Miguel Martín Felipe hace uno homenaje al escritor argentino Osvaldo Soriano, un hombre enamorado de la política, la cultura y, principalmente, del fútbol.
Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx, 22 de mayo de 2022.- El escritor argentino Osvaldo Soriano (1943-1997), inició como muchos otros, desempeñándose como periodista para pequeños diarios locales. Los temas en los que se movía eran la política, la cultura y el fútbol. De hecho, fue futbolista semi-profesional, lo cual se convirtió en un sello dentro de sus temáticas como escritor. Conocía la pasión de ser hincha, pero también la epicidad de los partidos disputados en agrestes ‘potreros’ del sur de Argentina.
Si bien hubo muchos momentos de la historia reciente en que Soriano fue el escritor argentino más vendido, su trabajo no tiene una difusión a la altura del cariño popular que se le profesa, precisamente porque sus temáticas podían llegar a ser muy locales y costumbristas, por lo que no aspiraba a la atemporalidad y grandilocuencia de Cortázar o Borges. Por ello, muchos consideran que a Soriano se le excluye del panteón de los grandes escritores argentinos de manera un tanto injusta. Pero pese a ser marginado de los grandes círculos, Soriano ocupa un lugar privilegiado en la cultura popular. La muestra está en cómo su obra sigue siendo citada y homenajeada en el ámbito del rock argentino. Destacan músicos como Luis Alberto Spinetta, Charly García, Fito Páez y Andrés Calamaro, quienes siempre se ufanan de haber crecido leyendo a Soriano. Muy seguido titulan alguna canción basándose en la obra de ‘el gordo’, o retoman alguna de sus frases para incluirla en sus letras.
El poeta del fútbol
Una de las obras más laureadas del también llamado ‘poeta del fútbol’ es Cuentos de los años felices. Se trata de una compilación de cuentos que combina la ficción con los pasajes autobiográficos e históricos.
La época en la que más se centra es el peronismo, periodo en el que Osvaldo Soriano vivió su infancia. Su padre es un personaje entrañable al que retrata con un cierto dejo de tierna condescendencia. En opinión de Ramiro Padilla, con quien recientemente tuve el placer de compartir una mesa literaria en vivo acerca de esta obra, el padre se roba la historia en ciertos pasajes, ya que llega incluso a ser muy efectivo como arquetipo para representar a todos los padres Latinoamericanos de clase media baja de la segunda mitad del Siglo XX, pues deja ver sus pasiones políticas, así como su preocupación por el aprendizaje autónomo en compensación de sueños profesionales probablemente truncados por la carestía y la urgencia de convertirse a temprana edad en jefe de familia. Quiso siempre ser ingeniero, un ingeniero nacionalista de obras sanitarias, y que, pese a vivir uno de los periodos de mayor industrialización, odiaba todo lo referente al peronismo, pues incluso dejaba ver en algunos pasajes que simpatizaba con el comunismo.
El Soriano de esta serie de historias es un joven que vivía el peronismo como una afición infantil, y que con los años se fue desencantando de Juan Domingo y la idealizada Evita. Fue desarrollando un amor por la escritura solo equiparable al deseo irrefrenable por la apoteosis del ritual futbolístico: el gol. Esto incluso supuso un cisma entre él y su padre, quien lo instaba a sacar provecho de su estancia en el ejército y diplomarse como experto en motores. Soriano, soñador y desenfadado, condensa esta discrepancia en una maravillosa frase:
«Cualquiera arregla un motor, pero poca gente sabe acercarse al arco.»
El humor de soriano es sutil, sagaz y en ocasiones surrealista. Se trata de pinceladas a veces construidas a partir de juegos semánticos o bien, de diálogos enrevesados. Para ejemplo de lo primero, esta frase:
«Soportamos vientos y tempestades con el último combustible y poca comida, corridos por los pumas y escupidos por los guanacos.»
Para ejemplo de lo segundo, la siguiente secuencia:
«—Constante los tira a la derecha.
—Siempre —dijo el presidente del club.
—Pero él sabe que yo sé.
—Entonces estamos jodidos.
—Sí, pero yo sé que él sabe —dijo el Gato.
—Entonces tírate a la izquierda y listo —dijo uno de que estaban en la mesa.
—No. Él sabe que yo sé que él sabe —dijo el Gato Díaz y se levantó para ir a dormir.»
Un mundial clandestino
Los relatos costumbristas y evocadores de la relación filial son entrañables, pero muchos concuerdan —o concordamos— en que los puntos más altos de la prosa de Soriano están en sus cuentos sobre partidos de fútbol, protagonizados por peculiares personajes relacionados con dicho deporte.
La delineación de los personajes es exuberante y por momentos surrealista. Por ejemplo, la del personaje llamado Orlando el Sucio:
«Era petiso, barrigón, de pelo grasiento y tenía tantos bolsillos en la ropa que cuando viajaba no necesitaba equipaje.»
Y qué decir de cómo en “dos toques”, si se me permite la expresión futbolera, delinea la naturaleza del árbitro en El penal más largo del mundo:
«El árbitro que pitó el penal era Herminio Silva, un epiléptico que vendía rifas en el club local y todo el mundo entendió que se estaba jugando el empleo…»
Pero si de surrealismo hablamos, se puede mencionar el estrambótico relato del mundial clandestino con presencia de alemanes e italianos, y disputado en tierras argentinas en 1942, pasado por tormentas invocadas por los mapuches —quienes al final se alzaron como ganadores—, con pasajes en que la portería o incluso la pelota misma desaparecían:
«El juego tuvo que seguir en plena oscuridad porque Berlín reclamaba el resultado, pero ya ni siquiera había pelota y al amanecer todos corrían detrás de una ilusión que picaba aquí o allá, según lo quisieran unos u otros.»
Lo que corona a este relato es la presencia de un personaje sumamente peculiar construido por Osvaldo Soriano al margen de la verosimilitud histórica: William Brett Cassidy, hijo del forajido norteamericano Butch Cassidy, quien, en el universo de ‘el gordo’ Soriano se granjeó una vida de árbitro justo que dirigía los partidos a punta de pistola en territorio pampero.
Y cómo no hablar del relato más celebrado cuento de este libro, y pudiera ser que de toda la obra de Soriano: El penal más largo del mundo. Se trata de un cuento de tono costumbrista que transmite todo el sabor de una liga rural con una parafernalia cuasi carnavalesca que compone todo un universo aparte; el universo de la Argentina del interior, donde se intuye un paso del tiempo mucho más lento con respecto al resto del mundo. El entrañable protagonista, el Gato Díaz, es otro arquetipo del soñador fracaso que carga a cuestas el latinoamericano promedio; un portero de venido a menos que se erige en efímera estrella de un equipo francamente mediocre, el cual, sin embargo, levanta la pasión de todo el pueblo. Es imprescindible que lean ese relato. Como ya es costumbre, (aquí, donde nadie nos oye) escríbanme y les envío el libro en pdf.
Este ha sido mi homenaje un maravilloso libro de Osvaldo Soriano, también llamado “el poeta del fútbol”.
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