la nada, Gerardo ‘Cachorro’ López y que contiene Los chicos, el sentido homenaje que Andrelo siempre brinda a toda su pléyade de amigos ya fallecidos. On the rock (2010), donde experimenta con ritmos y artistas de distintos géneros. Bohemio (2013) un bien logrado concepto de álbum y película de arte y ensayo. Volumen 11 (2016), de mediana calidad, pero con Rock y juventud como otro nuevo himno. Cargar la suerte (2018), con letras que muestran a un Calamaro que se radicaliza en su defensa de las drogas duras y las corridas de toros.
En los estertores de la pandemia, vuelve Andrés Calamaro a México para promocionar el disco Dios los cría, que contiene piezas representativas de su cancionero grabadas con una gama variada de artistas; desde Julio Iglesias hasta Sebastián Yatra.
Una leyenda viviente
Calamaro se mantiene vigente, tal vez no con la pujanza de otras décadas, pero sigue siendo un muy efectivo intérprete en los escenarios y mantiene vivo su innegable legado. Se trata de un rockero de pura cepa tratando de sobrevivir en una jungla de géneros desconcertantes. Su público, que ha cifrado su vida en canciones del repertorio calamariano, siempre estará dispuesto a recibirlo con la garganta y el corazón a punto para corear junto con él las canciones que constituyen un muy particular ritual de renovación de la vida.
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