#Opinión: Intelectuales y cultura pop

Por Ramiro Padilla

RegeneraciónMx.- Andy Warhol dijo que en el futuro todos tendríamos nuestros cinco minutos de fama. La virtualidad engendraría monstruos que de todo opinan sin mayor sentido.

De repente, descubrimos que en nuestro país la clase intelectual dominante no tenía ni tiene ideas sino contratos. Curiosa dicotomía. No se crea pensamiento ni discusión pública, sino resentimiento. Desde su púlpito construido con dinero público, la anquilosada y ahora en desgracia “telectualidad mexicana”, (esa que solo sale en televisión) analiza los tiempos desfavorables con elementos de análisis que más bien parecerían extraídos de un filme de terror de los sesenta. Una especie de neomacartismo trasnochado.

Que una persona que solo alimenta su intelecto del contenido televisivo repita palabras como Venezuela y dictador no causa sorpresa. Sabemos de los efectos perniciosos de la cultura televisiva, brazo ideológico del sistema.

Pero que un intelectual millonario, de esos que aparecen en programas de análisis un día sí y otro también, repita esos términos, no deja de ser el colmo del ridículo. La caída de la cortina de hierro fue la liberación de la simulación ideológica de muchos de la clase intelectual. Desprovistos de pudor, ahora sí podían recitar loas al sistema del libre mercado sin ser criticados por ello. ¡Soy un liberal clásico! Gritaron a los cuatro vientos.

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Después de todo, sus referentes ideológicos venidos del norte de la frontera celebraban la imposición del sistema de pensamiento único: el neoliberalismo. Recostados en una alfombra de billetes, vindicaban el papel benefactor de un estado capaz de las peores atrocidades mientras miraban para el otro lado. No imaginaban que ese mismo sistema caería por el peso de su propia ineficacia.

Sorprendidos, los telectuales anunciaron primero las siete plagas de Egipto ante la debacle que se avecinaba. Desprovistos de autocrítica, trasladarían esta a aquellos que por primera vez en la historia dieron la espalda a sus sesudas reflexiones sobre por qué los privilegiados deberían seguir siéndolo.

Se encontraron desprovistos del manto protector del Estado, sujetos a la merced de una nueva intelectualidad surgida ya no de los círculos de las revistas cuyo tiraje compraba en su totalidad el gobierno, sino de las trincheras. Anonadados, descubrieron que hay muchos que opinan con propiedad y conocimiento desde la periferia. Y eso los tiene enloquecidos. Desde sus mismas torres de marfil, como Nerón, prefieren ver el mundo arder a reconocer que nunca tuvieron una respuesta a los males que aquejan a nuestra sociedad.

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Nunca se dieron cuenta que no eran poseedores de la alta cultura sino de la cultura pop, esa cultura hecha para el consumo rápido y sin reflexión.

Mientras la sociedad mexicana busca respuestas, ellos buscan culpables entre aquellos que osaron reclamar para sí las riendas del país.

Han escrito libros desde el rencor, explicándose a ellos mismos por qué este tipo de democracia, la democracia de las mayorías, es mala para todos. El país como ellos lo conocían se terminó en el 2018. Debe haber nuevas respuestas a los viejos males que aquejan a nuestra nación. Y para su desgracia, ellos no están incluidos en la nueva discusión. Porque el país requiere nuevas formas de pensar. No cultura pop.

* Narrador y ensayista ensenadense, es autor de México para extranjeros, Poder sociedad e imagen y El pequeño chairo ilustrado.