Por Gerardo González.
Regeneración, 13 diciembre 2016.- De nueva cuenta Cuba y su revolución vuelven a estar en el centro del debate político. Primero con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y, después, con la súbita desaparición física de quien comandara durante más de 50 años la jefatura política de la revolución; Fidel Castro.
La gran virtud de Fidel -reconocido incluso entre los más críticos de su liderazgo- fue haber mantenido al régimen surgido de la revolución y el sistema de seguridad social que hoy día goza el pueblo cubano a pesar de las múltiples dificultades.
La revolución cubana pudo sobrevivir a una invasión preparada desde los Estados Unidos, a sabotajes de todo tipo, al embargo económico (iniciado en 1961 y vigente hasta el día de hoy), al colapso del bloque socialista y a la estrategia económica de emergencia conocido como “periodo especial”.
Quizá -y en esto también parece haber un acuerdo con los críticos de Castro- la mayor proeza del Comandante no estuvo en el terreno militar o diplomático, sino en el económico; la sobrevivencia a la caída del “socialismo real”.
La caída del bloque socialista en Europa del Este y de la propia Unión Soviética en 1991, fue un golpe devastador para le economía cubana. La ayuda del bloque socialista a la isla equivalía al 37% de la deuda total contraída por los países en vías de desarrollo con los países donantes1.
La súbita disminución de la ayuda y los intercambios comerciales garantizados por la URSSS y el COMECON tuvo un efecto dramático; en 1993 el PIB se redujo al 35% y las exportaciones de productos cubanos se redujeron un 79%.
El gobierno adoptó una estrategia económica de emergencia, de austeridad forzosa y ajuste estructural, conocido como “periodo especial”. El cual, a decir James Petras y Henry Veltmeyer, “repartió el sufrimiento de la recuperación económica por toda la sociedad cubana, a diferencia de lo experimentado en los países capitalistas, donde ese sufrimiento y los costos sociales fueron desproporcionadamente soportados por la clases bajas y medias”2. Sea como fuere Cuba no tuvo más opción que navegar en el turbulento desorden de la globalización.
Hubo cuatro aspectos de la recuperación económica empujadas por Fidel las que, a decir de quien escribe estas líneas hicieron posible del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la Unión Americana, hasta el día de hoy han significado un acalorado debate en todas coordenadas.
La Ley de Inversiones Extranjeras de 1995 creó las «empresas mixtas” (con capital extranjero). Las inversiones se dirigieron especialmente al turismo y ramas relacionados con este, para luego extenderse a otros sectores; productos farmacéuticos y, posteriormente, al petróleo.
La promoción del turismo como palanca de la recuperación económica fue el uso más rápido y fácil de las condiciones naturales de Cuba, para compensar la depresión económica y el aislamiento político.
Se eliminó el monopolio del comercio exterior por parte del Estado ejercido, hasta entonces, por el Ministerio de Comercio Exterior: tanto las empresas estatales como las mixtas pueden negociar libremente sus exportaciones e importaciones.
El dólar se convirtió, de hecho, en la moneda efectiva de Cuba. Coexistiendo con dos monedas nacionales: una «convertible» en dólares y otra «no convertible».
Estas medidas de emergencia, aunado a una astuta diplomacia, han permitido que Cuba se vaya estabilizando a la implosión del campo socialista. Han sido medidas calificadas de “traicioneras” y “liberalizadoras” por parte de un segmento de la izquierda, y de “insuficientes” y “moderadas” por parte de la derecha.
Pero en cualquier caso no hay posibilidad de escamotear un hecho objetivo; ni un hospital ni una escuela fueron privatizados durante el “periodo especial”. Ni tampoco se puede obviar que la isla ha tenido, y sigue teniendo, éxito en lograr un nivel alto de desarrollo humano sobre una base de bajos ingresos y en el contexto de la peor crisis de su historia.
Apuntes finales
A pesar de todo, la Revolución no ha logrado aún, el objetivo primordial en el programa del Moncada; Cuba ha sido incapaz de acabar con la dependencia económica y ha sufrido permanentemente un déficit en la balanza comercial. La situación económica de la isla sigue siendo, pese a las medidas tomadas, precaria, y los beneficios socioeconómicos obtenidos se ven constantemente amenazados, como reconoció el propio Raúl Castro en su primer discurso como jefe de Estado el 26 de julio de 20073.
Para el pueblo cubano vienen circunstancias particularmente adversas. En primerísimo lugar por la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca (quien no ha dejado de insistir en revocar o condicionar las relaciones diplomáticas a cambio de concesiones políticas y económicas) y en segundo lugar por el fallecimiento de Fidel (quien había abandonado la jefatura de Estado el 18 de febrero de 2008).
En realidad no es descabellado suponer que el Comandante podría seguir moviendo los hilos desde la tumba. La fuerza de su legado sigue siendo monumental desde cualquier perspectiva y una verdadera molestia para quienes no ha dejado de acosar a la isla desde el primer minuto que “los barbudos” tomaron el poder. Sobrevivir a más de 50 años de asedio militar y comercial, en medio del colapso de la Unión Soviética, al tiempo que se mantienen niveles de desarrollo humano comparables con algunos países europeos, es un logro extraordinario en sí mismo.
- Mesa-Lago, C., ed., Cuba after the Cold War, Universidad de Pittsburgh, 1993, p. 151.
- Petras, James, Espejismo de la izquierda en América Latina, 2009, Lumen México, p. 281.
- Balfour, Sebastián, Fidel Castro: una biografía política, 2009, Península, p. 270.