Por: Juan Carlos Loera
Regeneración, 2 de julio 2014.-Acostumbrado a usar toda clase de eufemismos, el secretario de gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, de nuevo incurre en ellos al hacer declaraciones en las que propone una campaña de información por parte del gobierno norteamericano para alertar a los migrantes centroamericanos en ese país de que no alimenten esperanzas a sus hijos menores haciéndoles creer que su estatus migratorio en Estados Unidos será tratado con benevolencia, además de los peligros que implica el tránsito hacia la frontera norte de México; Osorio raya en el simplismo y hasta en la falta de humanitarismo. Además de que omite aceptar que una buena parte (25% según datos del Pew Hispanic Center) de los más de 50 mil menores detenidos por la patrulla fronteriza en los últimos nueve meses son mexicanos; el resto se reparte casi por partes iguales entre niños migrantes de Honduras, Guatemala y El Salvador. Llama la atención que al llamado del Vicepresidente norteamericano Joe Biden para tratar esta emergencia desde un ámbito intergubernamental el gobierno mexicano sea el primero en alzar la mano para proponer soluciones, siendo que su defensa para que los derechos adquiridos de los millones de mexicanos desplazados hacia el país del norte sean respetados ha sido nulo y menos aun ha sido tema de diálogo en las reiteradas ocasiones en que Peña Nieto y Obama se han reunido.
Los planes de contingencia a esta crisis humanitaria que se han planteado por parte de los gobiernos de los cinco países involucrados, han girado en torno a la deportación, contención, detención y el reforzamiento de la seguridad fronteriza entre otras medidas coercitivas, y salvo la tibia sugerencia del gobierno hondureño aduciendo que la solución sería abrir las fronteras, los gobiernos expulsores de migrantes, entre ellos México; han tomado una actitud sumisa y no han propuesto con contundencia la necesidad de respetar irrestrictamente los derechos de los niños ni han establecido alguna estrategia que subsane el daño irreparable que se les está provocando al criminalizar su intento de reunirse con sus familias.
La pretensión del gobierno estadounidense de endilgar la responsabilidad a México para contener el éxodo infantil se acentúa hasta con amenazas de boicots comerciales como lo han propuesto algunos políticos republicanos. También la etiquetación de los recursos de la Iniciativa Mérida para que se refuercen las fronteras mexicanas intenta que nuestro país sea un colchón que amortigüe el flujo migratorio y desafortunadamente las autoridades migratorias mexicanas han actuado complacientemente al asumir un papel persecutorio de los migrantes centroamericanos y provocar con ello la infiltración del crimen organizado. Con el carácter entreguista que ha demostrado el gobierno federal no nos sorprenda que algún día levanten un muro al lado del Río Suchiate para que el gobierno norteamericano cumpla así el objetivo de recorrer su frontera hacia el sur.
Los informes oficiales hablan de miles de niños aprehendidos por autoridades migratorias de Estados Unidos y también de México los cuales son confinados en condiciones de hacinamiento en centros de detención en los que sufren de abusos físicos y emocionales en franca violación a los Derechos Humanos de los Niños, en los cuales se considera que por su inmadurez física y mental requieren de protección y cuidados especiales; además de que la humanidad le debe al niño todo lo mejor que pueda darle, ya que siempre serán los primeros en recibir protección y socorro en cualquier situación que ponga en peligro su propia seguridad e integridad física y emocional.
El neocolonialismo y abuso ejercido por los gobiernos y corporaciones de las potencias mundiales sobre los más desprotegidos también tiene como consecuencia que la población sometida económica y políticamente busque una salida a esta nueva expresión de esclavitud que ha dejado sin capacidad de autosuficiencia a millones de familias, propiciando así la migración hacia los países neo colonizadores. Sin embargo, debatir y pretender solucionar estructuralmente ese daño nos llevaría mucho tiempo. Se viven momentos de crisis humanitaria que requieren soluciones inmediatas; deportar a los miles de menores a sus países de origen, sin duda, no es una de ellas, esto desafía la institución más básica que es la familia, los niños migrantes ya no tienen a donde ir, ni quien los cuide y mucho menos donde jugar, su lugar es con sus padres que han escapado al flagelo del hambre y la pobreza y han colaborado en mucho para sostener e incrementar la economía del vecino país del norte.
Como sociedad no debemos permanecer ajenos a este drama que raya casi en tragedia, estos niños necesitan de todo nuestro apoyo y protección y tanto el gobierno de México, como el de Estados Unidos , deben hacer a un lado cuestiones legales y actuar con estricto sentido humanitario, éste es un momento en el que veremos si en realidad como género humano -no como país- somos capaces de proteger a la parte más vulnerable de la humanidad: nuestros niños.
Ante el inminente riesgo que corren las vidas de los menores en movimiento en sus lugares de origen, es tiempo que la Organización de las Naciones Unidas intervenga y que a todos los niños detenidos se les dé el carácter de refugiados, que se apliquen los protocolos internacionales y sean respetados sus derechos humanos que se les garantice vivir en paz, tener educación, alimento y sobretodo una familia.