Me toca ahora hablarlo al compañero maestro zapatista Galeano.
Hablarlo para que en la palabra viva. Hablárselos para que tal vez así entiendan nuestra rabia.
Y decimos “maestro zapatista Galeano” porque ése era el puesto o la posición o el trabajo que tenía el compañero cuando fue asesinado.
Para nosotros, nosotras, zapatistas, el compañero maestro Galeano sintetiza toda una generación anónima en el zapatismo. Anónima para afuera, pero protagonista fundamental en el alzamiento y en estos más de 20 años de rebeldía y resistencia.
La generación que, siendo joven, estuvo en las llamadas organizaciones sociales y conoció la corrupción y falsedad que nutre a sus dirigentes, se preparó en la clandestinidad, se alzó en armas contra el supremo gobierno, resistió a nuestro lado traiciones y persecuciones, y orientó la resistencia de la generación que hoy asume los cargos en las comunidades indígenas.
La muerte violenta, absurda, implacable, cruel, injusta lo alcanzó con el cargo de maestro.
Un poco después y lo hubiera alcanzado como autoridad autónoma.
Algún tiempo antes lo hubiera tocado como orientador.
Antes de eso, hubiera la muerte matado al miliciano.
Muchas lunas antes el muerto hubiera sido un joven que sabía lo suficiente y necesario sobre el sistema, y buscaba, como muchas, muchos, muchoas todavía, el modo mejor de desafiarlo.
Hace un año un trío de periodistas de paga, adocenados por el gobierno del Ario Velasco y su podrida corte, levantaron una mentira en torno a su asesinato.
Quien tomó las fotos lastimeras de los supuestos golpes cuidadosamente vendados de los asesinos, como premio fue a pasear a Nueva York otras fotos mercenarias.
Quienes tragaron sin reparo la mierda gubernamental y la difundieron en primera plana, ahora tienen eco en quienes maquillan la noticia y presentan su asesinato como producto de un enfrentamiento.
Quienes callaron cómplices por conveniencia financiera o cálculo político siguen simulando que hacen periodismo y no publicidad mal disimulada.
No muchos días antes de este que nos convoca, leímos en la prensa de paga que la “heroica”, “abnegada”, “profesional” e “impoluta” policía del Distrito Federal, en México, tuvo un “enfrentamiento”, así dijeron, con un grupo de personas invidentes. Los malvados ciegos arremetieron con sus “armas”, sus bastones, a los pobres policías que no hacían sino cumplir su deber y tuvieron que responder con golpes de tolete y escudo para hacer ver, a los sin vista, que la ley es la ley para los de abajo, y para arriba no es.
Y también hace poco, y con motivo de esas especulaciones de temporada que suelen azotar no sólo al gremio periodístico, también a las redes sociales, cuando hablar de algo es ocultar que no se tiene nada importante qué decir o informar, una periodista, de ésas que alegan “profesionalismo” y “objetividad”, escribía sobre la muerte del hermano en lucha y recogedor de lluvias, Eduardo Galeano, y suponía una liga falsa entre el Galeano escritor y el Galeano maestro, miliciano y zapatista.
Al hacer referencia al compañero zapatista Galeano, la periodista de paga insistía en que había muerto en un enfrentamiento y remitía a las fotos de su colega turista en Nueva York.
Señalo que es una periodista no por misoginia, sino por lo siguiente: como ya es común en los medios de comunicación, tan común que a veces ni nota alcanzan, los asesinatos de mujeres son también maquillados de modo que son “muertas” y no “asesinadas”.
Tomemos un caso cualquiera, un hogar o una calle cualquiera, una geografía cualquiera, un calendario cualquiera: hay una discusión, una pelea, o ni siquiera eso, sólo porque sí, porque él manda, el hombre agrede a la mujer, la mujer se defiende y alcanza a rasguñar al hombre, el hombre la asesina a golpes, a puñaladas, a balazos, a desprecio. El hombre es atendido y los arañazos curados y vendados.
Sobre este hecho, la periodista, “profesional y objetiva” como dice ser, hará la siguiente nota: “una mujer murió en un enfrentamiento con su pareja, el hombre presenta heridas producto de la pelea. Se adjuntan fotos del pobre hombre herido, después de ser atendido en los servicios médicos. La familia de la mujer agresora se negó a que fuera fotografiado su cuerpo”. Fin de la nota y a cobrar.
Así son las notas periodísticas de hoy: ciegos armados con bastones se enfrentan contra policías armados con escudos, toletes y gases lacrimógenos. Mujeres armadas con sus uñas se enfrentan contra hombres armados con cuchillos, garrotes, pistolas, penes. Éstos son los “enfrentamientos” de los que se da cuenta en unos medios de paga, aunque algunos se disfracen de medios libres, como algunos que se registraron así, pensando que no los conocíamos y no los íbamos a dejar pasar si eran de paga. Pero los conocemos y aquí están “cubriendo” este acto.
El compañero maestro zapatista Galeano no murió en un enfrentamiento. Fue secuestrado, torturado, desangrado, apaleado, macheteado, asesinado y rematado. Sus agresores tenían armas de fuego, él no. Sus agresores eran varios y varias, él estaba solo.
La periodista “profesional y objetiva” reclamará las fotos y la autopsia, y no tendrá ni las unas ni la otra. Porque si ella no se respeta y no respeta su trabajo, y por eso escribe lo que escribe sin que nadie se lo cuestione y además cobrando por ello; nosotras, nosotros, zapatistas, sí respetamos a nuestros muertos.
Hace más de 20 años, en la batalla de Ocosingo, que duró 4 días, combatientes zapatistas fueron ejecutados por los federales después de ser heridos en combate. Las armas de fuego de los zapatistas fueron suplantadas por armas de palo. La prensa fue entonces llamada a desquitar la paga bajo la vigilancia de las tropas gubernamentales. Se tejió así la patraña, repetida hasta el vómito hasta nuestros días, de que las tropas del EZLN salieron con armas de madera a enfrentar al mal gobierno. Claro, el pequeño problema es que alguien tomó las fotos cuando los zapatistas caídos no tenían nada a su lado. Y luego las contrastó con las presentadas por la prensa oficialista. Mucho dinero se pagó para que las fotos que retrataban la realidad no fueran difundidas.
Ahora, en los tiempos modernos de crisis económica de los medios de comunicación de paga, un arte, la fotografía periodística, se ha convertido en una mercancía mal pagada que a veces sólo alcanza a provocar náuseas.
No voy a detallar todas y cada una de las heridas sufridas por el compañero Galeano, ni a presentarles fotos de su cadáver mancillado. No voy a reseñar el cinismo narrativo con el que sus asesinos detallaron el crimen como quien cuenta una hazaña.
Tiempo habrá de pasar. Las confesiones de los verdugos serán conocidas. Se sabrán con detalle las torturas, los festejos que hacían con cada gota de sangre, la borrachera de la muerte cruel, la euforia posterior, la cruda moral y etílica de los siguientes días, la culpa persiguiéndolos, la justicia alcanzándolos.
El compañero maestro zapatista Galeano será recordado por las comunidades zapatistas, sin bulla, sin primeras planas. Su vida, y no su muerte, será alegría en nuestra lucha por generaciones. Cientos de niños tojolabales, tzeltales, tzotziles, choles, zoques, mames y mestizos llevarán su nombre. Y no faltará la niña que se llame “Galeana”.
Los 3 miembros de la decadente nobleza mediática, quienes llamaron a la guerra con la difusión de una mentira, quienes callaron con cobardía, y la periodista “profesional y objetiva”, seguirán siendo mediocres, mediocres vivirán, mediocres morirán, y la historia seguirá su curso sin que nadie los eche de menos.
Y sólo para terminar de una buena vez con suposiciones tontas, el compañero maestro zapatista Galeano no toma ese nombre del incansable recogedor de la palabra de abajo que fue Eduardo Galeano. Esa liga fue un invento de los medios.
Aunque suene absurdo, el compañero toma su nombre de lucha del insurgente Hermenegildo Galeana, por cierto originario de Tecpan, en el ahora estado de Guerrero, y que llegó a ser lugarteniente del jefe independentista José María Morelos y Pavón. Hermenegildo Galeana estaba con las tropas insurgentes cuando, el 2 de mayo de 1812, rompen el sitio que el ejército realista mantenía sobre Cuautla, derrotando a su paso a las tropas del general Félix María Calleja. La resistencia insurgente escribió entonces una página brillante en la historia militar.
Es frecuente en los pueblos zapatistas que hombres y mujeres apliquen los géneros a su muy particular entender. Así, por ejemplo, el mapa es “la” mapa. Lo que hizo el compañero fue “masculinizar” el apellido Galeana y lo convirtió en Galeano. Esto fue años antes de que saliéramos a la luz pública.
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No voy a decir mucho más sobre el compañero maestro zapatista Galeano.
Ya lo harán más y mejor sus familiares y compañeros y compañeras que hoy nos honran con su presencia, lo mismo que lo hará el compañero Subcomandante Insurgente Moisés.
A mí me duele todavía mucho su ausencia.
Sigo todavía sin poder explicarme la crueldad con la que se ensañaron contra él, queriendo matarlo con armas y con notas periodísticas.
Sigo sin entender el silencio cómplice y el desapego de quienes fueron levantados y ayudados por su generosidad, y luego le dieron la espalda a su muerte después de haber usado su vida.
Por eso creo que, puesto que es su vida la que levantamos, es mejor que sea el compañero Galeano quien les hable.
Los siguientes fragmentos que les leeré provienen del cuaderno de apuntes del compañero Galeano. El cuaderno. con éstos y otros escritos, fue entregado a la Comandancia General del EZLN por la familia del compañero que nos hace falta hoy.
Se supone que se empieza a escribir en el año 2005 y los últimos escritos son del año 2012.
Va:
“Para todos los que lean esta brillante historia y para que algún día mis hijos y mis compañeros no digan se esfumó.
Escribo mis acciones y pasos en la lucha, pero también soy crítico porque también conocerán mis errores para no caer en ellos. Pero eso no quiere decir que no soy un compañero.
Bueno voy a empezar desde mi vida joven y civil antes.
Cuando yo tenía como 15 años yo siempre participé en trabajos y acciones de una organización llamada “Unión de Ejidos de la Selva”.
También sabía yo que estaba explotado porque el peso de la pobreza que caía sobre mis quemados hombros bastaba para darme cuenta de que la explotación aún existía, y que algún día aparecería alguien para levantarnos y mostrarnos el camino, para guiarnos.
Bueno, como les dije en el principio participé en un recorrido que hicimos (número ilegible) indígenas para tratar de intercambiar ideas de trabajos productivos. Así se llamó ese programa que hicieron según nuestros asesores de esa llamada Unión, en la que nosotros militábamos.
Bueno, para mí me sirvió para aprender muchas cosas. En primer lugar me di cuenta cómo nos trataron de engañarnos esos mentados asesores Juárez y Jaime Valencia entre otros. Fuimos hasta Oaxaca, a un lugar donde también existen compañeros indígenas como nosotros, y que también tenían una organización llamada X dirigidos por un sacerdote que estaba con ellos. Pero también están en la misma situación de opresión que nosotros.
Bueno, total que recorrimos varias ciudades del país. Fue allí donde me di cuenta cuánta gente mendiga por las calles, sin techo y sin tener qué comer. De veras nació en mí que eso debería ser nuestro objetivo de intercambiar ideas para tratar y ver cómo exigir una vida digna para todos los que vivimos en condiciones de pobreza humillante, por culpa de los gobiernos.
También me di cuenta de algo que me disgustó y nunca más volví a depender de esos mentirosos y mañosos hombres que aparentan estar con los de abajo. Ellos hacían todos estos movimientos para enriquecerse a costillas de nosotros, los pendejos de esos tiempos que creíamos en su mañosa y falsa idea.
¿Por qué digo esto? Pues ya verán cómo estaba la cosa. Resulta que ellos promovían programas de gobierno para engañarnos, y luego nosotros engañar a nuestra gente de nuestras comunidades. En ese recorrido, el gobierno dio un apoyo de 7 millones de pesos, que en ese tiempo eran un gran dineral porque se hablaba de miles y no ahora que se habla de pesos. En ese entonces nos dijeron que el gobierno había dado 7 mil millones, pero que no nos lo iban a dar todo, nada más 3 millones y el resto iba a servir para los siguientes recorridos, y nunca más supimos dónde se fue ese dinero.
Claro, no nos informaron, pero ese dinero les quedó a los mentados asesores, y mientras nosotros comíamos totopo con un pequeño pedazo de queso, allá en Oaxaca, y dormíamos en el corredor de la presidencia de Ixtepec, Oaxaca, ¿Y ellos dónde estaban? Pues verán ustedes, ellos dormían en buenos hoteles y comían en buenos restaurantes. Y así regresamos para Chiapas.
Llegamos en el Puerto Arista. Allí se compraron cajas de cerveza para acabar de amolar. Cuando se terminó disque los 3 millones que tenían los nombrados para llevar los gastos. Nos dijeron que íbamos a tener que comer galletas y refrescos porque ya no había dinero. Pero yo sabía que no era cierto, que los representantes en llevar la cuenta nos hacían creer que todo había terminado, pero es que ellos ya habían hecho un acuerdo con esos weyes asesores. Y yo les dije que se hicieran un recuento para ver si era cierto que se había acabado ese dinero. Pero no se aceptó mi propuesta y lo que pasó es que me dijeron que ahí se había terminado el recorrido en Motozintla. Me dieron 40 mil pesos (de entonces) para regresarme a mi casa, porque ya habían hecho la cuenta que era lo que iba yo a gastar en pasajes hasta Margaritas y luego para La Realidad, que yo viera cómo hacerle. Estuvo cabrón, 40 mil pesos de los viejos que Salinas convirtió hasta hoy en día en 40 pesos nuevos. Y así regresé a mi pueblo todo triste y encabronado a la vez.
Fue cuando en el 89, conocí a un verdadero asesor, a un hombre que se hacía pasar como un humilde chambeador vendedor de loros. Él y yo ya casi éramos amigos, pero a pesar de que ya nos conocíamos, nunca me había dicho quién era y que era lo que realmente quería y hacía. Muchas veces nos encontramos en el Cerro Quemado, platicábamos y yo veía que llevaba mochila pinta, como le llamamos nosotros, y envueltas llevaba sus herramientas de trabajo. Eso era lo que mi amigo me decía. A cuántas gentes como yo sabían el cuento de mi amigo sin saber la realidad, que estaba por verse cuántas mentiras decía mi amigo en aquel tiempo. Mentiras para hacer verdad, mentiras para hacer Realidad, mentiras verdaderas. Era mi cuate, yo tan torpe que no entendía lo que estaba pasando.
Hasta que un día me topé nuevamente con mi amigo, pero esta vez ya no estaba vestido de humilde chambeador, y ni cargaba mochila pinta y tampoco llevaba jaula de loros.
¿Qué era lo que llevaba entonces? Verán, pues allí estaba mi amigo, mi cuate, todo de negro y café, con mochila y zapatos, y un arma en los hombros. Resulta que mi amigo era un valiente guerrillero y soldado del pueblo. Me quedé sorprendido, y me regresé todo triste y aún sin comprender lo que allí está pasando.
Eso fue mi error, no entender rápido lo que aquel hombre quería.
Fue entonces cuando él supo que yo ya lo había descubierto, y me mandaron llamar en la casa de seguridad junto con mis padres y mis hermanos. Pero fue que mi padre no quiso entrarle luego y mis hermanos también, pero yo ya no tenía más qué hacer y decir. Fue así que le entré de lleno a la organización. Me llevaron para entrenar. En ese entonces casi todos ya eran zapatistas. Nos fuimos a entrenar. Luego me asignan el grado de cabo y así hasta que entraron todos mis familiares.
Hasta que se llegó el día que supe quién era y cómo se llamaba mi mentiroso verdadero amigo: era en ese entonces el Capitán Insurgente Z. Allí estaba ese hombre que tuvo que recorrer todos los pueblos indios de Chiapas, todas sus montañas, ríos y cañadas. Caminaba de noche como guerrillero; de día como el más humilde buscador de trabajo, y sembrando paso a paso la semilla de la libertad hasta que creció y dio frutos.
Qué grande fue su sufrimiento, pero qué lindos frutos cosechó y se llevó. Y se ganó con orgullo el grado de Mayor por su inteligencia y valiente acción y preparación.
Pero no sólo él estaba, había otro gran y valiente hombre e inolvidable revolucionario en la historia de nuestra clandestinidad, el llamado y querido Subcomandante Insurgente Pedro, “el Tío”, llamado así respetuosamente por todos los compañeros de nuestra lucha. Querido por todos porque era un verdadero ejemplar que compartió su sabiduría revolucionaria. Fue un verdadero maestro en disciplina y compañerismo.
Ejemplar porque él decía que él saldría al frente en los combates, y si era necesario morir por nuestro pueblo, lo haría.
El día 28 de diciembre (del año 1993) me dijo el compañero Sup I. Pedro, te vas para Margaritas para comprar gasolina y unas baterías que nos hacen falta, dile al compañero Alfredo que lleve “el Amigo”, o sea el carro de la comunidad, pero no le digas que va a empezar la guerra. Y yo me fui. Cooperamos maíz desgranado para disimular con el chofer, porque era de emergencia la salida y así no sospechara lo que estaba por verse. Pero él ya sabía, pero como chisme, que la guerra iba a empezar, y preguntaba, pero yo no le conté nada, ésa era la orden, y cumplí a pesar de que era mi compadre. Ni a mis padres informé de lo que iba a pasar, porque ellos ya vivían en Margaritas. Caminamos viajando toda la noche y todo el día.
El 29 (de diciembre de 1993) regresamos como a las 4 de la tarde nuevamente en la Realidad. Yo había cumplido mi primera misión. Me reporté y me dijo: “prepárate porque nos vamos a pelear, en media hora tendremos a los policías de Margaritas rendidos”. Y allí se quedó por siempre grabado. Así otras hazañas del Sup C. I. Pedro.
Y permanece hasta la fecha el día 30 (de diciembre de 1993) salida a Margaritas. También hubo muchos accidentes en el camino. Fue increíble el avance de nuestras tropas. Sin que el enemigo se diera cuenta, avanzábamos como fantasmas en medio de la oscura noche, sólo iluminada por los faros de los carros y autobuses zapatistas.
Antes de Las Margaritas hay un lugar, antes de Zaragoza. Cerca ya de ese poblado se repartió cada uno con su trabajo revolucionario: primer grupo, tomar la presidencia; segundo grupo, tomar y retén de la carretera Margaritas-Comitán; tercer grupo, tomar y retén de la carretera San José Las Palmas-Altamirano; cuarto grupo, carretera Independencia-Margaritas; quinto grupo, tomar la radio Margaritas.
Esto fue en la madrugada de aquel glorioso día 1 de enero, cuando ya no éramos fantasmas salidos de la noche, ya éramos el EZLN a la luz del mundo. Todos nos veían con asombro y con respeto por nuestra valiente acción.
Fue así cuando el Sup C. I. Pedro cae en combate con los policías. Murió como todo un gran valiente, matando a varios policías. Él solo los enfrentó. Fue tanta su rabia contra los asesinos del pueblo que no le importó su vida, y con eso había cumplido con lo que había dicho: morir por el pueblo o vivir por la patria.
Cuál fue mi sorpresa cuando nos avisaron que había caído nuestro querido jefe. Un dolor tan grande sentí, pero él había cumplido su misión, y también había acomodado bien la sucesión de mando. Porque él sabía que iba a pelear y que de por sí en una guerra pueden pasar este tipo de cosas.
Fue cuando toma el mando y otra vez se ve la acción de este valiente guerrillero, mi amigo el Mayor Insurgente Z. Así que nuestras misiones, a pesar de la dolorosa caída de nuestro gran jefe, ya era dirigida por el Mayor I. Z. Un grupo fue y tomó la finca del general Absalón Castellanos Domínguez y fue tomado prisionero y traído preso hasta las montañas, para después hacerle un juicio por todos los crímenes cometidos durante su gobierno, pues él era el autor intelectual de los mismos. A pesar de todo lo que cargaba, de lo culpable y de ser un asesino de tantos niños, mujeres y ancianos en Wololchán, se le respetan sus derechos como prisionero de guerra. En ningún motivo se le torturó. Al contrario, lo que comía la tropa, se le daba también a él. Es así como nuestro camarada demostró una vez más su educación y buen trabajo militar que obtuvo durante su clandestinidad. El respeto por las vidas de los que caen prisioneros en una guerra debe ser respetado. Y se recuerda a todos los que leen nuestra historia que el respeto se gana respetando a los de abajo, pero también a los de arriba pero si muestran respeto hacia los de abajo. Gracias. Morir para vivir. Galeano.”
(sigue)
“En Las Margaritas me tocó hacer retén en la carretera Margaritas San José las Palmas. De allí nos trasladamos para la carretera Margaritas-Comitán. Allí estuvimos el día 1 de enero toda la noche hasta que llegó otra orden de ir para tomar el almacén de la Conasupo que estaba en Espíritu Santo. Fuimos con otros compañeros insurgentes para sacar cosas para que comieran las tropas. Luego se dio la orden de retirada a las montañas y nos venimos y nos posicionamos en Guadalupe Tepeyac, Luego hicimos emboscada de La Realidad al kilómetro 90 Cerro Quemado, luego me mandan a recuperar un vehículo de 3 toneladas que era de un cabrón llamado J de Guadalupe Los Altos.
Yo no sabía manejar bien. Sólo tenía la teoría de cómo manejar un vehículo, y fue donde pasé en práctica y empecé a mover el vehículo. Llegué a La Realidad con pura primera. Ya me estaban esperando, la compañera capitán L y varios insurgentes más y me dijeron “Vamos Galeano”, pero yo le dije “yo no he manejado y mucho menos cargado.
Morir para vivir. Galeano.” (entre 2005 y 2009)
(sigue)
“No importa, en la guerra todo se vale”, me respondió la compañera y nos fuimos, pero allá adelante de Cerro Quemado, yo había agarrado confianza, empecé a correr más ligero, pero en una curva giré demasiado el volante y que me salgo de la carretera entrando en el acahual como 15 metros de la carretera. Pero bueno, lo saqué como pude y seguí para cumplir con la misión.
Desde ese día empecé a manejar todos los días, hasta que un día nos vio el helicóptero y me ametralló. Tardó como 10 o 20 minutos disparándome, pero yo ya estaba bien parapetado debajo de una piedra. Sólo el polvo y olor de piedra y pólvora llegaba hasta donde estaba yo. Y hasta que el fuego cesó y el helicóptero se retiró, salí de mi escondite y seguí con mi misión. La misión era ir por los milicianos que estaban por Momón. Fui y regresé junto con mi amigo y jefe militar el compañero Mayor Insurgente Z. Siempre estuvimos juntos los días de guerra, aún cuando hubo el cese al fuego.
En los trabajos del primer Aguascalientes en Guadalupe Tepeyac, participé en la revisión de la gente que vino en la Convención Nacional Democrática. Me entrenaron para escolta, fui escolta de nuestros mandos.
Luego, el día de la traición de Zedillo, fuimos el 9 de febrero a obstaculizar la carretera en el Cerro Quemado. Ya el ejército estaba en Guadalupe Tepeyac. Aún así avanzamos en la oscuridad y trabajamos haciendo zanjas y derribamos árboles para evitar el paso del ejército federal a La Realidad.
Luego nos retiramos a las montañas por varios días, hasta que, nuevamente, el pueblo de México y el mundo se movilizó y frenó la persecución de nuestros compañeros mandos y tropas del EZLN. Después de varios días y noches estando acampados en las montañas, regresamos a nuestros pueblos.
Participé en todos los encuentros que nuestra organización organizó. Estuve de escolta de nuestros jefes militares. Participé en la marcha de los 1,111 zapatistas a la ciudad de México.
En todas las marchas siempre viajé orgullosamente como chofer del “conejo”, del “tata”, del “chocolate”. Siempre llevando a nuestros compañeros en las marchas para exigir nuestras demandas. Cuando se rajaron todos los sargentos, me quedé y me dan el grado de sargento. Participé como regional de grupos juveniles en la clandestinidad y en tiempos de guerra. De una y mil maneras le hemos hecho la guerra al enemigo, aunque también el mal gobierno ha hecho lo mismo.
Pero debemos valorar los grandes caminos que hemos recorrido sin importar los sacrificios y privaciones. Eso nos ha hecho más fuertes y me mantiene en el camino de la lucha, hasta conseguir la libertad que nuestro pueblo necesita. Falta mucho que recorrer, porque de por sí es largo y difícil, quizás cerca, quizás lejos, pero triunfaremos.
Luego se formaron las Juntas de Buen Gobierno, y me eligieron como chofer del primer camión que obtuvo la JBG. Se llamaba “el Diablo”. Luego me secuestraron junto con otro compañero y también nos llevaron amarrados dentro del mismo camión por la CIOAC-Histórica. Me tuvieron amarrado varias horas y luego me trasladaron a una cárcel de Saltillo. Y luego me trasladan a Justo Sierra y me mantuvieron sin comer, amarrado, sin comunicación. Querían que yo exigiera la liberación de un delincuente, pero yo no aceptaba ser intercambiado porque yo era inocente y él era un ladrón de esos que siempre abundan en las organizaciones sociales.
Estuve cautivo 9 días hasta que se dieron cuenta que se estaban metiendo en problemas con derechos humanos y con el EZLN. Y por fin liberan al camión después de 3 meses que lo tuvieron. Y luego se le cambió el nombre (al camión), se le puso “El Secuestrado Histórico”. Desde entonces empiezan los trabajos de las JBG y la autonomía. Morir para vivir. Galeano”. (24 enero 2012)”
Ésta es la última fecha que aparece en su cuaderno. Junto a esa breve autobiografía, hay un par de poemas, probablemente de su autoría, y algunas canciones de amor y esas cosas.
Por mi parte, sólo me queda agregar que el compañero maestro zapatista Galeano era como es cualquiera de las compañeras y compañeros zapatistas, alguien por quien bien valía la pena morir para hacerlo renacer de nuevo.
Al terminar estas líneas, tal vez haya respuesta a una cuestión latente. Una pregunta sembrada en mitad de la historia que no se escribe con palabras:
¿Qué o quién hizo posible que en un espacio de lucha confluyeran el filósofo zapatista y el indígena zapatista?
¿Cómo fue que sin dejar de ser maestro, el filósofo se hiciera zapatista, y que el indígena, sin dejar de ser zapatista, se hiciera maestro?
Algo pasa en el mundo que hace posible éste y otros absurdos.
¿Por qué, para vivir, el uno hereda a los suyos una escondida pieza del rompecabezas de su historia?
¿Por qué, para no irse, el otro nos deja en letras su mirada vuelta hacia sí mismo y a su historia con nosotras, nosotros, zapatistas?
Esto es lo que tratamos de responder todos los días, a todas horas, en todos los rincones.
Ahora, casi al poner el punto final a estas palabras, se me ocurre que la respuesta, o al menos una parte de ella, está sentada en esa mesa, está en quienes están atrás y frente mío, está en los mundos que al nuestro se asoman por la lucha de quienes, con secreto orgullo, se autodenominan zapatistas, profesionales de la esperanza, transgresores de la ley de gravedad, personas que sin aspavientos en cada paso se dicen y dicen: PARA VIVIR MORIMOS.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Galeano.
México, Mayo 2 del 2015.
Tiene la palabra la compañera escucha zapatista Selena…