Por Víctor Baca
Sabemos que la ética y el Estado se conjuntan directamente en la figura del ciudadano. En primer lugar, se puede plantear desde dos perspectivas: una como ciudadano y profesional y otra como servidor público, que al final queda subsumida en la primera, porque somos ciudadanos y profesionales y una parte fundamental, tanto en nuestro desarrollo como crecimiento, es la del servidor público que nos ensaña a mirar por intereses más amplios y generosos.
Ya decía Aristóteles (1986) que hacer un bien para uno mismo es bueno, pero hacerlo para más, para los otros, es más noble aún. Por el otro lado, y que tiene que ver con la naturaleza del ciudadano, éste no se halla afuera o adentro, su constante es estar adentro de la comunidad y, en algunos casos, sobre todo para los que somos profesionales, nos encargan algún puesto de responsabilidad y allí crece el ámbito de atención de los asuntos públicos, pero recuerda que es justo en el espacio público donde los ciudadanos se encuentran.
Bueno, ya Hannah Arendt lo decía mejor que nosotros. Y en ese sentido afirma que el jurista “es el constructor de las murallas en la ciudad”, es el arquitecto de las esferas políticas, es decir, de los mecanismos de convivencia entre los ciudadanos; la ausencia de estas murallas nos pueden llevar irremediable a la anarquía Imagínate si no distinguimos entre la esfera de lo público y la esfera de lo privado, es decir, nuestra actividad frente a la sociedad y la propia ante nuestras familias, deben estar perfectamente delimitadas, y eso sigue siendo desde la perspectiva del ciudadano. Uno nunca deja de ser ciudadano y algunas veces ocupa puesto públicos y otras no, y vuelve a su papel preponderante; seguir construyendo las murallas para la mejor convivencia de la sociedad (Arendt, 2001).
Ahora bien, respecto a las condiciones difíciles que se presentan en la actualidad para casi cualquier encargo como servidor público, pues eso es muy interesante, te acuerdas de que la letra con sangre entre, pues la mejor manera de aprender es en circunstancias difíciles, además que ya es un lugar común plantearse que solo en tiempos de crisis la imaginación nos crece, la creación en tiempos de penurias es una salvación para las personas como tú y como yo, pues eso excita los procesos imaginativos y fortalece aquello que nos sostiene, es decir, el alma.
Respecto de la construcción ciudadana que nació cuando nos preguntábamos: ¿cómo se hace un ciudadano?, la Constitución solo nos dice que con la mayoría de edad, y es curioso, pero en constituciones como la de 1824 o 1857, se exigía además de vivir de un modo honesto, la capacidad para leer y escribir, pero ahora parece que ya no existen condiciones, entonces nos pusimos a investigar sobre la naturaleza y función de la ciudadanía, pero sobre todo, cómo se construía ésta, quiénes podrían pensarse ciudadanos, y el punto fundamental, quién nos enseña a ser ciudadanos.
Una de las condiciones para la ciudadanía es indudablemente, la noción de constitutiva de la ley; sin legalidad, sin una estructura de la legalidad, sería muy complicado pensar en cualquier condición ciudadana, pero a esto debe agregarse una condición de actividad, que puede ser intelectual, social, cultural, artística, por todo aquello que pasa en el espacio en que convivimos, en nuestro espacio público. La ciudadanía no admite una condición pasiva o simplemente electoral, la ciudadanía tiene que ser activa.
Desde pensadores como Rawls (1994) hasta Castoriadis (1998) o la propia Arendt, mucho han reflexionado al respecto porque esto no es un problema exclusivo de nuestro país, ni de alguna profesión determinada, la profesión que debemos conjugar todos es la de hombres, la de ciudadanos preocupados por todo lo que nos toque, como dirían los analistas, o lo que nos perturbe y preocupe: es lo que nos da la ocupación permanente de ciudadanos.
Pero, además, existe otro elemento fundamental, que es la crítica, el sentido crítico, el espíritu rebelde e inconforme que nos obliga a cuestionar no solo los actos o las instituciones, sino la premisa básica, como es el conocimiento. La primera misión del ciudadano preocupado es ocuparse del conocimiento, y si es preciso, de las diversas esferas del conocimiento que afectan nuestra vida, todo aquello que no la afecte no debe interesarnos, el ciudadano debe atender y por eso busca el conocimiento más vasto, tanto su esfera privada como pública.
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