Los principios de política exterior y el pensamiento estratégico de Obrador

Decir ante el Grupo de Lima que México no intervendrá en asuntos internos de Venezuela no es estar a favor de este país, es dar un ejemplo de respeto ante una nación que debe decidir por sí misma el gobierno que quiere para su futuro

Los principios de política exterior y el pensamiento estratégico de Obrador 3

Por Gonzalo Ballesteros, analista de temas internacionales

Regeneración, 8 de enero, 2019. México construyó sus principios de política exterior con base en un legado histórico lleno de conflictos e intervenciones. Nuestro país sufrió de imperialismo, espionaje, despojos, guerras y amenazas de gobiernos que tuvieron y han tenido grandes intereses económicos, políticos e ideológicos 1.

Ante estos hechos, recogimos experiencias de gran utilidad y las transformamos en guías rectoras para la conducción de nuestras relaciones. A su vez, estos principios se integraron a nivel mundial como un faro para las relaciones internacionales de todo aquel que quisiera defender su soberanía ante amenazas directas o indirectas de potencias extranjeras. Basta con ver el actuar de México a través de destacados diplomáticos como Isidro Fabela o Torres Bodet a mitad del siglo XX.

La visión de nuestro presidente para retomar esta política exterior de principios no tiene nada que ver con la lógica del avestruz, que esconde la cabeza ante temas como Venezuela, sino con una realidad más compleja, que tiene que ver con un mundo en el que —ante la crisis del capitalismo, la escasez de recursos estratégicos y una mayor cantidad de competidores globales— se generaron dinámicas de racismo y xenofobia guardadas en el fondo de su caja negra.

Estas actitudes fascistas fueron disimuladas en la era del neoliberalismo, donde el paradigma dominante de las relaciones internacionales era el enfoque de la globalización: la ayuda humanitaria, el adelgazamiento del estado, el fin de la geopolítica y el auge de la geoeconomía, y el camino libre a la mano invisible del libre del mercado.

Ahora, ante lo que parece ser el fin de un orden internacional, los gobiernos se descaran y muestran su lado más rapaz. En este juego global, Obrador muestra sus talentos en una partida de ajedrez: calculador, prudente y mesurado. Estas cualidades muestran al exterior que México retomará en sus manos su propio destino.

Los mensajes que estamos mandando son claros: queremos el diálogo por encima del conflicto, promocionamos el desarrollo por encima de bloqueos económicos, deseamos la paz y no la guerra, respetamos al Otro sin discriminación ni diferencias, y no nos prestaremos a juegos geopolíticos que busquen la inestabilidad de algunos estados o regiones.

Decir ante el Grupo de Lima que México no intervendrá en asuntos internos de Venezuela no es estar a favor de este país, es dar un ejemplo de respeto ante una nación que debe decidir por sí misma el gobierno que quiere para su futuro. Nosotros no podemos juzgar los asuntos internos de otra nación. Lo que si podemos hacer es coadyuvar a la solución de controversias por medio del dialogo respetuoso, siendo neutrales y promoviendo el uso de las vías pacíficas.

Esta postura nos coloca como referente moral en la región, ya que ningún gobierno tendrá el valor de contradecirnos. Incluso, habrá quienes empiecen a seguirnos y, quizá en poco tiempo, sin buscar un liderazgo artificial, lograremos cambios positivos en toda la región, impulsados por México.

Falta mejorar muchas cosas en nuestro país para convertirnos en potencia internacional, pero eso ya se está trabajando. Con los cambios en la política económica, la lucha contra la corrupción, la activación de la Guardia Nacional, el fortalecimiento de las industrias estratégicas del país y la disminución de la desigualdad, no habrá dudas de que seremos un líder global y Obrador pasará a la historia como un estratega con visión de política internacional.


  1. La autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.