El muro de Netanyahu no tiene que ver con la inmigración, sino con el racismo

El reciente alarde de Netanyahu de haber detenido toda inmigración ilegal a Israel no es del todo cierto, su muro fronterizo meridional sólo tiene como objetivo impedir que los negros entren a Israel de manera irregular.

Por Asaf Calderon

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Los solicitantes de asilo africanos encarcelados en el centro de detención Holot protestan detrás de la cerca de la prisión, 17 de febrero de 2014. (Photo by Activestills.org )

Estados Unidos está en llamas. Después de dos semanas en el cargo, el presidente Donald Trump ya ha logrado firmar una serie de órdenes ejecutivas que han provocado protestas masivas. La principal de ellas es la nueva prohibición de la inmigración a los Estados Unidos de ciertos países de mayoría musulmana y la orden de comenzar la construcción del prometido «muro gigante» en la frontera con México.

Mientras miles de estadounidenses inundaron con protestas los aeropuertos donde fueron detenidos los viajeros musulmanes y muchos gobiernos de todo el mundo, entre ellos Francia y Holanda, condenaron enérgicamente las acciones de Trump, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu aprovechó la oportunidad para felicitar a su colega estadounidense y, más importante, para jactarse de sus propios logros cuando se trata de la inmigración ilegal.

Leyendo el tuit de Netanyahu, -“El Presidente Trump tiene razón. Construí un muro a lo largo de la frontera sur de Israel. Detuvo toda la inmigración ilegal. Gran éxito. Gran idea”- uno podría asumir que el muro fronterizo de Israel, construido en el sur de la frontera sur con Egipto, puso fin a la inmigración ilegal a Israel. Pero eso sería un «hecho alternativo».

Israel completó la valla fronteriza de Netanyahu a lo largo de la frontera con Egipto en 2013, en respuesta a la entrada de los solicitantes de asilo africanos -en su mayoría procedentes de Eritrea y Sudán- que ha estado aumentando constantemente desde 2005. El Gobierno de Eritrea está ampliamente considerado como el régimen más opresivo de África, con un récord absoluto de negación de libertad de expresión y un servicio militar obligatorio sin fecha clara de salida, creando lo que esencialmente equivale a un sistema de trabajo forzado.

Los solicitantes de asilo sudaneses en Israel provienen principalmente de Darfur y la región montañosa de Nuba, así como de Sudán del Sur, un país que desde su fundación ha estado inmerso en una guerra civil. A los solicitantes de asilo de ambos países se les concede el estatuto de refugiado en la gran mayoría de los casos en Europa y América del Norte. Sin embargo Israel se niega a revisar sus solicitudes de asilo. En vez de eso los solicitantes de asilo africanos en Israel son detenidos y empujados a abandonar el país sin haber pasado por el proceso de resolución de la condición de refugiados.

Se ha escrito mucho acerca de la negativa de Israel a aceptar refugiados, lo que va en contra de la Convención sobre los Refugiados de la ONU. A menudo se señala que Israel mismo es un país fundado por refugiados y fue una de las fuerzas centrales detrás de la formulación de esa misma Convención. ¿Cómo puede un Estado fundado por un gran número de judíos que se vieron obligados a huir de los pogromos y el exterminio ser tan reacio a aceptar a los refugiados?

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Netanyahu y su administración, como Trump, usan todas las excusas comunes: los africanos son criminales, quitan los empleos de la clase obrera que lucha, están involucrados en el terrorismo islámico. No importa que las cifras de la policía demuestren que cometen menos delitos en comparación con la población general o que Israel invita a los trabajadores inmigrantes a aceptar trabajos que los israelíes no quieren hacer (enriqueciendo así las empresas de mano de obra que los traen a Israel) y que ningún africano inmigrante ha sido acusado de terrorismo.

Elegir la inmigración según la raza

La valla fronteriza a menudo es considerada un éxito por el Gobierno israelí, ya que ha reducido significativamente la inmigración de solicitantes de asilo de estos países. Sin embargo hay otros factores significativos que han llevado a esta situación.

En febrero de 2012 la Corte Penal Internacional dictaminó que un acuerdo firmado entre el primer ministro italiano Silvio Berlusconi y el dictador libio Muammar Gaddafi, según el cual los buques de inmigrantes rumbo a Italia serían devueltos, es ilegal. Después de que la política fuese revocada (ayudada por el derrocamiento de Gaddafi), el camino a través del traicionero Mediterráneo se reabrió. Muchos solicitantes de asilo optaron por arrojarse al agua en espera de reconocimiento, derechos y una vida decente en lugar de viajar por tierra a Israel, un país que no les proporciona ninguna de estas situaciones.

Un soldado israelí enfrenta a un solicitante de asilo africano durante la marcha hacia la frontera con la Península del Sinaí. (Foto: Oren Ziv / Activestills.org)

Según la Línea Directa para Refugiados y Migrantes, también existe un sistema complejo en la frontera que incluye la cooperación con el ejército egipcio. Utilizando cámaras de seguridad y monitoreo constante, el ejército israelí explora un área de cuatro kilómetros en el desierto del Sinaí, Egipto. Cuando se detecta un posible emigrante se alerta a los guardias fronterizos egipcios y estos hacen la detención. El emigrante es enviado a una prisión egipcia donde espera a ser deportado a su país de origen, a menudo arriesgando su vida.

Netanyahu afirma que el muro fronterizo «detuvo toda inmigración ilegal». Pero al igual que en Estados Unidos la inmensa mayoría de los inmigrantes ilegales llegaron a Israel por vía aérea. En 2016, por ejemplo, el Gobierno israelí estimó que había 40.721″infiltrados» (el término oficial del Gobierno para los solicitantes de asilo africanos), 16.737 inmigrantes ilegales en su mayoría asiáticos (que sobrepasaban su visa de trabajo o trabajaban en un campo de trabajo no autorizado) y 78.500 personas que entraron con una visa de turista y que actualmente viven en Israel ilegalmente.

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La mayoría de esos turistas son europeos blancos, predominantemente de Europa del Este. En otras palabras, los inmigrantes blancos ilegales que entraron en avión son casi el doble que el número de africanos que entraron en Israel a través de su frontera sur y que es después de tomar en cuenta los miles de africanos que fueron obligados a abandonar el país.

¿Entonces por qué Netanyahu se jacta de que la valla fronteriza detuvo toda inmigración ilegal? La respuesta es simple: porque redujo significativamente la inmigración de personas de raza negra.

La política de emigración de Israel es intrínsecamente discriminatoria: los judíos pueden obtener la ciudadanía casi automáticamente (siempre que, al menos, usted sea el tipo «correcto» de judío). Los no judíos, incluso si nacieron en Israel de padres no ciudadanos y especialmente si están relacionados con palestinos o son palestinos que fueron expulsados ​​durante y después de la Nakba en 1948, prácticamente no pueden ser ciudadanos. Se ha sugerido que una de las razones por las que se puso en marcha este sistema era para evitar tratar con el problema de los refugiados palestinos que Israel mismo generó.

La desigualdad que enfrentan los refugiados palestinos es bien conocida. Sin embargo los solicitantes de asilo africanos presentan un ejemplo diferente del racismo inherente a la política de inmigración de Israel: aunque la mayoría de los inmigrantes ilegales a Israel son blancos europeos que ingresaron al país por vía aérea, mayormente no se discute, mientras que los africanos tanto como os trabajadores extranjeros que permanecieron en el país más allá de su estadía permitida están siendo perseguidos, deportados y encarcelados. Esto no quiere decir que los blancos inmigrantes ilegales deban ser perseguidos, por supuesto, no hacen daño y deben ser naturalizados. Pero el hecho de que Netanyahu opte por ignorar su existencia demuestra que en realidad no está preocupado por la inmigración ilegal. Más bien sus preocupaciones están basadas en la raza.

Es crucial que los estadounidenses -y especialmente los judíos estadounidenses- que se oponen a la política de inmigración racista de Trump, contemplen a Israel de la misma manera que a su propio Gobierno. Hasta que Israel deje de aplicar una política de inmigración basada en la raza y hasta que permita la entrada y el estatus a los refugiados que escapan del trabajo forzado y del genocidio, no será mejor que la América de Trump. Es hora de derribar esa pared.

Asaf Calderón es un activista judío-israelí que vive en Nueva York.

Fuente: https://972mag.com/

Traducción: J. M