29 de agosto de 204.-En 1980, para resumir su visión de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Ronald Reagan utilizó esta expresión: «Nosotros ganamos, ellos pierden». Diez años después, su sucesor inmediato en la Casa Blanca, George Bush, podía felicitarse de la misión cumplida: «Un mundo antes dividido entre dos campos armados reconoce que ya solo existe una superpotencia preeminente: Los Estados Unidos de América». Era el final oficial de la Guerra Fría.
Ese período, a su vez, ha pasado. Hoy suena la campana en Rusia, que ya ha «perdido» bastante y se ha dado cuenta de que su bajada programada nunca llegará al fondo mientras todos sus vecinos se vayan, uno tras otro, atraídos –o sobornados- a una alianza económica y militar dirigida contra ella. «Los aviones de la OTAN patrullan los cielos sobre el Báltico, hemos reforzado nuestra presencia en Polonia y estamos dispuestos a seguir adelante», señalaba por otra parte Barack Obama el pasado mes de marzo en Bruselas (1). Ante el Parlamento ruso, Vladimir Putin ha comparado esa disposición con la «política infame de la contención» que, según él, las potencias occidentales oponen a su país desde… el siglo XVIII (2).
La nueva guerra fría, sin embargo, será diferente de la antigua. Como declaró el presidente de Estados Unidos, «al contrario que la Unión Soviética, Rusia no dirige ningún bloque de naciones ni inspira ninguna ideología global». El enfrentamiento que se está estableciendo tampoco opone a una superpotencia estadounidense, con su fe religiosa y su seguridad imperial en un «destino manifiesto», a un «imperio del mal» al que Reagan maldijo, también, debido a su ateísmo. Al contrario, Putin corteja, no sin éxito, a los cruzados del fundamentalismo cristiano. Y cuando anexionó Crimea, recordó de entrada que es el lugar «donde fue bautizado san Vladimir (…), un bautismo ortodoxo que determina las nociones básicas de la cultura, de los valores y de la civilización de los pueblos ruso, ucraniano y bielorruso».
Lo que quiere decir que Moscú no admitirá que Ucrania se convierta en la retaguardia de sus adversarios. Abrasada por una propaganda nacionalista que incluso excede –que ya es decir…- la comedura de coco occidental, el pueblo ruso la rechazará. Sin embargo, en Estados Unidos y en Europa, los partidarios del gran rearme pujarán: proclamas marciales, avalancha de sanciones dispares que solo conseguirán macerar la determinación del otro campo. «La nueva guerra fría será probablemente más peligrosa que la anterior, ya ha advertido uno de los mejores expertos estadounidenses sobre Rusia, Stephen F. Cohen, porque, al contrario de su predecesora, no tendrá ninguna oposición –ni en el Gobierno, ni en el Congreso ni en los medios, las universidades o los think tanks» (3). La receta comprobada de todos los patinazos…
NOTAS
(1) Discurso de Barack Obama en Bruselas, 26 de marzo de 2014.
(2) Discurso de Vladimir Putin en el Parlamento de Rusia, 18 de marzo de 2014.
(3) Discurso en la Conferencia Anual de Rusia y EE.UU., Washington, 16 de junio 2014, reproducido en The Nation, Nueva York, 12 de Agosto de 2014.
Fuente: http://www.monde-diplomatique.fr/2014/09/HALIMI/50753
*Traducido del francés para Rebelión por Caty R.