Por Jenaro Villamil
En una hora y cinco minutos, entre invitados perfectamente seleccionados, en el estilo de un largo infomercial teleproducido y con un telepromter que lo hizo trastabillar varias veces, Enrique Peña Nieto rindió el mensaje de su primer informe de gobierno sin anuncios espectaculares y con muchas frases de optimismo.
“Tenemos 120 días para que 2013 sea recordado como un año de grandes transformaciones”, remató Peña Nieto casi al final de su mensaje, después de repasar las reformas impulsadas desde el Pacto por México e insistir en sus principales objetivos inmediatos: la aprobación de las reformas energéticas, financiera y fiscal.
Sobre la polémica reforma energética, cuya iniciativa presentó hace casi un mes, Peña Nieto insistió en los mismos mensajes. Ya no mencionó a Lázaro Cárdenas, el “gran ausente” en su retórica. Pero sí insistió que “las reservas y la renta petrolera seguirán siendo patrimonio de la nación”, y defendió el modelo de los “contratos de utilidad compartida”.
La ceremonia, realizada en el salón Francisco I. Madero de Los Pinos, se realizó horas después que la Cámara de Diputados aprobó en sesión de madrugada la Ley de Servicio Profesional Docente, una de las tres leyes secundarias de la reforma constitucional a los artículos 3 y 73 que generó en las últimas semanas las movilizaciones más intensas protagonizadas por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Peña Nieto no mencionó por su nombre a la organización gremial, pero envió varias frases relacionadas a este grupo disidente, dentro del SNTE. Felicitó a la Cámara de Diputados por la reciente aprobación y reiteró que “por encima de presiones e intereses de grupo”, su proyecto de reforma avanzará.
“En todo momento, las minorías deben respetar la democracia”, insistió.
Imágenes televisadas de perfecta producción “documentaron” las frases y promesas de Peña Nieto. No aclaró por qué la economía nacional sólo crecerá a 1.3 por ciento en 2013 ni por qué se estancó la inversión pública.
A cambio, prometió que se invertirán 4 billones de pesos en infraestructura y telecomunicaciones, gracias a la reforma en la materia, y que para crecer a mayores tasas “es necesario democratizar y elevar la productividad”. No abundó en esto.
Sobre su política de seguridad pública y combate al crimen organizado, Peña Nieto presumió que en los primeros 9 meses de gobierno disminuyeron en 13.7 por ciento los homicidios dolosos y subrayó la disminución en Tamaulipas (31 por ciento) y en Nuevo León (46.5 por ciento), dos de las entidades más afectadas recientemente por la disputa entre cárteles.
Nada concreto se ofreció sobre la creación de la gendarmería nacional ni sobre lineamientos distintos en materia de combate al crimen organizado. A cambio, Peña Nieto lanzó un mensaje en contra de los grupos de autodefensa que han surgido en Michoacán, Guerrero y Oaxaca.
“El gobierno de la República no tolerará que nadie pretenda hacer justicia por sus propios medios”, sentenció.
En política social, Peña Nieto mencionó la Cruzada Nacional Contra el Hambre que inició en 400 municipios. Promovió la tarjeta “Sin Hambre”, así como el fortalecimiento del programa Oportunidades, heredado de las administraciones panistas.
Sobre el incremento del desempleo, el incumplimiento de las metas para crear nuevas plazas laborales, nada mencionó.
En el largo infomercial, Peña Nieto presumió hasta las medallas de oro ganadas por deportistas mexicanos, como si fueran logro de su administración, así como promesas de más inversión en tecnología y ciencia.
La cultura no mereció ni una sola línea en su mensaje.
Eso sí, el exhorto final fue la parte líricamente mediática para hacer sentir a las teleaudiencias –que sustituyen a los ciudadanos– que México está a punto de “conquistar la cumbre”, que es necesario “mover a México, transformarlo de raíz” y que “juntos, hagamos historia”.
Los invitados a la ceremonia siguieron el discurso lleno de trastabilleos por Peña Nieto que hablaba a la pantalla, con un chicharito que ahora ya sustituyó a la oratoria.