Poco antes de ser cobardemente asesinado, Emiliano Zapata dirige una carta a Venustiano Carranza, Presidente de la República, el 17 de marzo de 1919:
“Como ciudadano que soy, como hombre poseedor del derecho de pensar y hablar alto, como campesino conocedor de las necesidades del pueblo humilde al que pertenezco, como revolucionario y caudillo de grandes multitudes, que en tal virtud y por eso mismo he tenido oportunidad de reconocer las reconditeces del alma nacional y he aprendido a escudriñar en sus intimidades y conozco de sus amarguras y de sus esperanzas; con el derecho que me da mi rebeldía de nueve años, siempre encabezando huestes formadas por indígenas y por campesinos…”.
Desde esa modestia, ajeno por completo a la soberbia del poder, sin pretender ocupar jamás un puesto público, sin claudicar, Emiliano Zapata advertía que la República estaba en ruinas. Y lo estaba no sólo porque muchos se enriquecieron a costa de la revolución, sino sobre todo, porque Carranza gobernaba por decreto, despreciando la recién nacida Constitución y protegiendo atropellos y abusos contra los pueblos, mientras la inseguridad y la delincuencia asolaban al país.
En un manifiesto, el 22 de agosto de 1918, Zapata argumentaba:
“Carranza, en vez de satisfacer las aspiraciones nacionales resolviendo el problema agrario y el obrero, por el reparto de tierras o el fraccionamiento de las grandes propiedades y mediante una legislación ampliamente liberal, en lugar de hacer esto, ha restituido a los hacendados, en otra época intervenidos por la revolución y las ha devuelto a cambio de un puñado de oro que entrado en sus bolsillos, nunca saciados…”.
En el “Llamamiento Patriótico a Todos los Pueblos Engañados…”, Emiliano Zapata alentaba a la población:
“Conciudadanos: todavía es tiempo de que os alejéis del profundo abismo, todavía es tiempo de que volváis al buen camino y dejéis a vuestros hijos la herencia más preciosa que es la libertad, sus derechos inalienables y su bienestar, podéis aún legarles un nombre honrado que por ellos sea recordado con orgullo, con sólo ser adictos a la revolución, y no a la tiranía personificada…”.
Zapata exigió a Carranza su renuncia como Presidente. A partir de allí, tal vez, podría reconstruirse el país.