Ni el renovado control de los medios impresos y masivos han transformado un ápice la caída de Peña Nieto.
Por Jenaro Villamil.
Regeneración, 21 de marzo de 2016.- En agosto de 2014, antes de que ocurrieran la tragedia de los 43 normalistas de Ayotzinapa y el escándalo de la Casa Blanca, el índice de aprobación del gobierno de Enrique Peña Nieto era de 51 por ciento, en contra del 48 por ciento con opinión desfavorable, según un sondeo del Pew Research Center, un think tank con fuerte influencia en los medios y círculos de poder de Washington.
La encuesta se difundió el mismo día que Peña Nieto iniciaba su primera visita oficial a Estados Unidos y pretendía ser una “gira del éxito” tras aprobarse sus 11 reformas estructurales. En ese sondeo, el 69 por ciento expresó su descontento por las condiciones del país y sólo 30 por ciento se sintió satisfecho.
Un año después, en septiembre de 2015, tras la errática actuación del gobierno de Peña Nieto en el caso de Ayotzinapa y la nefasta frase de la “verdad histórica”, más la información de la matanza de Tlatlaya, los escándalos de corrupción y la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, el índice de aprobación de Peña Nieto cayó a 36 por ciento, según Consulta Mitofsky, empresa que no se ha caracterizado por ser muy crítica con el gobierno federal.
Este sondeo anotó que en noviembre de 2014, el Ejecutivo federal tenía una aceptación de 41 por ciento y cayó a 40 por ciento en febrero de 2015 a 39 por ciento en mayo del mismo año hasta llegar a 36 por ciento en agosto de 2015.
En otras palabras, no hubo recuperación alguna en la percepción pública, a pesar de los esfuerzos evidentes del aparato gubernamental por controlar la información negativa, invertir miles de millones de pesos en convenios de publicidad y en promocionar a Peña Nieto todos los días a través de las estaciones de televisión.
En diciembre de 2015, la encuesta trimestral del periódico Reforma reveló que el 58 por ciento de los mexicanos desaprobaba la gestión de Peña y sólo el 39 por ciento la aprobaba. Este sondeo registraba un avance de 5 puntos, en relación con la publicada en septiembre, donde Peña Nieto tuvo sólo 34 por ciento de aprobación.
El pasado 14 de marzo de 2016, la casa encuestadora Buendía & Laredo, responsable de los sondeos en El Universal volvió a confirmar la caída de la aceptación del primer mandatario: Peña Nieto invirtió en menos de tres años sus porcentajes de aprobación y de rechazo.
Registró sólo un 32 por ciento de aprobación y el rechazo a su gestión creció de 51 a 56 por ciento, las peores cifras en la medición realizada por la misma empresa. Y eso que ya se había recapturado a Joaquín El Chapo Guzmán y se controló hasta el mínimo detalle que el papa Francisco no emitiera ningún mensaje crítico a la administración peñista en su multimediática visita de febrero.
Apenas en noviembre de 2015 la misma firma Buendía & Laredo señaló en su sondeo que el 42 por ciento aceptaba la labor de Peña Nieto y el 51 por ciento lo reprobaba. Presumieron los comunicadores de Los Pinos que el primer mandatario se “recuperó” 7 puntos en relación con la encuesta de agosto del mismo año, de la misma empresa.
En otras palabras, la caída de la percepción de Peña Nieto es tendencial e irreversible. Ni el cambio de mando en la Coordinación de Comunicación Social de Los Pinos, ni la expulsión de Carmen Aristegui de los medios electrónicos, ni el renovado control de los medios impresos y masivos han transformado un ápice esta caída del telepresidente.
Los tres ejemplos, Pew Research Center, Mitofsky y Buendía, se trata de firmas encuestadoras que no se caracterizan por su carácter crítico hacia el gobierno y las administraciones del PRI. Por el contrario.
Es probable que la caída sea mucho mayor y el índice de aceptación de Peña no rebase el 25 o 20 por ciento, especialmente en zonas urbanas como el Distrito Federal, Monterrey o Guadalajara.
El modelo del telepresidente, dependiente de la popularidad y del control mediático, prosigue su naufragio. Los únicos que no se han enterado son los propios habitantes de Los Pinos.