La victoria del 1° de julio es un momento de culminación de años de lucha de generaciones enteras por empujar la democratización del Estado. Una batalla más de las que hay que comenzar a ganar de ahora en adelante
Por Pablo Rojas*
Regeneración, 4 de septiembre del 2018. Un nuevo panorama se abre para la sociedad mexicana, pues la victoria del 1° de julio significó un momento de culminación de años y años de lucha de generaciones enteras por empujar la democratización del Estado. Ese momento, fue una batalla más de las que hay que comenzar a ganar de ahora en adelante.
Desde la emergencia juvenil de 1968 hasta la lucha contra el fraude electoral de 2006, el objetivo principal ha sido abrir al Estado mismo, ir aislando las fuerzas políticas autoritarias que han alimentado un patrón de dominación durante años.
Ese autoritarismo fue clave para poder mantener la centralización estatal que conllevó el neoliberalismo de los años 80s, 90s y 2000.
El 68 fue en ese sentido, el punto de partida de las luchas democratizadoras y que dio lugar a una generación de luchadores sociales atrincherados en distintos nichos y desde distintas actividades.
Los movimientos y organizaciones sociales que conocemos hoy en día no podrían explicarse sin ese momento de ruptura.
Hoy, la victoria de un gobierno progresista se debe en gran parte al activismo político de esa generación que no cejó y que mantuvo la disputa desde cualquier espacio que se fue abriendo, a pesar de tener que renunciar por momentos al idealismo y trabajar como se pudo con lo que se pudo.
Este es de esos aprendizajes con los que hay que quedarse.
El 1° de julio significó un respiro en todas sus perspectivas, y aunque no es la victoria definitiva, si es una victoria importante de acumulación de lucha social que nos abre nuevos panoramas, nuevas potencialidades.
Definitivamente el país plantea ahora otras condiciones de posibilidad que no existían antes, léase la oportunidad de proyectar otro nivel de organización y movilización social sin represión, sin persecución, pero sobretodo, con la voluntad y disponibilidad de la misma sociedad, la que se encuentra abierta a nuevas opciones de cambio.
Eso hay que tomarlo y no perderlo de vista ni un segundo.
El futuro, que hasta hace unos años estaba cercenado por los gobiernos neoliberales, ahora se plantea como un futuro en disputa, nadie puede quedarse pensando que porque se ganaron unas elecciones, entonces ya cada quien puede volverse a su casa y dejar al gobierno hacerse cargo de las decisiones.
Ahora, ya no hay marcha atrás y eso significa que el futuro tiene que construirse desde la voluntad colectiva.
Con más razón hay que esforzarse para organizar y movilizar a las mayorías sociales, ya que ese futuro tendrá que disputarse con los verdaderos poderes establecidos, eso quiere decir que el cambio de gobierno no significa en sí cambio de Estado o cambio de régimen, eso aún está por verse.
Mientras el Estado sufrirá una serie de transformaciones no habituales hasta el momento, la derecha política comenzará a trasladarse del núcleo en el poder, pues se moverá ya sea al poder judicial, o al poder mediático, o al poder militar, o al poder regional, o tendrá que rehacerse conformando nuevos partidos políticos u otras opciones que vaya encontrando, sin embargo, seguirá existiendo por un largo momento y el poder definitivo que se asegurará de ello será el poder económico.
Los grandes grupos económicos sufrieron un revés, sin embargo, siguen en pleno auge y apenas divisen una oportunidad de saltar, lo harán sin dudarlo ni un momento. El ejemplo claro e inmediato es la pelea por el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Durante la campaña los empresarios, (sobretodo los aglutinados alrededor del Consejo Mexicano de Negocios, junto con el magnate Carlos Slim) aplicaron chantaje, amenazas y hasta un “Así no” a la decisión de Andrés Manuel de echar marcha atrás a su construcción. Definitivamente saltaron a defender los intereses de sus inversiones (usando el dinero de las Afores como el mismo Slim confesó), pues los grupos económicos no están dispuestos a perder ni un centavo aunque eso implique la destrucción de un lago, la ruptura del tejido social y una inversión pública cuantiosísima en un suelo inestable.
Frente a eso, la opción no es restarse de una pelea que aun ni siquiera comienza, la opción pasa por la disputa, siempre por la disputa.
Es fundamental disputar la consulta, organizar y movilizar para hacer valer la opinión social por encima de los intereses de clase de los grupos económicos que se escudan detrás de la razón de mercado, es decir, detrás de su beneficio propio.
Una de las tareas de la izquierda frente al nuevo panorama es necesariamente la disputa.
Disputar cada uno de los espacios del Estado es una tarea fundamental para continuar impulsando eso que la generación del 68 comenzó: la democratización del Estado. No podemos esperar que las condiciones cambien de un día para otro y que los poderes establecidos hasta ahora desaparezcan espontáneamente. El reto, a partir del 1° de julio es mayor, tenemos que disputar cada nueva oportunidad que surja, para de ese modo, colocar los intereses sociales dentro de las prioridades de la agenda nacional.
La tarea de los jóvenes que se plantean un relevo generacional, es colocarse al lado de esa generación que continúa dando la batalla, aprender de ellos y seguir disputando espacios en pro del beneficio social.
Porque de aquí en adelante, ganaremos no solo una elección presidencial, también ganaremos la consulta por el aeropuerto, vamos a ganar todas las consultas, plebiscitos, referéndums, porque ya no nos conformaremos con la democracia representativa, es momento de participar, de derrumbar el Estado neoliberal centralizado y excluyente y construir una nueva forma de organización donde la sociedad sea el eje articulador del nuevo horizonte.
Vamos a ganar esta y todas las consultas que vayan a venir. Es momento de la disputa y de la construcción de un nuevo futuro, es momento de no perder ninguna oportunidad.
*Politólogo, latinoamericanista, integrante de las organizaciones Relevo XXI y Por Un Respiro