Por Idem
Regeneración 01 de diciembre 2015.- En el Día Mundial de la Lucha Contra el Sida (hoy, 1 de diciembre), hagamos un ejercicio de proyección e imagine que su mejor amigo es VIH positivo, que desde hace mucho tiempo sabe de su condición y se preocupa por él, creamos que lo ama y admira profundamente. Digamos que es él, pero podría ser ella.
El que era mi mejor amigo es positivo, supe de su condición hace años; en aquella ocasión fuimos a visitarlo porque hacía meses que estaba tirado en cama con una gripa que le destrozaba el pecho sin explicación aparente. Aquella gripe siniestra hizo que decidiera realizarse el examen de VIH que resultó positivo.
Me acuerdo de la escena: estaba sentado sobre la cama, bañado en sudor, tapado con un par de cobijas y con un gorrito ridículo en la cabeza. No hablaba sin dificultad, pero a veces, sus palabras eran interrumpidas por estornudos pequeños y encadenados, como si fueran de alergia. Se le veía triste, su voz mínima por la irritación de garganta contó lo furioso que estaba consigo mismo, con el mundo.
Ninguno de los que estábamos en la sala éramos ignorantes, todos sabíamos cómo y por qué se transmite el VIH, entendíamos perfecto que éramos vulnerables por ser de la comunidad homosexual y además, propensos a tener uno que otro desliz en los lugares más insospechados.
Vivimos en el DF, estamos acostumbrados a dar y recibir amor en casi cualquier parte, ante la premura de la ciudad y el vaivén de cuerpos, no siempre se usan preservativos… asumimos el riesgo, pero jamás pensando que se hará efectivo.
Se recuperó de esa y muchas otras gripas y durante años salimos juntos por las calles buscando nuevas conquistas hasta el día que descubrí que no usaba condón.
Es un tipo atractivo, encantador, justo en las palabras y las acciones, si yo lo viera por la calle, sin duda querría llevarlo a mi cama a darnos un revolcón. Además de guapísimo y tener todo, toditito en su lugar, es seductor como pocos que conozco, dudo que alguien le diga que no.
Por todas esas razones, cuando supe que no usaba protección, le pedí que lo usara; lo traté con tacto, pero sin rodeos, le recordé los riesgos y la forma en que la comunidad homosexual, con frecuencia, da vueltas sobre su propio eje, compartiendo fluidos y novios. Y contestó: si uso condón, no se me para.
Entiendo que cuidarse es responsabilidad de cada quién, que de alguna manera somos responsables de nuestras decisiones, pero si un bombón de 1.80 se te acerca, te seduce y deliberadamente no te informa sobre su situación y confiado te vas con él, ¿cómo se puede llamar a eso? Claro que fue tu decisión, pero no sabías todos los factores.
Después de aquella charla decidí no intervenir, al final no era yo quien se acostaba con él, no tenía derecho a decirle cómo vivir su vida y mucho menos a reclamarle. Pero después de algunos años, en alguna otra fiesta, supe que un muchacho bastante más pequeño quedó prendado de él. En ese punto, me pareció que lo que estaba haciendo mi amigo, ya no era una reacción a la manera en que él mismo fue contagiado, sino ganas de vengarse del mundo, una compulsión destructiva que no tenía barreras.
Si podía acostarse con un muchachito sin protección y ningún tipo de remordimiento, algo andaba mal por ahí, así que volví a hablar con él, pidiéndole, no que dejara de acostarse con personas (ya no estamos en los años 80), sólo que se pusiera condón…
Para este artículo no importa contar el chisme completo, sólo quiero decir que hay muchas personas afuera, algunas saben que son positivos y no lo dicen a sus parejas, otros no tienen idea que lo son.
En 20 años de conocimiento acerca del virus, no se ha detenido nunca la propagación de éste. La prevención tiene resultados bajos. Y pese a todas las campañas, hay gente que sigue dándole vuelo a sus fantasías sexuales sin protección.
Entonces: cuídense, a manera personal, pero también a sus parejas sexuales; entre más cuide a la comunidad, más se cuidará usted mismo.