No se usen las imágenes duras para solazar morbos sino para sensibilizar solidaridades. El terremoto no es un “reality show” y nada de construir un muro, lo que nos urge es re-construir a México
Por Fernando Buen Abad Domínguez / @FBuenAbad
Regeneración, 22 de septiembre del 2017.-En una situación de emergencia, de consternación y miedo como la que se produce con un sismo, la información es un aliado o es un enemigo según los intereses de quien la genera o manipula. Lo que debería ser un derecho inalienable y una responsabilidad social obligatoria, pasa a ser una mercancía lábil ahogada en mares de incertidumbre y angustia. Los monopolios mediáticos aprendieron a hacer, de esto, un festín comercial muy peligroso. México, tal cual. Poco es más desesperante que la insoportable levedad de la información mercantilizada. Avasalla conciencias para que reine el desconcierto. Toda información que se distribuya sobre México a partir del sismo debe ser verificada. Respeto por las víctimas y los damnificados.
Saber qué pasa, quiénes son los protagonistas, qué hacen, qué dicen, qué temen y qué necesitan. Objetivamente, concretamente. El maremágnum de acontecimientos es un desafío metodológico si se quiere contribuir a despejar confusiones pero es un caldo de cultivo idóneo si de lo que se trata es de que impere el desorden, el oportunismo y la proverbial manía burguesa de comerciar con las mentiras. En cada víctima del sismo está la sombra de la corrupción con las mafias inmobiliarias y gubernamentales. Ayudar no es sinónimo de cómplices.
Hay muchos presupuestos que deben ser tratados con destreza de quirófano si se quiere ser útil a las víctimas y a la justicia luego de que un fenómeno telúrico (o cualquier otro) hace de las suyas e impone sus consecuencias más duras (o menos) según su tamaño y según mil condiciones. Eso incluye la dialéctica entre la información y la opinión, entre los hechos y sus interpretaciones, entre la realidad y las ideologías. Eso incluye el acuerdo sobre principios universales que deben ser referentes y orientadores para que lo humano no se subordine a los negocios de los mercachifles, a los negociados políticos de sectas burguesas, o al “opio de los pueblos” en cualquiera de sus presentaciones. Son presupuestos teórico-metodológicos inexcusables a sabiendas de que, bajo el capitalismo que es mentiroso por definición, “por el engaño nos han dominado más que por la fuerza”. Por cierto, ¿alguien sabe qué relación hay entre sismos y fracking yanqui? (fractura de placas tectónicas para obtener petróleo). Toneladas de dinamita.
Y resulta que los gobiernos, que se han dedicado a defraudar a los pueblos al servicio de los empresarios, piden confianza en sus destrezas técnicas y administrativas para resolver o paliar las penurias, el duelo y las pérdidas que sufren las personas bajo esas condiciones duras. Piden “unidad” y “solidaridad” a-críticas para postergar debates, reclamaciones o denuncias a cambio de una reconciliación de clase coyuntural, ficticia y muy conveniente para el momento. A cambio de eso promesas, promesas y más promesas. Todo con sus cartas (de industrias inmobiliarias, de la construcción y del crédito) meticulosamente escondidas bajo la manga, para sacar jugo comercial al dolor de la gente. Todo con un decorado fastuoso de cámaras y micrófonos para simular el “derecho a la información” con gran tecnología mientras se distorsiona la semiología. CNN miserable -como es su naturaleza mercantil- comercia con el sismo y juega al “raiting” amarillista. Sus periodistas disléxicos terribles.
Un capítulo especial merece México, ensangrentado por el crimen organizado, golpeado por uno y otro fenómeno de la naturaleza (huracanes, terremotos, plagas…) aniquilado por las hambrunas, el desempleo, la expulsión de mexicanos a USA, el analfabetismo, la inflación, la especulación, la corrupción, los fraudes… ese México, pues, sacudido por el terremoto del neoliberalismo salvaje y que tiene millones y millones de damnificados. Ese México, en suma, que hoy padece en unos cuantos días dos terremotos, ahora vuelve a ser presa de las jugarretas informativas más irritantes y más dolorosas, porque han jugado con la esperanza del pueblo para volver a derrotarlo anímicamente en plena etapa pre-electoral. A esa clase de bajezas juegan los gerentes neoliberales cuando se juega con la información en medio de la tragedia. Son los amigos de Trump, cómplices del Muro. Quiere Peña Nieto un “padrón” de damnificados para “canalizar” la ayuda. ¿Pensará en créditos bancarios de sus cuates “inmobiliarios”? En México, ¿la urgencia de la demolición es urgencia de la contratación de negocios inmobiliarios? ¿Nuevos negocios con oficinas y viviendas? Cuando digan “es mala la calidad de la construcción” están queriendo culpar a los albañiles para esconder funcionarios.
A estas alturas de nuestra experiencia “informativa” global, después de que la bomba de Hiroshima se vendió como salvación de la humanidad; después de las “armas de destrucción masiva”; después de la ofensiva mediática contra Gadafi; después del ataque mediático monstruoso contra Venezuela… después de tanta falacia y tanto engaño, no podemos enfrentar acontecimiento alguno con ingenuidad ni lamentaciones a la hora en que se desnudan las mentiras y nos muestran el “estiércol del diablo” con que han sido fabricadas.
Y con esos antecedentes, con marcos teóricos y metodológicos pertinentes, con imaginación y suspicacia, con experiencia y con principios éticos sabemos que todo episodio será usado como emboscada para arrodillarnos ante los negocios de unos cuantos vivales que secuestraron el poder para extorsionar a los pueblos. Con esos antecedentes ya podemos ratificar que el “Derecho a la Información” es también un territorio de disputa social y que se trata de una disputa entre un pueblo urgido de orientación y claridad, frente a un puñado de comerciantes, para quienes los derechos humanos son sólo pretextos para negocios, para manipular, para extorsionar y para derrotar a los pueblos.
No se usen las imágenes duras para solazar morbos sino para sensibilizar solidaridades. El terremoto no es un “reality show” y nada de construir un muro, lo que nos urge es re-construir a México. Basta de saquear la riqueza del pueblo. Todo el dinero debe ir a las a las víctimas todas. Además de las necesidades que deja un terremoto a la vista, se hace visible también la necesidad del abrazo solidario de los pueblos hermanos. El sismo de 1985 produjo una sacudida nacional de la conciencia. Hoy, la auto-organización del pueblo superó al gobierno miserable. Saldremos de los escombros mediáticos.