La teoría de los hackers rusos de ‘El País’ busca demonizar el activismo digital

«Es increíble lo poco que duró la gloria del ciudadano-reportero. Ahora se le desacredita como distribuidor de noticias falsas, como ignorante, como polarizador», explica Renata Ávila, abogada de la World Wide Web Foundation, sobre el discurso de los medios masivos y el cierre de páginas web del 1-O en Cataluña.

Por Carlos del Castillo en Público 

Regeneración, 24 de noviembre de 2017.- En 2011 algunos se dieron cuenta de que habían creado un monstruo. Una rebelión contra el discurso de las élites, la total impugnación de todo un modo de entender el sistema democrático se les vino encima y ya era demasiado tarde para pararlo. Las acampadas de Sol y Wall Street se levantaron y las revoluciones en los países árabes se aplacaron, pero quedaron las estrategias de activismo digital que las pusieron en marcha. «La capacidad de los ciudadanos de organizarse rápidamente para defender sus derechos y alzar la voz no la pueden controlar los gobiernos, pero se dan cuenta que es un poder real», confirma Renata Ávila, abogada guatemalteca de la World Wide Web Foundation.

No obstante Ávila, experta en la defensa de derechos humanos en la era digital y miembro de la defensa de Julian Assange, explica en esta entrevista que los gobiernos de todo el mundo han encontrado vías para «censurar voces disidentes»: una de ellas es desacreditarlas. Y para eso les resulta muy útil la colaboración de esos «medios masivos que sirven más a intereses corporativos y de las élites financieras, que al público

en general», los que «hace poco alababan el poder de las redes para movilizarse y demandar más democracia» y ahora «están abogando por ser los sumos pontífices de la «verdad», los únicos con licencia para reportar qué es una noticia, los únicos con mandato para denuncia social». A veces con teorías tan inverosímiles como las de la injerencia rusa.

Es una clara amenaza a los derechos fundamentales, y no lo digo solamente yo, lo dice Naciones Unidas. Lo interesante en el caso catalán es también ver la impotencia de un gobierno para realmente controlar los sistemas. Antes, cuando las noticias se producían y distribuían localmente, era fácil, con una orden judicial, decomisar la imprenta e impedir la circulación de periódicos. Ahora es más complicado silenciar voces disidentes, lo cual hace las acciones tanto más grotescas a los ojos del mundo. Ahora bien, a medida que avanzan los días, las compañías parecieran no oponer gran resistencia ante órdenes judiciales claramente políticas, las cuales acatan sin mayor resistencia.

Estoy en total desacuerdo con dicha postura, que busca precisamente neutralizar y demonizar el poder de los ciudadanos conectados, una táctica que surge como respuesta a fenómenos sociales como las masivas protestas organizadas espontáneamente por los indignados, allá en el 2011. La capacidad de los ciudadanos de organizarse rápidamente para defender sus derechos y alzar la voz no la pueden controlar los gobiernos, pero se dan cuenta que es un poder real: entonces optan por dos tácticas en los últimos años: la vigilancia masiva, para causar miedo a represalias, y generar autocensura; y la descalificación de dichas voces, describiéndoles como «hackers rusos», net centers pagados y demás, para restar legitimidad a movilizaciones y centralizar los controles, acabando con la promesa de la rendición de cuentas democrática y descentralizada que la red proponía.

Es una narrativa peligrosa para la ciudadanía, porque hasta hace poco los medios que alababan el poder de las redes para movilizarse y demandar más democracia son precisamente los que están abogando por ser los sumos pontífices de la «verdad», los únicos con licencia para reportar qué es una noticia, los únicos con mandato para la denuncia social, y la verdad es que la credibilidad de los medios, desde hace años, está en declive y hay cientos de casos bien documentados donde se prueba que los medios masivos sirven más a intereses corporativos y de las élites financieras, que al público en general.

Es curioso que, de la misma forma que unos países descalifican a activistas como «interferencia rusa» en otros países se les descalifica por «revoluciones de colores» desestabilizadoras promovidas por el Departamento de Estado de Estados Unidos de América, con la arrogancia del que cree que las personas necesitan estar pagadas para exigir más democracia ante el hartazgo que produce en todos los niveles de corrupción e incompetencia política en todo el mundo.

¿Cómo se está viendo desde fuera el conflicto entre la Generalitat y el Estado central y el bloqueo de webs sobre el referéndum? ¿Cuál es tu opinión como observadora “neutral”?

‘El País’, el principal periódico del ‘régimen del 78’, está alimentando la teoría de “los hackers rusos” para denunciar el activismo digital en apoyo al referéndum. ¿Crees que existe esa «trama rusa»?

«Estoy en total desacuerdo con dicha postura, que busca precisamente neutralizar y demonizar el poder de los ciudadanos conectados».

Hillary Clinton ha dicho en una entrevista reciente que EU «ganó la Guerra Fría, pero perdió la guerra digital» con Rusia.

Y para muestra de incompetencia política, un botón: las declaraciones que mencionas, de la señora Clinton, son más bien tristes, hasta patéticas. ¿Cómo puede alguien que aspiraba a gobernar el país más poderoso del mundo, ignorar el imperialismo tecnológico de los EU? ¿Cómo puede describir esta señora a Rusia como un gigante tecnológico cuyo poder supera al de Estados Unidos, cuando son precisamente industrias y centros de investigación de Estados Unidos los que tienen un monopolio de hecho respecto de muchas de las plataformas claves de la red y junto con éstas, por los datos que recolectan a nivel global, una gran ventaja en temas de inteligencia artificial?

Es precisamente USA quien ha optado por sistemas de voto electrónico vulnerables por hackers de cualquier nacionalidad, por reglas vagas y malas de financiamiento de partidos políticos y por campañas cívicas tan mal elaboradas que hacen casi la mitad de la población con derecho a voto no se acerque a las urnas, muchos de ellos ni se registran para votar. ¿Y ahora todo es culpa de los hackers rusos?

No está preparándose, eso ya está bien establecido desde hace bastantes años. Ni siquiera Europa puede competir con Google, Facebook, Amazon y Apple.

Prácticamente la mitad de la población global usa diariamente los productos y servicios de dichas compañías y éstas tienen el poder de recolectar datos de casi la mitad de seres humanos del planeta, una nueva forma de extractivismo de materiales básicos para las industrias del mañana: un sofisticado entramado de productos y servicios súper personalizados, automatización y supresión gradual de experiencias colectivas por experiencias híper individuales, aisladas, controladas, que nos van a separar cada vez más de posibilidades de disenso y revolución social.

Si se puede saber casi todo de casi todas las personas en el planeta y además predecir su comportamiento como colectivo, entonces también se puede influir su comportamiento como colectivo. Es dicha concentración de poder en manos privadas, y orientadas al lucro, más que al interés público, la amenaza más grande a la democracia, la posibilidad de influir en el comportamiento de todos y que su poder no tenga ni límite ni par.

Están ocupando un nuevo territorio: nuestra mente y libre albedrío. Puedo decir que las reacciones de los gobiernos son tres:

Primera: Desacreditar voces independientes, que no pueden controlar, o simplemente hacerlas invisibles.

La etapa romántica del activista con su teléfono en la mano,

«Es curiosa la arrogancia del que cree que las personas necesitan estar pagadas para exigir más democracia ante el hartazgo con los niveles de corrupción e incompetencia».

– ¿Crees que EU se prepara para intensificar su imperialismo tecnológico alentando el miedo a Rusia?

«Si se puede saber casi todo de casi todas las personas en el planeta y además predecir su comportamiento, se puede influir en su comportamiento como colectivo».

– ¿Cuál crees que es la relación de fuerzas ahora mismo entre la ciudadanía, EU, Rusia, etc. en Internet?

«El momento de estar tomando fotos de abusos a derechos humanos y haciéndolos públicos a una audiencia global, en Internet, ya pasó. El romance se acabó. Ahora, a ese ciudadano se le desacredita como distribuidor de noticias falsas, como ignorante, como polarizador, como desestabilizador. Es increíble lo poco que duró la gloria de «cada ciudadano, un reportero». La situación ya no es la de la primera generación de Internet. Casi siete años después de la llamada por algunos «Primavera Árabe», los gobiernos encontraron que, ante la imposibilidad de censurar voces diversas, éstas se pueden desacreditar. Las compañías que controlan los buscadores también están creando sistemas que privilegian ciertas fuentes sobre otras. Las voces disidentes quedan enterradas bajo cientos de artículos de fuentes comerciales u oficiales.

Segundo: vigilancia y control masivo y a bajo precio.

En el momento que abandonamos el navegador y el ordenador, por el teléfono móvil y las Apps ya el ciudadano perdió varios niveles de autonomía, ya que, por diseño, las tecnologías móviles son mucho más vulnerables a varios mecanismos de control, censura y vigilancia. Cargamos en nuestro bolsillo a un pequeño informante que dice a dónde vamos y que extrae información de nuestro comportamiento todo el tiempo. Y éste enemigo de bolsillo permite al gobierno vigilarnos a todos, y a bajo costo. Pronto permitirá predecir nuestros movimientos.

Me preocupa especialmente la vigilancia, porque el siguiente paso es la adopción a sistemas como aquellos de minority report, donde ya no es la amenaza real la que se ataca, sino la posible acción futura.

Vivimos en una sociedad que se acerca a pasos acelerados a un estado permanente de policía, donde cualquier comportamiento, opinión o acción, aunque completamente legal, que se separe de lo normal, de lo standard, del montón, es calificada como sospechosa.

Tercero: Estados de excepción permanentes.

La tercera respuesta de los Estados no es tecnológica, ha sido la declaración de Estados de Excepción que se renuevan indefinidamente, escudados en razones de seguridad nacional, para así poder restringir el derecho a la protesta e intimidar a las personas con gran facilidad.

Al cifrado ya lo han atacado desde posiciones que denotan una ignorancia técnica vergonzosa. Es precisamente el cifrado y el software libre los que permiten a los ciudadanos gozar de niveles más o menos aceptables de privacidad y seguridad en línea, porque el primero permite que las comunicaciones no sean interceptadas y vulneradas por terceros, y a comunicaciones no me refiero únicamente a aquellas entre humanos sino también aquellas entre sistemas, como la transmisión de datos de una cuenta bancaria a otra: no podríamos gozar de la confianza que tenemos en las transacciones electrónicas sin el cifrado.

En el caso del software libre, más y más los gobiernos del todo el mundo reconocen su importancia económica y las compañías que controlan los buscadores también están creando sistemas que privilegian ciertas fuentes sobre otras. Las voces disidentes quedan enterradas»

«La sociedad se acerca a pasos acelerados al estado policial, donde cualquier opinión, comportamiento o acción que se separe de lo normal es calificada de sospechosa»

– ¿Crees que los gobiernos van a denunciar abiertamente al software libre, la criptografía, TOR, etc. porque no lo pueden controlar?

«Antes se arrestaba al chico que imprimía a escondidas el panfleto todo el mundo. Ahora arrestan a ciberactivistas por poner sus habilidades al servicio de causas de la sociedad. Reconocen su importancia económica y política: el software privativo no permite realizar auditorías del código y como se ha revelado tanto por Edward Snowden como por Wikileaks, las vulnerabilidades de éste se aprovechan por agencias de seguridad para así poder atacar sistemas de sus opositores.

Pero también es un tema económico: las actualizaciones y adaptaciones de software privativo son extremadamente onerosas para las instituciones del Estado y hay crecientemente un impulso hacia la soberanía o independencia tecnológica, que permita desarrollar industrias locales de software.

Pero hay un punto de vulnerabilidad que sí que pueden atacar los gobiernos: antes se arrestaba al chico que imprimía a escondidas el panfleto, ahora los gobiernos están arrestando a estos activistas que utilizan sus habilidades técnicas como una forma de protesta pacífica, están precisamente enviando a prisión a quienes tienen las habilidades técnicas para poder utilizar, ya no las redes, los sistemas, para promover la democracia, el acceso al conocimiento y la lucha contra la corrupción: los arrestan, los descalifican como hackers rusos y con la criminalización de ellos se va la posibilidad de ocupar otros espacios tan duramente ganados por las luchas sociales. Pienso en casos como el de Jeremy Hammond o Aaron Swartz.