Por Ricardo Sevilla
RegeneraciónMx.- Anclado en la alcaldía Iztapalapa, entre las estaciones Peñón Viejo y Acatitla de la línea A del Metro, en una de las zonas de más populares de la CDMX, el FARO de Oriente arranca hoy la celebración por sus 21 años de vida.
Dentro de las instalaciones de esta portentosa nave de hierro, vidrio y concreto hermoseada con grafitis, obra del arquitecto Alberto Kalach, se han ofrecido, durante las dos últimas décadas, talleres de pintura, escultura, grabado, periodismo y literatura, así como espectáculos de danza, música, teatro y performance.
El FARO de Oriente, ubicado en Calzada Ignacio Zaragoza S/N, reúne, en un solo espacio, una escuela de artes y oficios (que cuenta con un área cultural donde se llevan a cabo diferentes eventos) y una plaza pública que, antes de la pandemia por Covid-19, alcanzó un aforo de poco más de 10 mil personas.
El FARO, por otro lado, posee un acervo bibliográfico de más de 18 mil volúmenes que, en conjunto, integran la biblioteca pública Alejandro Aura, llamada así en honor al ensayista, poeta y dramaturgo mexicano.
El recinto también cuenta cuatro galerías de arte: Principal, Central, Sueños, Rarezas y Proyectos. A esta atractiva oferta cultural hay que agregar un cine club y una ludoteca que, por ahora, se encuentran en espera de que la Secretaría de Cultura de la CDMX autorice que abran sus puertas.
Dentro de las muchas actividades culturales que se han presentado en este importante foro cultural, destacan los festivales temáticos, las exposiciones plásticas, la impartición de talleres artísticos, así como las presentaciones de libros y revistas.
En agosto de 2018, por ejemplo, el escritor Emiliano Pérez Cruz, cronista de Nezahualcóyotl, recibió un homenaje en el FARO. Sobresaliente alumno del escritor Gustavo Sáinz, considerado uno de los principales integrantes de la Generación de la Onda, junto con José Agustín y Parménides García Saldaña, Emiliano Pérez Cruz es reconocido, desde hace ya bastante tiempo, como el más sobresaliente de los autores “posonderos”.
Aunque el FARO, principalmente, solía ser frecuentado por jóvenes y colectivos de Iztapalapa, Iztacalco, Tláhuac, Nezahualcóyotl, Los Reyes y Chimalhuacán, lo cierto es que, en los últimos años, ya es visitado por gente de toda la CDMX e incluso del Estado de México.
21 años después de haber sido inaugurado, el FARO de Oriente conmemorará, a partir de hoy y durante tres días ⎼24, 25 y 26 de junio⎼ ofreciendo espectáculos de danza, literatura, conversatorios y exposiciones.
¿POESÍA EN TIEMPOS DE PENURIA?
De acuerdo con el escritor y tallerista Armando Oviedo, quien hoy leerá el discurso inaugural en el monolítico recinto cultural de Iztapalapa, “el FARO me planteó la tarea de darme un tiempo para profundizar en los trabajos de los chicos y las chicas desde el verso”.
En entrevista exclusiva para RegeneraciónMx, el autor de “Manzanas de Sodoma”, nos comparte que, al llegar a impartir talleres literarios en el recinto cultural de Iztapalapa, “me plantee una pregunta clave y bastante amplia: ¿para qué poesía en tiempos de penuria y en el oriente si veo que apenas pasadas sus felices XV de FARO, con la literatura adherida y mal herida a su programa no había una corriente, una generación, una publicación o publicaciones constantes, una tradición o una referencia?”
Y el mismo Armando Oviedo, excoordinador de talleres de la Universidad Iberoamericana y otrora colaborador en el desaparecido suplemento Sábado de Unomásuno (liderado por Huberto Batis), ofrece la respuesta mediante una anécdota que se remonta a finales de los años 70s: “Desde que, en 1979, fui arrastrado por Francisco Vélez, un amigo preparatoriano, a un minúsculo taller coordinado por Alejandro Aura en la Casa del Lago de Chapultepec y de asistir de 1980 a 1985 al taller de poesía de Salvador Mendiola en la ENEP Aragón ⎼un faro en el desierto oriental, donde la consigna era clara: “este es un taller de poesía para no escribir poesía”⎼ caí en la cuenta de que estaba frente a una educación diferente de un arte diferente, y distinta a la de los escolares círculos de estudio u orientación educativa universitaria”.
Y es que, para Oviedo, impartir un taller (ya sea literario o de cualquier otro arte) implica una nueva y gozosa forma de enseñanza: “Desde aquel entonces disfruto esta docencia diferente, en construcción y movimiento constante, pero anclada en la estructura de la imaginación. Desde entonces mi experiencia como graduado en las filas del tallerismo utópico ⎼no fui producto de la necesidad, ni del apuro, ni de la obligación⎼ y egresado de una carrera que nada tiene que ver con la de
Letras ⎼soy pasante de sociología⎼ tuve que aprender por mi propia cuenta a documentarme de modo teórico y actuar con más conocimiento de causa sobre esa enseñanza para no repetir el simple diálogo del taller de los falsos griegos “Melees” y “Teleo”. (Chiste explicativo: “En este taller Tú me lees y yo te leo ¿te parece?”).
Finalmente, el narrador experto en palíndromos afirma que, en una época donde impera el estruendo y la agresión, la poesía puede ser una forma de renovar el diálogo entre las personas: “la palabra exacta está siendo sustituida por el balbuceo y, lo que es peor, por el escándalo, que posibilita la violencia por la imposibilidad ya no digamos de diálogo, sino de crítica. El grito y el manotazo, el disparo y el odio, son los nuevos lenguajes. Contra ella actúa la poesía y la lectura”.
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