En los años 80 los gobiernos latinoamericanos -con la excepción de Cuba- adoptaron en general una actitud de capitulación ante los acreedores internacionales.
En la opinión de Eric Toussaint, del Comité por la Anulación de la Deuda Externa (CTDM):
Desde agosto de 1982 y ante la suspensión provisional del reembolso de la deuda mexicana, los acreedores, con la complicidad o la cobardía de los gobiernos latinoamericanos, en general supieron sacar provecho de la situación.
El FMI logró recuperar con intereses las sumas puestas en cada caso a disposición de los deudores para que pudieran honrar los compromisos internacionales y continuaran o retomaran los reembolsos.
Más importante, los gobernantes y las clases dominantes de América Latina, aceptaron las exigencias de los gobiernos imperialistas acreedores.
Las políticas llevadas a cabo en México, en Argentina o en Brasil están determinadas hasta en los más mínimos detalles en Washington sede del Banco Mundial, del FMI y de la administración estadounidense.
Entre 1982 y 2000, la deuda externa de México casi triplicó pasando de 57 mil millones de dólares a 157 mil millones.
En ese período el país pagó a sus acreedores 8 veces lo que debía.
Lo anterior en cifras del Banco Mundial, que dice que México le reembolsó 478 mil millones de dólares.
El país reembolsa endeudándosen y la deuda externa se vuelve eterna
El pago de la deuda externa mexicana representa una enorme transferencia de ingresos de los trabajadores, de los pequeños y medianos productores.
Los cuales son extraídos de los trabajadores y de los pequeños y medianos productores hacia los capitalistas poseedores de títulos de la deuda externa.
Entre los acreedores se encuentran capitalistas mexicanos que poseen una parte de los créditos gracias a los capitales que han colocado en los mercados financieros extranjeros.
Mientras el pueblo se empobrece obligado a sacrificarse para pagar la deuda externa, los capitalistas mexicanos se enriquecen de manera inédita.
Después de la crisis de 1994-1995, a pesar de discursos propagandísticos de los presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox, las transferencias de México hacia el exterior han sido enormes, peores que en los años de 1982-1986.
Según los datos comunicados por el Banco Mundial, entre 1986 y 2000, México recibió 140 mil millones de dólares en préstamos y reembolsó 210 mil millones.
Significa que México transfirió hacia sus acreedores 70 mil millones de dólares más de lo que recibió.
El reembolso de la deuda pública externa se hace en detrimento de los gastos sociales (educación, salud, vivienda) y de la inversión publica:
El gobierno dedica el 30% del presupuesto público al pago de la deuda externa.
En el 2001, el gobierno pagó 29 mil millones de dólares a los acreedores de la deuda pública externa.
Si añadimos el costo de la deuda pública interna, llegamos a sumas astronómicas.
En 2001, el costo financiero de la deuda pública interna y del Fobaproa-Ipab representó 131 mil millones de pesos mexicanos (unos 14 mil millones de dolares).
El total de la deuda pública interna y externa alcanza alrededor de 150 mil millones de dólares (mitad interna, mitad externa).
En dolares, el costo de esa deuda representó en 2001 alrededor de 43 mil millones de dolares.
Esto significó una hemorragia tremenda de recursos hacia los capitalistas nacionales y extranjeros acreedores.
El tesoro público dedica 2,5 mas dinero al pago de la deuda que a la educación pública en un país en el que, según el presidente de la Confederación Patronal de la Republica Mexicana (Coparmex), Jorge Espina, hay «32,5 millones de mexicanos analfabetos» (El País, 23 de Junio 2002).
Un país en el cual, según el mismo Jorge Espina más de la mitad de la población vive bajo la línea de pobreza.
El modelo entreguista aplicado después del 1982 por Miguel De La Madrid hasta Vicente Fox implica entregar progresivamente los ejes fundamentales del desarrollo económico, social y cultural de la nación al gran capital extranjero (sea norteamericano u europeo)
Esto se ha hecho en complicidad con los capitalistas mexicanos, manteniendo ellos un cierto control sobre una parte del aparato productivo.
Este modelo implica también una degradación profunda de las condiciones de vida de los asalariados, campesinos y demás pequeños productores, del pueblo en general.
La venta de empresas públicas implica una pérdida de soberanía nacional y el dinero de las privatizaciones sirve para asegurar el pago de la deuda pública interna y externa.
En el 2001, el banco estadounidense Citigroup se apodero de Banamex y en el 2002 Banco Bilbao Vizcaya ganó el control completo sobre Bancomer.
La situación económica en México se vuelve nuevamente muy tensa : pérdida de 500.000 empleos desde que empezó la nueva crisis económica en el vecino del norte a inicios del 2001 (90 % de las exportaciones mexicanas salen para EEUU).
El Producto Interno Bruto bajó en 2001.
El precio del petróleo, como el de otras materias primas, está deprimido, lo que reduce los ingresos fiscales del gobierno con los que se paga la deuda externa.
Las presiones contra el peso aumentaron nuevamente a mitad del 2002; las salidas de capitales se aceleraron.
Un aumento de la tasa de interés (premio de riesgo país) que paga México sobre su deuda no se puede descartar.
En breve, no es improbable una nueva crisis económica y financiera con problemas de pago de la deuda.
Sin embargo, la presidencia de Vicente Fox profundiza la política neoliberal de sus predecesores.
Con la política de apertura económica total que favorece a las empresas transnacionales, los obreros y obreras, los campesinos y campesinas de México están obligados a competir con los trabajadores de los demás países, cercanos y lejanos.
El diario español, El País, lo expresa de manera cruda : «las maquilas, las cadenas de montaje de capital extranjero, que crearon más de un millón de empleos, y constituyen el segundo generador de divisas después del petróleo, pierden competitividad.
La razón es simple: los obreros mexicanos ganan tres dólares y medio a la hora, y los chinos o indios, cuarenta centavos» (El País, 23 de Junio 2002).
Hace falta romper totalmente con el modelo neoliberal y quebrar el círculo infernal de la deuda.
No hay nada ineluctable.Las certidumbres teóricas neoliberales manifestadas hoy en día no valen apenas más que las de los liberales o conservadores al poder en los años 1920 antes del crack financiero.
El fracaso económico y el desastre social provocados por los neoliberales de hoy podrían desembocar en nuevos grandes cambios políticos y sociales.
La mundialización no es un bulldozer que aplasta todo a su paso: las fuerzas de resistencia son reales y vivas. La mundialización está lejos de haber logrado un sistema económico coherente: las contradicciones en el seno de la Tríada son múltiples.
Es más, las contradicciones entre el Centro y la Periferia se refuerzan ya que la dinámica actual de la mundialización es excluyente.
Los pueblos de la Periferia constituyen más del 85% de la población mundial: los que creen que van a dejarse marginar sin reaccionar cometen una gran equivocación.
Finalmente en el interior de la Periferia, las autoridades que aceptan la vía neoliberal pierden progresivamente elementos de legitimidad.
En general, las clases dominantes en estos países no tienen muchas perspectivas de progreso que ofrecer a la gran masa de la población.