Liga Comunista 23 de Septiembre

Historia del  exterminio

En los años setenta, tras el desmantelamiento de las guerrillas rurales en Chihuahua y Guerrero, surgieron 30 grupos armados en las principales ciudades del país. La mayoría de sus integrantes eran estudiantes radicalizados por la represión de 1968 y 1971, jóvenes que adoptaron la lucha armada impulsados por la desesperación y el idealismo. En 1973, una decena de estas organizaciones clandestinas formó la Liga Comunista 23 de Septiembre, la guerrilla urbana con mayor estructura política-militar en todo el país. El gobierno recurrió a la guerra sucia para aniquilarla.

 

Roberto Gallangos, uno de los militantes de la Liga Comunista 23 de septiembre, desaparecido por la Guerra Sucia.

 

Por Jesús Ramírez Cuevas

Regeneración, 11 de agosto de 2017.- La guerrilla urbana de los años setenta se nutrió principalmente de estudiantes radicalizados por la represión gubernamental al movimiento estudiantil. Quienes se integraron a sus filas eran, en su mayoría, jóvenes idealistas que sintieron impotencia ante el autoritarismo priísta y abrazaron ideas revolucionarias que los llevaron a optar por la vía armada para cambiar al país.

Los primeros grupos guerrilleros urbanos se gestan después de la matanza de Tlatelolco en 1968. Surgen entre otros, el Comando Lacandones, el Frente Urbano Zapatista, el Movimiento de Acción Revolucionaria, el Ejército Insurgente Mexicano, la Unión del Pueblo, las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo y las Fuerzas de Liberación Nacional.

Periódico de la Liga, del cual se editaron 58 números en la clandestinidad. Alcanzó un tiraje de 40 mil ejemplares

Sus acciones armadas inician después del 10 de junio de 1971. La respuesta del gobierno no se hizo esperar: decenas de militantes clandestinos caen en enfrentamientos o son detenidos. Hacia 1973, casi todos esos grupos habían sido desarticulados.

Según Gustavo Hirales, «guerrillero arrepentido», «la mayoría de los grupos armados que se manifestaron a partir de 1970 se caracterizaban por ser reducidos y porque centraban sus actividades en acciones militares encaminadas a conseguir recursos económicos que les sirvieran para desarrollar sus actividades; su trabajo en el seno de las masas era casi nulo. El escaso desarrollo de todos esos grupos los hacía incapaces para asimilar los golpes de la represión, pudiendo ser fácilmente destruidos» (Memoria de la guerra de los justos).

En este contexto, varios de esos grupos o lo que quedaba de ellos, se unieron y fundaron la Liga Comunista 23 de Septiembre, que constituyó la expresión más desarrollada del movimiento armado en esos años al lograr una presencia nacional. Su nombre era un homenaje a la primera guerrilla del México contemporáneo, que atacó el cuartel militar de Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965.

Heladio Torres, sobreviviente del Comité Militar de la Liga, explica: «Para muchos de nosotros fue válido tomar las armas, el gobierno demostró que no había espacio para la lucha democrática. Fuimos a la clandestinidad para responder a la cerrazón del régimen. La Liga fue nutrida con muchos activistas del movimiento estudiantil y sindical que sufrían represión».

El 15 de marzo de 1973, en Guadalajara, surge la Liga en una reunión organizada por Ignacio Salas Obregón, Oseas, (quien retomó el proyecto de Raúl Ramos Zavala). Ahí se unen el Frente Estudiantil Revolucionario, los Procesos de Monterrey, el Movimiento Estudiantil Profesional (estudiantes cristianos), los Enfermos de Sinaloa (estudiantes de la FEUS), el Comando Lacandones (estudiantes del IPN y de la UNAM), Los Guajiros, el Grupo 23 de Septiembre, Los Macías, el grupo Oaxaca y parte del Movimiento de Acción Revolucionaria. Las FRAP y el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas no se incorporan por diferencias políticas.

En la segunda reunión nacional (julio de ese año), la Liga decide realizar varias acciones para darse a conocer y acuerda impulsar un ensayo de insurrección en el Valle de Culiacán, Sinaloa. Entonces, la Liga tiene presencia en 23 estados.

La DFS inicia la cacería de guerrilleros

La Liga supuso tener la fuerza suficiente para extender la guerrilla a todo el país. Sus primeras acciones fueron al mismo tiempo espectaculares y estremecedoras.

El 17 de septiembre de 1973, uno de sus comandos intenta secuestrar al industrial Eugenio Garza Sada, cabeza del Grupo Monterrey, sin embargo, el empresario muere asesinado en el intento.

Días después, el 10 de octubre, otro comando de la organización secuestra en Guadalajara al cónsul británico Duncan Williams y al empresario Fernando Aranguren. El gobierno mexicano rechaza negociar con la Liga y ésta decide ejecutar a Aranguren y liberar al diplomático inglés.

A partir de ese momento, el gobierno mexicano lanza una campaña de exterminio contra la Liga mediante el asesinato, la tortura y la desaparición. Miguel Nazar Haro, subdirector de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) declara esos días a la prensa: «La cacería ha comenzado».

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Semanas después, agentes bajo el mando de Nazar Haro, detienen en el DF a Ignacio Olivares Torres, Sebas, y a Salvador Corral, Roberto, de la dirección nacional de la Liga. Ambos son destrozados literalmente en la tortura. De acuerdo con diversos testimonios, a Ignacio Olivares le destrozan todos los huesos, le meten clavos en las rodillas, en los hombros y le estallan la cabeza. A Corral le hacen algo parecido. Como mensaje macabro, a Olivares lo arrojan cerca de la casa de la familia Aranguren en Guadalajara, y a Corral a unos metros de la casa de los Garza Sada en Monterrey.

Poco antes, Pedro Orozco Guzmán, responsable del secuestro de Aranguren, es ejecutado por la DFS.

Con estos crímenes inician las ejecuciones y desapariciones de la guerra sucia contra la guerrilla.

En respuesta, la Liga arrecia sus campañas de propaganda armada, secuestros y robo de bancos.

En Sinaloa, el 16 de enero de 1974, día del «ensayo de insurrección general», cientos de activistas armados se movilizan en el Valle de Culiacán, miles de estudiantes salen a las calles y se les unen más de 10 mil jornaleros agrícolas. La Liga considera un éxito la operación Asalto al cielo, pero el gobierno responde con fiereza. La DFS, el Ejército y policías locales realizan detenciones masivas de estudiantes, asesinan y desaparecen a activistas y a guerrilleros.

La Liga efectúa su tercera reunión nacional el 4 de abril de 1974. Ahí decide construir un ejército guerrillero dirigido por una coordinadora nacional, integrada por los dirigentes de las agrupaciones unificadas. El buró político es encabezado por Ignacio Salas Obregón, José Angel García Hernández, Rodolfo García Gómez y Manuel Gómez García. Se crea un Comité Militar que dirige los operativos. Los militantes se organizan en brigadas, coordinadas por comités estatales y locales.

Sin embargo, el 29 de abril es detenido el principal dirigente de la Liga, Ignacio Salas Obregón, tras un enfrentamiento con policías de Tlalnepantla, estado de México. Se disuelve la coordinadora nacional y la dirección es retomada por el comité de redacción del periódico Madera, el órgano central de la organización.

Entre 1974 y 1976, la Liga entra en un «periodo gris» y enfrenta un debate interno entre las tendencias militaristas y las que privilegian el trabajo político de masas. Aumentan sus acciones armadas en medio del acoso policiaco, incluidos los asesinatos de policías.

El 11 de agosto de 1976, David Jiménez Sarmiento, Chano, encabeza un comando que intenta secuestrar a Margarita López Portillo, hermana del presidente electo. El operativo fracasa y muere abatido Jiménez, considerado el último dirigente histórico de la Liga.

Tras su muerte, Luis Miguel Corral García, El Piojo Blanco, retoma la dirección y se convierte en «el hombre más buscado por la policía».

En ese año, el gobierno crea la Brigada Blanca, un grupo antiguerrilla integrado por policías y militares. Formalmente era dirigido por dos coroneles del Ejército mexicano, pero en los hechos estaba bajo el control de Miguel Nazar Haro, subdirector y después director de la DFS.

La Brigada Blanca trasladaba a los guerrilleros detenidos al Campo Militar Número Uno y a otras cárceles clandestinas. Mediante la tortura física y psicológica obtenía información que le sirvió para acabar con la Liga.

Cambio de estrategia

Al arreciar la represión, la Liga cambia de estrategia, señalan varios sobrevivientes. Entre 1975 y 1976 ocurren muchas «detenciones y desapariciones» y al mismo tiempo el periódico Madera alcanza un tiraje de 40 mil ejemplares mensuales, revela Heladio Torres. Y agrega: «Entonces, la principal actividad de la Liga era política, de propaganda revolucionaria en zonas obreras y populares, aunque se le identifica más por los secuestros y por las expropiaciones».

En 1977 y 1978, asegura Jaime Laguna, «la orientación central de la orga -como le llama- fue abordar las tareas frente a la movilización de las masas y la creación de bases de apoyo».

Las acciones militares -explica por su parte Alvaro Mario Cartagena López, quien en su momento fue uno de los guerrilleros más buscados- ya no se reivindican públicamente, pero en este lapso la Liga profundiza su trabajo político, se forman brigadas en fábricas, campos agrícolas, escuelas y se crea una red de colaboradores.

La Liga se distinguió de otros grupos armados por su independencia, recalca Graciela Mijares. «Nunca recibió entrenamiento, dinero ni apoyo del exterior -aclara. Al contrario, asumió posiciones muy críticas frente al socialismo real, la Unión Soviética, China y Cuba, así como ante el Partido Comunista Mexicano».

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Dos guerrilleros que aparecen en esta nota, Lázaro Torralva y Antonio Gallangos Cruz, fueron detenidos por la DFS en 1976; y están desaparecidos hasta ahora.

La Liga aprovecha la efervescencia sindical en las zonas industriales de Ecatepec, Naucalpan y Tlalnepantla, en el estado de México, y emprende una campaña propagandística entre obreros. Los guerrilleros acuden armados a las asambleas de trabajadores, los alientan a seguir luchando y reparten el Madera. En tanto, el cerco policiaco se estrecha.

Así, la Liga interviene en el movimiento sindical de la Cervecería Modelo. El 20 de febrero de 1977, uno de sus comandos irrumpe en una asamblea de mil trabajadores y anuncia que para lograr las demandas laborales secuestrarían al dueño de la empresa. El movimiento sindical es desmantelado y son despedidos unos 100 trabajadores.

El 30 de marzo, la Liga secuestra a Antonio Fernández, presidente del consejo de administración de esa empresa. Antes de liberarlo, el grupo armado obtiene 25 millones de pesos, la reinstalación de los obreros despedidos y el pago de pensión a más de 150 jubilados.

La respuesta oficial es devastadora. El 12 de abril, la Brigada Blanca descubre al comando que realizó el secuestro en una casa de seguridad de la colonia Avante; 200 elementos de la Brigada Blanca, encabezados por Francisco Sahagún Baca y el coronel Rafael Rocha Cordero, rodean la casa y, tras una balacera, detienen a seis guerrilleros, entre ellos Francisco Pérez Rayón y Luis Miguel Corral García, el principal dirigente de la Liga. Son trasladados al Campo Militar Número Uno; a la fecha están desaparecidos.

El 31 de agosto de 1977, la Liga intenta secuestrar al profesor de la UNAM, Hugo Margáin Charles, hijo del embajador mexicano en Estados Unidos, pero muere desangrado. Esta fue quizá su última acción armada importante.

En esos años se da una guerra sin cuartel entre guerrilleros -cada vez más acosados y diezmados- y la fuerza antiguerrillera -cada día más cruel y brutal. En los últimos cinco años de la Liga, menos de 10 de sus militantes caen en la cárcel, los demás fueron asesinados o desaparecidos.

El 24 de enero de 1981, cerca de Ciudad Universitaria, agentes de la Brigada Blanca acribillan a Miguel Angel Barraza García, El Piojo Negro, jefe del comité de redacción del Madera y último dirigente de la organización.

Para 1982 la Liga está prácticamente desmantelada; sus dirigentes, desaparecidos o muertos; y deja de aparecer el Madera (se publicó hasta el número 58). La Liga había sido derrotada. Aunque algunos grupos siguieron actuando por varios años, ésta ya no existía como tal.

Ese año el gobierno mexicano propuso la posibilidad de legalizar a la Liga como partido político si renunciaba a las armas. Jaime Laguna, cuenta que «esta posibilidad nunca se concretó, ya que a la persona que le hizo la oferta, un enviado de Jesús Reyes Heroles (secretario de Gobernación), nunca informó al resto».

Era el final, pero insiste Heladio Torres: «Nos derrotaron militarmente por errores que cometimos y porque no calculamos la violencia que usaría el Estado contra nosotros, pero nuestra propuesta política sigue vigente».

Con la disolución de la Liga, el gobierno mexicano dio por aniquilada la guerrilla urbana. La mayoría de quienes entonces abrazaron las armas terminaron asesinados, desaparecidos o encarcelados. De los 532 desaparecidos, cuyo paradero hoy investiga la PGR, unos 150 pertenecieron a la Liga.

Graciela Mijares, compañera de Ignacio Salas Obregón, concluye: «El gobierno mexicano nos trató como delincuentes, nunca reconoció las causas políticas de nuestra lucha. Nos dejaron sin nombre, nos aniquilaron y nos borraron de la historia. Hoy es necesario que se conozca la verdad».

Estos jóvenes cometieron delitos con la «violencia revolucionaria» que ejercieron, por ello, en un Estado de derecho, debieron ser procesados y juzgados; no obstante, el gobierno respondió con la barbarie.

Originalmente publicado por La Jornada el 28 de marzo de 2004