Rafael Lemus.
Breve historia de nuestro neoliberalismo.
Debate, 2020. 256 pp.
Por Edgar Lomelí Morales
RegeneraciónMx.- El poder necesita de una narrativa para justificarse. Un relato que apuntale sus acciones entre las personas sobre las cuales ejerce su potestad. Cualquier poder, incluso el que se abrió camino hacia la cima a sangre y fuego, requiere en algún momento de ese convencimiento que sólo puede provenir de una historia más o menos bien contada (porque debe seducir nuestros instintos e intuiciones, nuestros deseos y valores), con la esperanza de tener la oportunidad de permanecer en esa cima para siempre. Aun cuando la historia y las leyes de la dialéctica sentencien que eso es imposible.
Como en el caso del neoliberalismo en nuestro país.
La narrativa del neoliberalismo en México, desde el principio, comenzó a cooptar a importantes intelectuales que de inmediato produjeron sendos escritos ponderando los beneficios y profundas transformaciones, según ellos, para el bienestar generalizado del país. “México por fin arribará a la modernidad”, “La prosperidad por fin alcanzará a toda la población”, eran las promesas que se deslizaban en esos textos y también parte de las excusas que sacaban a relucir para explicar el porqué de su traición a lo que años atrás habían escrito en sentido contrario.
Porque si bien el neoliberalismo es en su origen una teoría económica y política, también es mucho más que eso: una ideología que utiliza para su implantación discursos, imágenes, signos… Es decir, es también un fenómeno cultural que, como afirmo al principio, aspira a una naturalización que trascienda en el tiempo.
Eso es lo que en el fondo propone Rafael Lemus en Breve historia de nuestro liberalismo.
El punto de partida para Lemus es su definición, porque a pesar de ser una de las palabras más manidas en por lo menos tres décadas, la confusión persiste en algunos sectores de la sociedad. Y aún más: hay quienes incluso niegan su existencia (que no por casualidad son aquéllos a quienes uno puede identificar como… neoliberales).
¿Qué es? Lemus responde: “En principio, una teoría económica que —fundada en el presupuesto de que el mercado es el sistema de producción, distribución y comunicación más eficiente— sostiene que la mejor manera de promover el bienestar humano es liberando las capacidades empresariales del individuo y fomentando la propiedad privada y el libre comercio. También: un paquete de un paquete de políticas económicas que, derivado de aquella hipótesis, prescribe, entre otras cosas la apertura de las fronteras comerciales, la desregulación de los mercados financieros, la flexibilización de las relaciones laborales, la privatización de las empresas estatales y la reducción del gasto público”. Y sí, esto es a grandes rasgos lo que ha ocurrido en el plano económico y político en el país desde que llegaron los tecnócratas al poder.
Pero el neoliberalismo es más que todo ello. La definición que le interesa a Lemus para el desarrollo de su ensayo es quizá más devastadora porque implica la conversión en la forma de pensar del individuo. Así, el autor retoma a Michael Foucault para explicar la “voluntad de totalidad intrínseca en la lógica neoliberal: “De acuerdo con Foucault son cuatro los axiomas centrales de la razón neoliberal: 1) ya no el intercambio, sino la competencia es el principio regulador de la economía; 2) ese principio, antes acotado a los confines del mercado, debe articular a la sociedad entera; 3) la empresa es el modelo básico de toda organización social y política; y 4) el homo economicus, antes que un trabajador o consumidor, es y debe ser un empresario y un empresario de sí mismo”.
Si uno lee a la ligera esta definición de lo que es el neoliberalismo, probablemente piense que no existe ninguna falla en su razonamiento y que cualquiera, uniendo esfuerzo y cierta inteligencia, podría subir en su posicionamiento dentro de las clases sociales. Incluso habrá quien tenga ejemplos a la mano y hable del tío, del amigo o del compadre triunfador que llegó hasta “arriba” con sólo trabajar y trabajar. Hasta Las redes sociales están plagadas de mensajes que aluden a ese empuje individual: “Sólo basta con echarle ganas para salir de pobre” o “Sólo es pobre quien quiere serlo”. Pero eso es una falacia impulsada, precisamente, por la narrativa tecnócrata. Si algo han demostrado los regímenes neoliberales en el mundo es que hay un impedimento para esa movilidad social. Una falacia desmontada, entre otros, por el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz en El precio de la desigualdad, libro editado por Taurus. En él, Stiglitz es contundente: el 99% de las personas que nacieron en la pobreza, seguirán siendo pobres por más que se esfuercen. Y es que: “Los fallos de la política y la economía están interrelacionados, y se potencian mutuamente. Un sistema político que amplifica la voz de los ricos ofrece muchas posibilidades para que las leyes y la normativa —y su administración— se diseñen de forma que no sólo no protejan a los ciudadanos corrientes frente a los ricos, sino que enriquezcan aún más a los ricos a expensas del resto de la sociedad”.
Retomemos el libro de Lemus.
Para contarnos la historia cultural del neoliberalismo en México, el autor examina las principales revistas culturales, o las más renombradas en todo caso, las polémicas literarias y algunos movimientos sociales. Pero lo que engloba todo ello, es el análisis de cómo algunos de los intelectuales más destacados del país, sobre todo los del grupo que encabezaba Octavio Paz, fueron amoldándose a los requerimientos de las élites político/empresariales para producir los referentes que el sistema necesitaba: un enemigo (la izquierda y el populismo), una reconceptualización de la democracia o, por supuesto, el encumbramiento de la figura del empresario. Y para todo ello se unirán a Paz, Enrique Krauze, Gabriel Zaid y Jaime Sánchez Susarrey, entre otros.
A partir del régimen del presidente Miguel de la Madrid, la revista que comanda Paz, Vuelta, da un giro importante. Si antes tuvo una postura crítica con los anteriores gobiernos, con De la Madrid reblandece sus críticas y hasta se vuelve una consejera. Y luego, poco antes de las elecciones de 1988, Jaime Sánchez Susarrey en su ensayo La izquierda: ¿emisario del pasado?, afirma que el proyecto de Cuauhtémoc Cárdenas es una regresión que afectaría la “modernización” del sistema político. A partir de entonces, esa etiquetación le sería aplicada desde Vuelta, y luego en Letras Libres, a los oponentes del neoliberalismo: lo mismo al EZLN, que a Andrés Manuel López Obrador hasta la fecha. Algo paradójico, porque todavía hasta principios de los ochenta Paz y los demás miembros de la revista, pugnaban por “una cierta vuelta al pasado”, como consigna el autor de Breve historia de nuestro liberalismo.
Pero todavía hay más en cuanto al giro ideológico de Octavio Paz. Existe una declaración del Premio Nobel que el libro de Lemus no consigna, pero que es pertinente retomar en este contexto: a raíz de una polémica surgida en 1977 con Carlos Monsiváis, Paz hace una declaración impensable para el entusiasta neoliberal de los últimos años y que apareció en el número 58 de la revista Proceso, en una entrevista con Julio Scherer: “Yo no rechazo la solución socialista. Al contrario. El socialismo es, quizá, la única salida racional a la crisis de Occidente”. Y aunque matiza ese comentario después, lo dicho allí queda.
El libro de Rafael Lemus se complementa con el análisis de lo que significó ideológicamente la muestra México: esplendores de treinta siglos; la polémica que se suscitó entre los integrantes de las revistas Nexos y Vuelta por el Coloquio de Invierno en 1992 , así como el debate entre estos mismos grupos por el significado del valor literario y las nuevas prácticas editoriales; la irrupción en el panorama nacional del EZLN en 1994; y por último, el acercamiento a una figura opositora, de varias maneras, a Octavio Paz: Carlos Monsiváis.
Aun cuando el libro de Lemus me parece de lectura indispensable, hay un hecho con el que no concuerdo. Él habla de un quiebre en el sistema neoliberal del país y se lo atribuye a la aparición del EZLN. Probablemente se haya interpretado así en un principio, pero al paso del tiempo esa supuesta ruptura al sistema fue reparada por el propio sistema y acabó por absorberla y transformarla: la devolvió en forma de camisetas con la efigie de Marcos y en las figuritas a caballo, y burro, de los encapuchados que se vendían lo mismo en los tendidos callejeros atendidos por indígenas chiapanecos, que en los puestos del Chopo o en locales comerciales de centros comerciales con precios elevados. Ya desde los años 60 Guy Debord lo advertía: el capitalismo consumista fagocita las experiencias humanas auténticas, las transforma en un producto consumible y nos las revende a través de la publicidad y los medios de comunicación.
No. El verdadero quiebre con el sistema neoliberal en nuestro país comenzó con la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Prueba de ello es el desmantelamiento de las lesivas reformas para el grueso de la población que impulsaron los regímenes prianistas, pero también los acerbos ataques que los defensores intelectuales del neoliberalismo despliegan día con día para defender el régimen que impulsaron y que los benefició de diversas maneras.
Breve historia de nuestro liberalismo debería ser una lectura de cabecera para todos aquellos que buscan la explicación del papel que jugaron las élites intelectuales del país en la implantación del neoliberalismo y de los mecanismos que hicieron posible el beneplácito de un régimen que sólo aprovechó verdaderamente el 1% de la población.
* Editor y ensayista, estudió Ciencias de la Comunicación en la UAM. Ha sido colaborador de La Jornada Semanal, la revista Rolling Stone y El Universal. Editor y guionista en Grupo Santillana y Radio Educación. Creador de los Libropuertos Digitales, que ofrecían descargas gratuitas de fragmentos de libros por medio de códigos QR en el Metro de la Ciudad de México.