Por Ana María Vázquez
RegeneraciónMx.- En las noches lloro, lloro por mi amiga asesinada, lloro porque su imagen la están convirtiendo en bastión de una prensa sicaria que ni quiere ni le importa el país, prensa que, aunque la conocieron, jamás les preocupó que, como mujer, su sueldo fuera inferior, que voltearon la cabeza las múltiples veces que se enteraron de que era acosada por sus superiores y no hicieron nada… ¡nada!
Hoy toman su imagen como bandera… ¡Nos están asesinando! Gritan con voces destempladas desde Estados Unidos aquellos que nunca hicieron trabajo de campo, ésos a los que la ética periodística se limitaba a cobrar y recibir sendos cheques, vociferan: ¡no se mata la verdad!
Y no, NO SE MATA, la verdad está ahí, en sus mansiones, en sus casonas palaciegas, en sus ataques a lo que se mueva y parezca de izquierda. ¿Les importó el ser humano?, ¿qué hicieron por ella estos nueve años que duró el juicio laboral que tenía con Bonilla?, ¿alguno de ustedes se acercó para ver si tenía trabajo, o dinero para pagar los servicios o… comer?
¡Depredadores del micrófono que juzgan lo que ustedes mismos provocaron!
Esos, que ahora, no conformes con mancillar el nombre de una periodista: Lourdes Maldonado, se atreven a violar todo derecho constitucional al poner en un volante la palabra “Se Busca”, coronando la foto del hijo del presidente, ¿o no, Xóchitl Gálvez? Sin importarle violar la presunción de inocencia, acosa, juzga y condena para luego gritar a coro con la prensa sicaria ¡nos están matando!
¡Qué patéticos resultan!
¡Cuánto amor al dinero y cuánto dolor por el chayote perdido!
Sí, lloro en las noches y lloraré un tiempo más, pero de rabia porque yo Sí he vivido lo suficiente para ver como cada uno de ustedes destrozaba el país sin importarles nada, para ser testigo desde la matanza de Tlatelolco, hasta los jóvenes asesinados que según Calderón “andarían en malos pasos”; he sido testigo de las desapariciones, de la venta indiscriminada del territorio, de la degradación moral que han permitido y fomentado.
Lourdes era mi amiga. ¿Sabían acaso qué le gustaba?, ¿cuál era su palabra favorita?, ¿contra qué peleaba?… Yo sí, y responderé solo la última pregunta: contra ustedes, los que directa o indirectamente provocaron su muerte. Los que, enriquecidos a costa de mentiras y traición solo buscaron (y lo siguen haciendo) su propio beneficio.
Todos ustedes tienen las manos manchadas de sangre y no solo de ella, sino de Tlatlaya, Atenco, 68, la guerra sucia, Ayotzinapa…
Lloraré con rabia y furia mientras viva y seguiré pidiendo a través de mis letras ¡JUSTICIA!, ¡JUSTICIA!, ¡JUSTICIA!
Sigue a Ana María Vázquez en Twitter como @Anamariavazquez