El futuro en manos de una comisión

Una pesadilla de los pensadores de la inteligencia

El “saber” colectivo de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos

Por Tom Engelhardt

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Se llaman a ellos mismos la “Comunidad de Inteligencia” de Estados Unidos, o sencillamente “the IC” (en adelante, la IC). Si incluimos la oficina del director de la Inteligencia Nacional (ODNI, por sus siglas en inglés), que empezó a funcionar en 2005 con una nómina de 12 empleados –incluido el director– y en 2005 ya empleaba a 1.750 funcionarios, la “IC” consta de 17 agencias (una sopa de siglas, entre ellas la CIA, la NSA y la DIA). La Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos gasta cada año alrededor de 70.000 millones de dólares del contribuyente (la mayor parte de los cuales son fondos secretos), emplea a un sorprendente número de contratistas privados entre nuestras distintas corporaciones guerreras –siempre dispuestas a echar una mano–, espía comunicaciones de todo tipo en todo el planeta, mantiene operativa una fuerza aérea de drones, controla una infinidad de satélites, construye cuarteles generales e instalaciones de almacenamiento para sus agencias a un costo de miles de millones de dólares; todo esto lo hace con el pretexto de proporcionar al presidente y el resto del gobierno la mejor información imaginable sobre lo que está pasando en el mundo y los peligros a los que se enfrenta Estados Unidos.

Desde el 11-S, la consigna de la IC ha sido ‘[continua] expansión’; a medida que las principales agencias de inteligencia adquirían cada vez más poder, prestigio y capacidad de derroche, y se cubría a sí misma con un manto de secretismo sin precedentes. En los últimos días de la administración Obama, a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) se le concedió aún más libertad para compartir la información sin orden judicial que maneja en todo el mundo (incluyendo la obtenida a partir de ciudadanos estadounidenses) con un número cada vez mayor de integrantes de la IC.

Y, claro, en las semanas anteriores a la asunción de Donald Trump, varios de esos organismos de inteligencia se encontraron con un torrente de declaraciones del twitero en jefe (que, empezó amenazando con recortar partes de la IC) sobre el posible hackeo ruso de unas elecciones estadounidenses y sus relaciones con el presidente Vladimir Putin. Mientras tanto, la IC recibió el aplauso de los medios normales por su decisiva importancia para todos nosotros y nuestra seguridad, junto con las palabrotas twiteadas por el a la sazón presidente electo.

Permitidme que ahora ponga mis cartas sobre la mesa. Basándome en lo relativamente poco que conocemos sobre la información que la Comunidad de Inteligencia ha estado entregando al presidente y su gente en estos años, nunca me he sentido particularmente impresionado por su trabajo. Una vez más, dado lo que de ella está disponible para juzgarla, parece como si, a pesar de su tamaño, alcance, dinero y poder , la IC hubiese sido cogida “desprevenida” con asombrosa regularidad por los desarrollos en nuestro mundo; podría pensarse como algo cercano a una “máquina de desinteligencia”. Siempre he sospechado que en realidad si un grupo de pensadores inteligentes e independientes trabajara con material extraído de fuentes absolutamente al alcance de todos, el gobierno de Estados Unidos podría acabar teniendo una visión mucho más exacta del mundo y de la forma en que este funciona, por no hablar de los peligros que el futuro nos reserva.

Solo hay un problema en estas cuestiones. En una época en la que el secretismo que rodea a la Comunidad de Inteligencia no ha hecho otra cosa que crecer y quienes han filtrado alguna información han sido llevados a los tribunales con una ferocidad nunca vista en nuestra historia, quienes estamos aquí fuera –inmersos en lo que pasa en el mundo– no tenemos muchos elementos para evaluar el “producto” que ella elabora.

Sin embargo, hay una pequeña excepción para esta regla. Cada cuatro años, antes de que el presidente electo entre en el Despacho Oval, el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, por sus siglas en inglés), que se ve a sí mismo como el “centro de la IC para el análisis estratégico en el largo plazo”, presenta justamente ese documento. El equipo que dirige el NIC proviene principalmente de la Comunidad de Inteligencia (obviamente, con un peso significativo de agentes de la CIA); entre ellos “importantes responsables de formular la política con puntos de vista coordinados con los de la totalidad de la IC, entre otras cosas las valoraciones del Consejo Nacional de Inteligencia”, también realiza otros trabajos confidenciales de todo tipo.

Aun así, arrogantemente y con alguna fanfarria, cada cuatro años hace público un extenso documento para que sea leído por todos los estadounidenses. Hasta ahora, ese informe se llamaba Global Trends (Tendencias globales), con el agregado de un año futuro. El anterior al actual, publicado en coincidencia con el inicio del segundo gobierno de Barack Obama, fue Glabal Trends 2030. El actual debería haber sido la edición 2035, pero el NIC decidió no lanzar ese año futuro por lo qué él llama un temor de “falsa precisión” (aunque buena parte del texto continúa siendo los pronósticos de desarrollo para 2035). En lugar de eso, la sexta edición llega con el nombre de Global Trends: The Paradox of Progress (Tendencias globales, la paradoja del progreso), una frase anodina cuyo significado se resume así: “Los logros de la era industrial e informática están dando forma a un mundo por venir que es más peligroso y al mismo tiempo más rico en oportunidades que cualquiera anterior. La predominancia de la promesa o el peligro definirán las opciones de la humanidad”. Según el NIC, en la elaboración de esos documentos, su función es la identificación “de los líderes y los desarrollos con probabilidades de dar forma a los acontecimientos mundiales dentro de un par de décadas” para uso del presidente que comienza su periodo y su pueblo.

Global Trends es un ejemplo más de cómo se ha expandido el mundo estadounidense de la “inteligencia” en estos años. Con un despegue relativamente modesto en 1997, la IC decidió avanzar en áreas en que ningún organismo de inteligencia había estado antes y plantó su bandera en el mismísimo futuro. Esta decisión es de lo más audaz, ya que el futuro podría ser pensado como el más democrático y a la vez el menos accesible de los espacios temporales. Después de todo, cualquiera de nosotros es libre de aventurarse ahí en el momento que se nos ocurra sin financiación ni personal alguno. Se trata también de un espacio en el que no nos es posible incrustar espías, ni interceptar comunicaciones en todo el planeta, ni intervenir teléfonos, ni piratear los correos electrónicos de los líderes del mundo, ni hacer volar drones, ni disponer de imágenes satelitales para estudiarlas e interpretarlas. Tradicionalmente, hasta que el NIC decidiera apropiarse del futuro, este era sobre todo el ámbito en que se movían los visionarios, los soñadores, los escritores de ciencia ficción; una gente, en resumidas cuentas, con una inclinación por el pensamiento no convencional.

En estos años, sin embargo, en el centro del mundo de la “único superpotencia” el ansia de controlarlo e investigarlo todo ha crecido hasta alcanzar proporciones colosales para introducir a la IC directamente en el futuro del único modo que sabía hacer algo: monstruosamente. Como resultado de ello, la nueva edición de Global Trends presume con el tamaño y el alcance de la operación que la produce. Su equipo de redacción “visitó más de 35 países y un territorio, solicitando ideas y respuestas a más de 2.500 personas de todo el mundo y de todas las profesiones y condiciones sociales”.

Tal como aclara su extenso capítulo de Agradecimientos, junto con todos los funcionarios y miembros de la dirección que realizaron el trabajo básico cuyos nombres no se dan y mucha gente que fue consultada pero no puede identificarse, el equipo de redacción habló con todo el mundo, desde un ex primer ministro y dos ministros de relaciones exteriores hasta un embajador y un escritor, por no mencionar a “funcionarios de primera línea y estrategas de todo el mundo… cientos de profesionales de las ciencias naturales y sociales, pensadores, religiosos, representantes del comercio y la industria, diplomáticos, expertos en desarrollo, y a mujeres, jóvenes y organizaciones de la sociedad civil de todo el planeta”.

En el viaje de dos años de investigación realizado por el NIC en un universo que, por definición, debe seguir siendo desconocido para todos nosotros, hizo incluso “una vasta utilización de simulaciones analíticas –mediante el empleo de equipos de expertos para representar a protagonistas claves de la realidad internacional– para explorar futuras trayectorias de regiones del mundo, el orden internacional, el entorno de la seguridad y la economía global”. En otras palabras, en la elaboración de este informe no confidencial, según Gregory Traverton, presidente del NIC, “el Consejo Nacional de Inteligencia está pensando en el futuro” y montó una importante operación de espionaje que –aunque no se dan cifras– debe de haber costado millones de dólares. En las manos de la IC, parece que el futuro –como el presente– es una interminable y costosa operación.

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Un futuro sombrío compensado con la esperanza

Si está pensando en arrojar al cubo de la basura de la historia las novelas de Ray Bradbury, Ursula Le Guin, Philip K. Dick y Octavia Butler que están en su biblioteca y sumergirse en la última edición de Global Trends, entonces yo le he hecho un enorme favor. Ya lo leí para usted. Permítame que le asegure que, al contrario del “descubrimiento” del ciberespacio de William Gibson en su novela de anticipación Neuromancer**, el documento del NIC no descubre nada en el futuro que no haya sido ya claramente percibido en el presente y no sea algo conocido para usted y prácticamente para todo el mundo en el planeta. Es posible que el mayor logro de Global Trends sea la transformación de ese futuro en una experiencia de lectura tan soporífera que fue mi propio valle de lágrimas. Una frase absolutamente típica: “Los protagonistas más poderosos del futuro serán los países, los grupos y las personas que sean capaces de influir en las capacidades materiales, las relaciones y la información en una forma más rápida, integrada y adaptable que en el pasado”.

Hay que reconocer que, de tanto en tanto, se tropieza con un dato o un hecho verdaderamente interesante que atrapa la atención (“una persona de cada 112 del mundo es un refugiado, una persona desplazada dentro de sus propio país o alguien que busca asilo”); aun así, son raras las ocasiones en que un pensamiento fuera de lo común deja a uno momentáneamente sorprendido. Aunque, por lo general, el futuro imaginado por los artífices de la palabra de la IC es algo muy arduo, una especie de pesadilla viviente de puro conformismo.

Si bien es posible que en las profundidades de la IC se esconda algún cerebro singular y original, la conclusión que surge a partir de la lectura de Global Trends es que el pensamiento de la institución, la que supuestamente brinda la necesaria información al presidente y los demás funcionarios, no podría ser más banal. He aquí un ejemplo: publicado en vísperas del acceso al gobierno del nuevo presidente, no parece imaginar nada auténticamente nuevo bajo el sol, incluyendo al propio Donald Trump (a quien no se menciona en esta mirada de nuestro futuro). Incluso mientras vemos que nuestro mundo de hoy vive un desconcierto cotidiano, los redactores de Global Trends son incapaces de pensar en el verdadero desbarajuste reinante en la mayor parte de este planeta.

Es posible que esto ayude a explicar por qué el liderazgo de la IC estaba desprevenido y confundido respecto del nuevo presidente. Con él, tweet a tweet, el futuro de Estados Unidos ya está convirtiéndose en el inimaginable presente estadounidense (permítame que exprese aquí una pizca de simpatía por el presidente Trump. Si Global Trends es un ejemplo típico del pensamiento y presentación que está dentro del Informe Diario del Presidente de la Comunidad de Inteligencia, no me sorprende que haya elegido empezar reemplazando esas sesiones por algo distinto, entre otras cosas, por Fox and Friends, el programa de entrevistas de la Fox, y “agarradas” con Meryl Streep o John Lewis).

Tal como la IC lo imagina, el futuro inmediato presenta un conjunto de perspectivas relativamente sombrías, todas ellas extrapoladas de los desarrollos visibles en el momento que estamos viviendo, pero cada una de ellas –casi mecánicamente– está compensada por una conclusión esperanzadora: indudablemente, el terrorismo se extenderá y empeorará (antes de que la situación mejore); la desigualdad irá en aumento en un mundo decididamente del 1 por ciento mientras la anti-globalización recorre todo el planeta y el “populismo”, junto con formas de pensar más autoritarias, continuará diseminándose junto con ideas aislacionistas en Occidente (antes de que aparezcan otras tendencias); gracias a China y Rusia, crecerá el riesgo de conflictos entre países (aunque eso no implicará la devastación del mundo); gobernar se hará cada vez más difícil en todo el planeta y la tecnología será cada vez más potencialmente perturbadora (aunque la esperanza estará al alcance de la mano); y la cuestión del cambio climático amenaza con la creación de un planeta más endeble, escaso de alimentos y sobre todo de agua y lleno de gente desesperada y con ansias de emigrar (aunque es probable también que el siglo XXI promueva “un conjunto de principios compartidos”). Fundamentalmente, según el punto de vista del Consejo Nacional de Inteligencia, por cada posible mala noticia sobre las tendencias en este momento proyectada en el futuro, existe invariablemente una gracia salvadora, una sensación de que –tal como lo pone el informe– “las mismas tendencias que dan lugar a peligros en el corto plazo pueden también crear oportunidades para mejores resultados en el largo plazo”. De hecho, según uno de los escenarios descritos, hacia 2028 podríamos estar “entrando en una nueva era de crecimiento económico y prosperidad”.

La verdad es que, dada la avalancha de sucesos en este momento –desde la presidencia Trump hasta lo sabido recientemente acerca de que ocho milmillonarios son poseedores de la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial (apenas hace un año, eran 62 los multimillonarios que llegaban a esa marca)– el futuro de la versión más nefasta de la IC tiene un aspecto inquietantemente suave. Según el Consejo de Inteligencia Engelhardt, lo más probable es que estemos entrando ya en un futuro mucho más extremo del que el NIC y sus 2.500 expertos –por no hablar de los que no están en su plantilla– pueden imaginar.

El equipo de Global Trends parece incapaz de imaginar un futuro en el que alguna versión del presente no lo maneje todo. A pesar de las guerras mundiales del siglo XX que arrasaron importantes porciones del planeta, la llegada del cambio climático como un posible factor decisivo en la Historia y los ataques del 11-S, las rupturas sencillamente no están en su guión. Como resultado de ello, su noción de futuras situaciones extremas no podría ser más liviana. En uno de los tres escenarios que presenta el informe, hasta el uso sorpresivo de un artefacto atómico por primera vez desde el 9 de agosto de 1945 –en una confrontación entre India y Pakistán, en 2028– es relevado de sus posibles consecuencias. La bomba no es lanzada sobre una ciudad importante, donde habría matado a centenares de miles de personas, sino en una zona desértica. Y lo que perece tener un costo muy pequeño, la impresión producida por esta única explosión hace que en un mundo de potencias hostiles, entre ellas Estados Unidos, China y Rusia, decidan unirse de una forma sorprendentemente optimista (parece que en 2028 –según Global Trends–, el señor Smith efectivamente ha ido a Washington; entonces el “presidente Smith”, en una actitud conmovedora, comparte un Premio Nobel de la Paz con el presidente de China por los “varios acuerdos para la creación de confianza y el control de armamentos” a los que llegaron después del incidente nuclear).

Por supuesto, yo no dispongo de miles de expertos con quienes consultar sobre el futuro, pero sobre la base de trabajos científicos ya publicados, podría dar forma a un escenario muy diferente del sur de Asia que no sería exactamente una fórmula para unir a todo el mundo detrás de un futuro más seguro. Imagine el lector que una de las armas nucleares “tácticas” trasladadas por las fuerzas armadas de Pakistán a una de sus bases militares de avanzada es disparada en respuesta a un desafío militar de India. Suponga, entonces, que eso no ocasiona la paz mundial sino un continuo intercambio nuclear entre las dos potencias, poseedoras ambas de un importante arsenal de ese tipo de armas. El resultado sobrevenido en el sur de Asia podría ser alucinante: hasta 21 millones de muertes inmediatas, según estimaciones. Sin embargo, los científicos piensan que las consecuencias de una guerra nuclear como esta podrían no estar restringidas a la región sino que provocarían un escenario global de invierno nuclear, que acabaría con gran parte de los cultivos en todo el planeta, lo que daría lugar a 1.000 millones de muertes por hambre.

La vida en un mundo totalmente estadounidense

Estos sombríos futuros, sin embargo, no son los del NIC. Pensemos en ellos como unos estadounidenses optimistas, imperiales y soñadores que se hacen pasar por realistas. Si el lector necesita una prueba de esto, es bastante fácil encontrarla en Global Trends. Aquí está, de hecho, el aspecto más curioso de ese documento: los integrantes de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos no pueden soportar la realidad de los últimos 15 años de su propia historia imperial. En lugar de eso, adueñándose del futuro, sencillamente dejan en una cuneta el pasado estadounidense posterior al 11-S y siguen adelante. En el futuro que ellos imaginan, la mayor parte del pasado se ha perdido en acción, incluyendo, desde luego, a Donald Trump (grupalmente, deben de ser partidarios de Clinton. Al menos, puedo imaginar a Hillary avanzando con paso inseguro en la lectura del documento, pero… ¿a Donald? No me hagan reír).

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Acreditémosles al menos el haber aceptado lo obvio: ya no vivimos en un “planeta unipolar” dominado por una única superpotencia sino en un mundo de “esferas de influencia” (“Para bien o para mal, el emergente paisaje global está acercándose al final de una época de preponderancia estadounidense después de la Guerra Fría…”). Pero el lector de Global Trends puede buscar en vano la cuestión del mundo “en deterioro”. Olvídese de que sus redactores estaban acabando el informe en el mismo momento que el primer candidato a presidente abiertamente decadentista estaba enloqueciendo a multitudes –que tenían la sensación de que su país y la propia vida de las personas estaban en la cuesta abajo– con el eslogan “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande”.

Tampoco les interesaba tomar sorprendentes aspectos del Estados Unidos de hoy y extrapolarlos en un futuro decididamente sombrío. Por ejemplo, algo que me divirtió mucho: es posible recorrer una y otra vez las páginas de Global Trends sin encontrar una sola referencia –que no sea como de pasada– relacionada con las fuerzas armadas de Estados Unidos. Ya se sabe, esa organización que nuestros últimos presidentes han elogiado por tratarse de la “más brillante fuerza de combate” de la historia del mundo. Lea el documento del NIC desde la primera a la última página y no tendrá la menor idea de que las fuerzas armadas de este país han estado combatiendo sin interrupción durante los últimos 15 años sin haber conseguido una sola victoria y de que sus acciones en la “guerra contra el terror” no han hecho otra cosa que propagar las organizaciones terroristas mientras iban dejando atrás una serie de países malogrados en todo el Gran Oriente Medio y el norte de África. Nada de esto es proyectado hacia el futuro, como tampoco lo es la militarización de Estados Unidos (o sus policías), incluso a pesar de que los generales retirados que hoy abundan en la nueva administración Trump hablan abiertamente de esta cuestión.

O, para coger otro ejemplo, ahí está el que tiene que ver con el hecho de que en un mundo en el que un solo país –el mismo al que pertenece la IC– mantiene activas cientos de bases militares desde Europa a Japón, desde Bahrein hasta Afganistán, apenas hay una sola mención a una futura base militar; es la que construiría China en las islas Fiji en el medio del océano Pacífico (una broma de Global Trends incluye un titular de un supuesto periódico de 2019: “China compra una isla deshabitada de las Fiji para construir una base militar”). ¿Qué pasará con el actual despliegue militar estadounidense para dominar el planeta? Ciertamente, usted no lo sabrá leyendo este documento.

Pero no piense usted que Estados Unidos no está en la mente de quienes redactaron este informe. Después de todo, entre las tensiones presentes en las décadas por venir, tal como los futurólogos de la IC los imaginan, hay una clave para la supervivencia nacional en 2035; es lo que ellos llaman “resiliencia” (“… las mismas tendencias que aumentan los riesgos en el corto plazo pueden permitir mejores soluciones en un plazo más largo si la proliferación de poder y protagonistas construye resiliencia capaz de manejar trastornos e incertidumbres mayores”).

Y, obviamente, ¿cuál es el país más resiliente del planeta Tierra? Esta es la pregunta del millón (pero no de rublos ni de yuan). Entonces, adelante, adivine… Si su respuesta no es la correcta, usted no es el lector que yo pensaba que era.

Aun así, si usted no estuviera seguro, Global Trends explica así la cuestión:

“Por ejemplo, según las estimaciones tradicionales del poder, el PBI, el gasto en el área militar y el tamaño de la población de China hacen que la cuota parte china de poder mundial esté aumentando; sin embargo, eso también muestra varios rasgos, como el gobierno centralizado, la corrupción política y una economía demasiado dependiente de la inversión y las exportaciones netas para crecer, lo que sugiere vulnerabilidad frente a futuros impactos.

“Alternativamente, Estados Unidos muestra que muchos de sus factores están asociados con la resiliencia, entre ellos la descentralización del gobierno, una economía diversificada, una sociedad inclusiva, enormes extensiones cultivables, biodiversidad, seguridad en el suministro de energía y un poder militar con capacidad de proyectarse y crear alianzas.”

Por lo tanto, si puede extraerse alguna conclusión de la vasta inmersión de dos años del NIC en los futuros posibles en un planeta en el que todavía hay innumerables bases militares estadounidenses y que vive sacudido por guerras que aún estamos librando, podría sintetizarse que la tal vulnerabilidad no debería ser atribuida a China sino a Estados Unidos.

Por supuesto, nadie debería sorprenderse ante semejante conclusión: ninguna persona con pensamiento no convencional puede hacer carrera en el gobierno, ahí lo importante es seguir al rebaño. Global Trends no es el tipo de documento que uno lee con la expectativa de ser sorprendido, sobre todo cuando lo pesadillesco de toda burocracia es precisamente eso: lo inesperado y lo imprevisible. Evidentemente, la burbuja Washington es demasiado confortable, y el mundo un lugar mucho más atemorizante, en el que es posible imaginar un abanico más amplio de lo que puede acontecernos. Es posible que agentes del NIC estén viviendo del dinero que producen nuestros miedos, pero no se engañe usted ni un segundo: ellos también tienen miedo; de no ser así, nunca podrían publicar un documento como Global Trends. The Paradox of Progress.

Siendo como es una imagen no del futuro sino de las angustias del poder de Estados Unidos en un mundo imposible de controlar, este informe nos aporta al estadounidense medio una vívida representación del grupo de personas menos adecuados para ofrecernos seguridad en el largo plazo.

En este momento, la última carcajada es la de Philip K. Dick, Ursula Le Guin y otros autores por el estilo. Si el lector desea verse liberado de pensar en los muchos futuros posibles con que nos enfrentamos, unos futuros en cuya creación participaremos, olvídese de Global Trends y opte por el tipo de libros que podrían liberar su mente para pensar en nuevos enfoques; no se ligue a un mundo que cada día está más negro.

Notas del traductor

* Como tantas otras palabras del ingles (y otras lenguas), intelligence es polisémica, es decir, tiene por lo menos dos significados: en un contexto amplio, intelligence es la capacidad de pensar, aprender, discernir, asociar, etc. del ser humano. Pero en el contexto estatal-militar alude al espionaje, al acto de recoger y analizar información secreta aunque también al conjunto de funcionarios y organismos dedicados a esas tareas. Son significados un tanto contradictorios, pero así son las cosas; se trataría de un caso de apropiación indebida de una palabra. En castellano, no nos hemos tomado el trabajo de darle un nombre a cada cosa y nos hemos limitado a copiar acríticamente lo que nos llega del ámbito anglohablante.

** Traducido al castellano: Neuromante. Ediciones Minotauro, Barcelona, 2007.

Tom Engelhardt es cofundador del American Empire Project, autor de The United States of Fear y de una historia de la Guerra Fría, The End of Victory Culture. Forma parte del cuerpo docente del Nation Institute y es administrador de TomDispatch.com. Su libro más reciente es Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single-Superpower World

Fuente: http://www.tomdispatch.com/

Traducción de  Carlos Riba García