Por Alexandro Guerrero
Compañía Cirko de Mente – Luna Eva en el Teatro del Palacio de Bellas Artes
RegeneraciónMx.- La pluralidad del Yo femenino, establecido como devenir de la especie humana, se establece eje principal y múltiple en esta propuesta.
Se presenta la gran peripecia, el culmen del equilibrio inestable como existencia, una crisis mayor como seres- mundo y su éxodo consecuente. Es un espectáculo capaz de generar niveles de lectura tanto en la metáfora como en lo intersubjetivo de la realidad mediata.
Sueño, olvido, recuerdo, periplo, inconsciente, consciente: Cuerpos poetizados lejos del rendimiento del sistema- plusvalor del entretenimiento exclusivista de lo circense para consumo. Plantea la Compañía Cirko de Mente que conmemora 21 años de su fundación, un sistema que recurre tanto a coordenadas danzarías como a un código fuertemente simbolizado en el riesgo implícito pero no común por sus decisiones plásticas en un sentido adoratorias, en otros casos incluso sálmicas.
La Maestra Andrea Peláez, lanza una compleja más sencilla conceptualización y posesión opositora al olvido infinito, el montaje es un homenaje a la sobrevivencia y al instinto creador palpablemente femenino desde lo agregativamente intuitivo, así como es la semilla y el ciclo lunar que no ha sido alterado por las disrupciones bélicas, ecológicas o pandémicas. El paraíso no es del todo territorio perdido mientras el brillo del satélite le implique, le sacramente. No obstante, asoma ese espacio temporalmente autónomo, anarquías a la deriva, una nave gran madre a medio océano. Funambulismos que son alumbramientos.
La presencia masculina tiene en la narrativa también un importante rasgo como gesto social dramatúrgico, se manifiesta su vulnerabilidad y de ahí el horizonte de otras perspectivas que le despojen de su propia autodominación. La ruptura desde la marea placenta nocturna, es la utopía de un circo de la sobremodernidad, sobre las olas también. Migrantes ante el nodo hegemónico desde capas varias. La crisis del sistema mundo no sólo como oscuridad insalvable es otra reflexión central. Una obra milenarista que plantea en un horizonte nocturno la posibilidad siempre de la luz, de dar a luz, de darse la luz, de darse a la luz.
EL SENTIDO DE LOS DEMÁS COMO COLECTIVO DESDE EL ARTE CIRCENSE
¿Qué rebasa la preexistencia de la especie si esos ritos ancestrales ya no cuentan con una segura repetición como articulación-tradición hacia el futuro? El exilio es duelo y el manejo de lo comunal, se determina riesgosamente ritual, es a su vez con maestría asimilado en el diseño de iluminación por Víctor Zapatero. Este se logra sin efectismos, más con signos primordiales, con unidades sustanciales.
Como eco circundante casi onírico, las reelaboraciones de ancestralidad descolonizada original y vibrante por lo orgánico en los ámbitos virtuosos de Juan Pablo Villa, imprimen carácter como importante cualidad en el equilibrio dentro de la pieza. Notable cada presencia del ensamble sonoro por su intensidad nítida en María Emilia Martínez y Andrea Villela.
Alain Kerriou es fiel y notable como estilo en sus indagaciones micromacromáticas, sello característico en lo óptico instrumental escenográfico, así como las alquimias escénicas del elemento agua y sus contenedores precisos en cuanto a posición en el abordaje de la escena como totalidad. Simple en lo aparente, más investigador profundo en lo conceptual como vestuarista. Hay milenarismos expresos en tanto revisión plástica con vistas incluso al Pentateuco como prefiguración, pero sin delirio, cala su sobriedad esotérica.
La compleja trama de movimientos-actos en Luna Eva en cuanto a dirección escénica obedece a una gran lógica propia como al conocimiento y reconocimiento de muchos niveles en la naturaleza de lo circense como arte y desde luego en quienes habitan la escena. Se experimenta un encuentro de sensibilidades amplificado. Andrea Salas espléndida y generosa, Emiliano Gallardo en un viaje al interior desborda precisión y es claro en el dibujo de todas sus facetas; Fernanda Palacios conmueve, se toca y va a la médula; Leonardo Costantini en un personaje entrañable, memorable por su tristeza, muy fino. Nallely Lima de gran fuerza interior con importante nivel de proyección y Óscar Oliveros, sorprendente su trabajo en conjunto también desde el imaginario como punto de fuga.
Luna Eva está organizada en distintos rangos de percepción, liberada de marcajes intelectualizados o decimonónicos. No es común en el teatro nacional, ni en los espectáculos de danza contemporánea, desde luego tampoco en el circo emplazado como puesta en escena casi inexistente en nuestros escenarios, lo que considero una cualidad invaluable en la dirección, dramaturgia y conceptualización de Andrea Peláez: El juego con el tiempo en metadiégesis, la dialéctica entre situación y personajes sin destronar la unidad paradigmática y sobretodo la consistencia en el discurso de Luna Eva de su propia variedad sintagmática, que es precisamente la que dota de perspectiva sensorial cada atmósfera, acto, cuadro y relación desde la dimensión simbólica; La sensación es, más que conmovedora, “conmocionadora”. Ahí está el circo como poética y canto del cuerpo primordial, transgrediendo su propio carácter óntico.
El último sábado de junio de 2024 en una función abarrotada y con localidades agotadas dos semanas antes de la misma, la histórica función de Luna Eva en Bellas Artes rompe atavismos institucionales y navega en dirección a otros puertos escenarios al interior de nuestro país y fuera de él.
Ojalá esta experiencia sea reiterada en recintos del mismo calado y sin duda en otras latitudes que sean cercanas a los múltiples públicos que puedan atestiguar esta mirada.