Por Luis Tovar
RegeneraciónMx.- “Interrumpimos esta columna…” en la que debería dar continuidad a lo publicado aquí mismo la semana anterior, relativo a una tríada de documentales de los que ya se hablará más adelante, pues para este juntapalabras es impensable no destinar el presente espacio a honrar la memoria del amigo verdaderamente entrañable, el compañero de páginas en La Jornada, el colega extraordinario Antonio Helguera, arrebatado a todos por una muerte súbita e inesperada el pasado viernes 25 de junio.
Ya corrieron, y seguirán corriendo, ríos de tinta y bits en los que se ponderan el talento plástico, la integridad ética, la congruencia ideológica, la inteligencia aguda, el humor corrosivo, la crítica devastadora y el resto de las cualidades, tan profesionales como personales, que caracterizaron al monero Helguera, querido lo mismo por sus cercanos, entre quienes tuve la fortuna de contarme, como sobre todo por la gente. No “el público” ni “las audiencias” sino la gente; así, sin adjetivos, o si se quiere uno: la gente de a pie, ésa que reprodujo cientos o miles de veces sus cartones para enarbolarlos, vueltos pancarta, en una marcha o manifestación; esa que celebraba su cartón cotidiano en La Jornada, su colaboración en dueto con el igualmente extraordinario Pepe Hernández en su Mono Sapiens de Proceso ⎼por cierto, lo único bueno que le iba quedando a la histórica revista de la cual hoy, me parece, difícilmente Julio Scherer podría estar orgulloso⎼, o su participación colectiva en El Chamuco, la revista, y El Chamuco Tv, el programa televisivo.
La desaparición física de Toño Helguera nos priva, como sociedad, de algo que más vale decir sin ambages y en lo cual no hay grandilocuencia posible: la ausencia de los monos surgidos de la mano y la mente brillantes de Helguera nos priva de una conciencia que, nacida individual, de inmediato se convertía en colectiva e invariablemente se hallaba siempre atenta a denunciar los abusos, los excesos, las vergüenzas, el ridículo de los beneficiarios y los personeros de la explotación, la corrupción y la hipocresía de los poderes ya sean políticos, económicos o fácticos, que su pluma nunca se cansó de exhibir en toda su ridiculez y su soberbia. No sólo eso, pues en estos tiempos recientes de infodemia pestífera, de fake news desatadas y delirantes, de periodismo venal y vergonzante, una voz como la de Toño Helguera valía como un auténtico oasis de inteligencia, siempre colmada de humor como corresponde al verdadero ejercicio de la misma –casi puedo escuchar lo que habría dicho, y ver lo que habría dibujado, de haber conocido los despropósitos que engendró la mezquindad infinita de sus malquerientes cuando se enteraron de su muerte: tras una sonora mentada de madre, los habría hecho pedazos con una sola frase y unos pocos trazos de precisión infalible.
Tampoco es exagerado decirlo ya, pero más vale apresurarse desde ahora porque no estaremos aquí para cuando lo siguiente sea unánime: Antonio Helguera, magnífico editorialista gráfico y uno de los moneros más inteligentes y corrosivos en un país abundante en grandes talentos de dicho oficio, ya ocupa un sitio de la mayor relevancia en esa galería que incluye, entre otros, a Ernesto el Chango García Cabral, a Jesús Martínez y, en tiempos más recientes, a los enormes Rogelio Naranjo, Helioflores y su cómplice/colega Rafael Barajas el Fisgón.
Suele decirse de un autor, cuando nos abandona, que se queda entre nosotros a través de su obra. Es verdad, pero eso no aminora el dolor de la pérdida de alguien como Toño Helguera, ido tan pronto ⎼apenas cincuenta y cinco años de edad⎼ y justo cuando más necesitamos el vigor y la luminosidad de su criterio claro, volcado en un cartón como los suyos: ejemplo perfecto de síntesis entre el análisis, la sátira y el humor.
Desde hace un par de días, e incluso ayer por la mañana, he abierto La Jornada, nuestro diario, y ha sucedido lo inevitable, querido Toño: faltó tu cartón, que es como decir faltó tu presencia insustituible, y fuimos cientos de miles quienes te echamos de menos, como habrá de sucedernos de ahora en adelante. Tú lo sabías perfectamente: no están los tiempos para ausencias, flojeras y omisiones, ya que la reacción viene con todo y hay que combatirla. “Pues chíngale, maestro”, dirías, y eso es lo que haremos; al menos yo y mis compañeros en este espacio, y ya que no sabemos dibujar, será con la palabra. Va hasta donde estés un abrazo enorme y fuerte para que no te vayas del todo.
* Narrador, poeta y crítico de cine, es autor de los libros “Amor que crece torcido”, “Diccionario del mar” y “Una jornada en el otro tiempo”. Director del suplemento cultural La Jornada Semanal, su columna Cinexcusas, que escribe desde hace veinte años, es un referente ineludible en el ámbito cinematográfico.
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