El Brexit deja a Londres fuera de la Unión Europea y como socio financiero de China, el nuevo gigante mundial. Los nuevos tratados comerciales de Estados Unidos con Europa y el Pacífico (TPP y ATP), son para europeos y asiáticos un anacronismo porque los subordina a los intereses de economía y una hegemonía en declive.
Por John Saxe-Fernández*
Regeneración, 7 de julio de 2016. La crisis de sobreacumulación del capitalismo monopólico, su financiarización, estancamiento secular y la multipolarización del aparato productivo mundial (proliferación de empresas y bancos), es el contexto necesario al análisis de la geoeconomía y geopolítica del Brexit: un acontecimiento mundial cuya etiología se vincula a la crisis hegemónica de Estados Unidos, al ascenso de China y a la acumulación de fuerzas sociales impactadas por las guerras de agresión imperialista y la guerra global de clase desplegada bajo la rúbrica del “neoliberalismo”, ofensiva corporativa desatada por Estados Unidos desde el TLCAN hacia el “Transpacífico” y el “Transatlántico”, para afrontar una crisis estructural que se acentúa desde mediados de los años 60 y 70 del siglo XX. Acompañada de guerras de agresión, la neoliberalización ahora afronta respuestas de clase, género y etnia, de campesinos, indígenas, maestros, trabajadores, sectores medios, y no sólo en las calles de la periferia.
Para europeos y asiáticos el “reforzamiento” de la hegemonía de Estados Unidos y sus monopolios a través de dos versiones del diseño colonial formalizado en un TLCAN “en esteroides”, resulta más que un anacronismo, una amenaza a sus propios intereses tanto como el ALCA lo fue en 2005, máxime en un contexto geoeconómico y geopolítico de creciente multipolarización. Para Thierry Meyssan, por ejemplo, el Brexit es, en el contexto geopolítico mundial, “una adaptación pragmática (del Partido Conservador del Reino Unido –RU–) a los cambios en el mundo… la respuesta a la declinación de Estados Unidos… Ingresamos a una nueva era” (voltairenet.org 28/6/16). Su percepción goza del sustento histórico –que desmitifica la “relación especial” EU-RU y del registro de procesos vitales en curso: “justo como Margaret Thatcher nunca dudó un segundo en destruir la industria británica para transformar su país en un centro financiero, de igual manera los Conservadores no dudan en… sacrificar el petróleo del Mar del Norte a cambio de transformar la City en primordial centro financiero para el yuan” (ibid). Abrir las puertas para la independencia de Escocia e Irlanda del Norte ocurre en momentos en que la producción de los pozos del mar del Norte (petróleo de tipo Brent) está a punto de acabarse: “los yacimientos están secos”, y lo que se sigue llamando Brent tiene un contenido cambiante. (El Economista, 20/3/15). Explorar la riqueza potencial de la zona requiere de alto respaldo financiero que pocos pueden ofrecer.
La votación del Brexit coincidió con un vasto operativo militar de la OTAN contra Rusia, en medio de una histeria guerrerista que valió fuerte crítica de Frank Steinmeier, el ministro social-demócrata de Exteriores alemán, a quien cité aquí (La Jornada 23/6/16/ p. 31) a favor de evitar “belicismos sonando las botas” en la frontera rusa. El NYT, sumiso al riesgoso planteo de Estados Unidos y en abandono del periodismo profesional, no dijo ni pío sobre los dichos de Steinmeier limitándose a publicar (como si tuviese censores vigilantes en su sala editorial) el rechazo a esa crítica hilvanado no por el Departamento de Estado, sino por el Pentágono: “Altos mandos oficiales de la Marina dicen que los ejercicios en Europa no son el tronar de los sables” (NYT, 28/6/16). Así entonces ¿por qué inducir conflictos o peor, asumir riesgos de guerra catastrófica entre la OTAN y Rusia, en territorio europeo?
Wallerstein, escéptico de un inminente colapso de la Unión Europea (UE) por el Brexit, recuerda que la UE “desde su inicio ha jugado un papel geopolítico importante” y que Estados Unidos “públicamente ha estado apoyando su surgimiento y expansión, pero en realidad tratando de socavarla. Estados Unidos ha percibido a la UE como un verdadero peligro geopolítico”. Y desde tiempos de la Comunidad Económica Europea también de riesgo geoeconómico. A los círculos cercanos a Eisenhower y a su vice-presidente Nixon (1953-1961) les inquietaba mucho la vigorosa recuperación europea, que había experimentado un crecimiento económico más rápido que el de Estados Unidos. Temían que esa recuperación se acelerara. Para ellos el desempleo en Estados Unidos tenía su origen ahí, dando inicio a lo que, según J. Garten, ha sido “una paz fría” de Estados Unidos frente a un bloque liderado por Alemania que cuestiona su predominio en la política mundial por su potencial industrial y científico.
Esto se da en medio de guerras de agresión: James Petras no olvida que las guerras imperialistas de Estados Unidos son causa mayor “del terrorismo global y de la desintegración de la UE”: “(L)os orígenes se encuentran en las guerras de Estados Unidos bajo Bush, después Obama y con Inglaterra bajo Tony Blair”. Es un turbio recetario que incluye: 1) tropa, bombardeos y gran destrucción de países enteros, expulsando a millones de civiles de Irak, Libia, Yemen a la UE y 2) la creciente debilidad del “veto” de Estados Unidos a relaciones normales entre la UE y Rusia. El Brexit deja a Londres en la OTAN, sí, pero fuera de la UE y como socio de un yuan euroasiático.
* Publicado en La Jornada y en jsaxef.blogspot.com