El pensamiento indígena contemporáneo

¿Están pensando los indígenas en la construcción de un futuro distinto al que hoy vivimos?

Por Francisco López Bárcenas  | La jornada

indígenas-r

(2 de agosto del 2016).-¿Existe un pensamiento indígena en México? Y si existe, ¿cuáles son sus características?, ¿qué significa pensar la realidad desde la óptica de los pueblos indígenas?, ¿cómo se está elaborando ese pensamiento?, y sobre todo, ¿están pensando los indígenas en la construcción de un futuro distinto al que hoy vivimos? Para tratar de responder a estas y otras interrogantes similares, 30 intelectuales indígenas de 18 pueblos indígenas de México nos reuniremos los días 9 y 10 de agosto en un coloquio que se realizará en el Centro Cultural Tlatelolco de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El acto, relevante en sí mismo, adquiere más importancia porque el encuentro se realiza cuando nuestro país y el mundo se encuentran sumidos en una profunda crisis civilizatoria, a la cual se agregan las intenciones del capital de controlar la vida de los pueblos para explotar sus recursos naturales. Quienes elaboramos explicaciones a la situación social desde la óptica de los pueblos a que pertenecemos, no podemos ignorar esta situación porque es la misma en que nuestras ideas nacen, se desarrollan y relacionan otras diferentes. Otro aspecto que debemos tener presente es que somos producto una historia, la mayoría de las veces violenta. Todavía en el siglo XXI nuestros pueblos siguen subordinados a poderes externos que deciden su presente y su futuro.

Para buscar respuestas a las interrogantes planteadas, tampoco podemos olvidar que los pueblos a los que pertenecemos representan sociedades contemporáneas, que no están atrasadas frente a ninguna otra. En consecuencia, el pensamiento de los intelectuales indígenas a lo largo de la historia siempre ha sido contemporáneo, aunque no necesariamente se ubicó del lado de los pueblos. Un caso paradigmático de esto último se presentó en el siglo XX, cuando el Estado creó el indigenismo y algunos indígenas se colocaron de su lado para producir su pensamiento, desarrollando ideas parciales y subordinadas, dando origen a un tipo específico de ellos que después se acuñó como el indio permitido.

Con el advenimiento de la apertura comercial, el Estado mexicano modificó sus formas de legitimación y prescindió de este tipo de intelectuales, porque el indigenismo resultaba insuficiente para suplantar a los pueblos indígenas en el reclamo de sus derechos y se inventó entonces la política del multiculturalismo, que el Estado convirtió en una ideología para neutralizar sus luchas, arrebatándoles el carácter de sujetos políticos. Los intelectuales indígenas colocados de su lado tuvieron que transformar su quehacer, y los que no lo hicieron quedaron fuera de ese espacio, mientras otros se apresuraban a ocupar los espacios que el poder estaba dispuesto a cederles a cambio de impulsar su nueva ideología.

Hoy nos encontramos ante el reto de pensarnos como pueblos indígenas y como sociedades diferentes en un contexto donde muchas de las condiciones son adversas para hacerlo, reto similar al que enfrentan los pueblos de los cuales provenimos, para hacerse visibles y reclamar su derecho a seguir siendo pueblos pero remontando la situación de colonialismo en que viven. Ahí hay un primer horizonte para guiar nuestro pensamiento. Si queremos que sirva para construir un futuro distinto, tenemos que construir a partir de los proyectos de futuro que imaginan nuestros pueblos, tomando como base los valores culturales que ellos han construido a través de la historia y se reflejan en su vida cotidiana: el servicio para el bien colectivo, la ofrenda para el bienestar de los hermanos y hermanas, la ayuda mutua para la satisfacción de necesidades, el servicio comunal para que el pueblo funcione, entre otros.

Lo anterior marca también la forma en que se construye el conocimiento. En los últimos años se ha demostrado que tanto el mito como el logos tienen su propia racionalidad, y uno no es la negación o superación del otro, sino una forma racional distinta de explicar los fenómenos de la vida, que obedecen a situaciones históricas concretas, cada una con su propia sabiduría, entendida como la capacidad de exponer de manera ordenada los componentes de las respuestas fundamentales de la vida. Si aceptamos lo anterior, también podemos admitir que para la construcción del pensamiento indígena contemporáneo contamos con los elementos míticos, científicos, tecnológicos humanistas y filosóficos construidos a través de la historia, sean indígenas o no. Porque no se trata de negar lo ajeno, sino de revalorar lo propio para, en conjunto con otros conocimientos y en igual de valorizaciones, proyectar una sociedad diferente.

Requerimos de la construcción de un conocimiento que genere conciencia social de que los pueblos son pueblos, que tienen derecho a seguir siéndolo, y nadie lo tiene para negárselos; que su fortaleza está en su diferencia del resto de la sociedad dominante, que esa sociedad ha convertido en pivote para la subordinación y que ahora los pueblos deben convertirla en instrumento de emancipación. En los escenarios de lucha donde unos piensan que la historia sólo tiene un sentido y el futuro de la humanidad es el de la dominación del capital sobre la vida, debemos construir escenarios donde el centro de todo sea la vida y en eso los pueblos tienen mucho que enseña al resto de la humanidad. Es nuestra responsabilidad poner nuestros esfuerzos a esa causa.

Para ser contemporáneo, el pensamiento indígena debe alimentarse de la realidad de los pueblos y contribuir a su transformación. Debe aportar elementos teóricos que sirvan de guía en su lucha por la descolonización y nutrirse de ella, pues resulta un contrasentido un discurso sobre la descolonización que carezca de una práctica descolonizadora. Pero no puede encerrarse en sí mismo; debe dialogar con otros pensamientos de otras culturas que persigan los mismos fines, para lo cual es necesario modificar las formas subordinadas de relación entre pensamientos y culturas diferentes. De eso hablaremos en el coloquio el 9 y 10 de agosto en el Centro Cultural Tlatelolco.