1.–Para que viva México tenemos que forjar una nación mejor para nuestros hijos y eso solo se logrará con organización: González Pedrero
2.-Imposible hablar de democracia mientras no se incluya a los mexicanos más pobres, sostiene Poniatowska
3.-La lucha del pueblo será insuficiente si en el 2012 no sacamos adelante un gobierno progresista y democrático que obedezca de veras al mandato popular: Bartra
1.-* Palabras del historiador Enrique González Pedrero.
¿Hacia dónde va este pobre país? Es una frase que, con variantes, escuchamos ahora con harta frecuencia. En este caso, lo cierto es que a nuestro país México pareciera irle de mal en peor. Cada día hay más pobres, más desigualdad, cada día más inseguridad, más violencia, menos Estado, más mercado.
Frente a ello, podemos reaccionar encogiendo los hombros y resignarnos o podemos preguntarnos con honradez ¿y tú qué estas haciendo para remediar lo que pasa? Hay, pues, dos caminos frente a lo que nos ocurre: resignarse y pasarnos la vida lamentándonos de la mala suerte, o reaccionar viendo qué podemos hacer para que las cosas vayan mejor. Huir o enfrentar la realidad.
Ahora bien, lo que ahora contemplo me llena de entusiasmo: está plaza histórica llena de hombres y mujeres dispuestos a contribuir con esfuerzo, para cambiar este presente lamentable y mezquino, por un futuro digno. Transformar esta nación roída por el egoísmo y la codicia de unos cuantos, por una patria menos desigual, más solidaria, más digna, más libre, más humana. Una patria donde el hombre en vez de ser considerado “capital humano” sea lo que es: el creador de la riqueza por medio de su trabajo libre y limpio.
Tenemos, amigas y amigos, que volver a creer en las grandes palabras que son como estrellas que nos guían en la oscuridad de la noche, tenemos que volver creer en la justicia, en la libertad, en los seres dignos, en los semejantes solidarios, en la generosidad, en la fraternidad. Tenemos que legar a nuestros hijos una nación mejor a la que nos ha tocado vivir. La patria de nuestros hijos debe ser mejor que la que hoy vivimos nosotros.
¿Y esto cómo vamos a lograrlo?
Recuerdo que hacia la mitad del siglo pasado un hombre generoso, prudente, patriota, un gran estadística: el general Lázaro Cárdenas, cada vez que venía al caso, insistía en la necesidad que tenía el pueblo México para conseguir sus metas de organizarse. La meta hoy, amigas y amigos, conciudadanos, es la que recomendaba aquel gran mexicano que ajusto su palabra a los hechos y que hoy nosotros sustentamos: tenemos que organizarnos.
Para conseguir un cambio como el que nos proponemos hay que organizarse. Algo que hay que recordarlo ahora, está presente en la exclamación con la que celebramos los días patrios: ¡Qué viva México! Aparte para que viva México y no se los vaya de las manos tenemos que organizarnos, para rehacerlo, para reconstruirlo. Para que viva México tenemos que forjar una nación mejor para nuestros hijos y eso solo se logrará con organización. Organización política, organización social, organización para defender la economía nacional, para defender nuestra soberanía.
Para recordar con la mano en el corazón a los héroes que nos dieron la Independencia, a los que lograron la Reforma, a los que hicieron posible a la Revolución de 1910, tenemos que organizarnos para recrear, para volver a levantar a México. Y esto puede obtenerse haciendo posible el programa que les será sintetizado en los minutos que siguen y que ustedes deben enriquecer. Un programa donde se busca que México sean un país para todos los mexicanos: pobres y ricos, indígenas y mestizos, obreros y empresarios, jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Un país seguro, que propicie el bienestar para todos los ciudadanos. En el que se respeten la libertad, y la diversidad cultural, sexual, religiosa, étnica.
¡Prestemos, pues, atención a los oradores que siguen! Y no lo olviden, primero la organización, después organización y siempre organización, muchas gracias.
2.- * Palabras de la escritora Elena Poniatowska.
LA CULTURA, TECHO Y SUSTENTO
En los años setenta, conocí a un niño excepcional que venía de Tomatlán, Puebla, Gelasio Castillo. Lleno de curiosidad, de iniciativa, me deslumbró por su inteligencia. Era un cerebro que podía encauzarse con educación, un posible Benito Juárez, un posible Flores Magón, un posible López Velarde, pero su tía me dijo que lo necesitaba para cuidar las borregas. Unos años después, pregunté por él. “Murió”, fue la respuesta.
Lo encontraron en una zanja de un campo de manzanas. Pensé en todos los Orozcos, Riveras, Rulfos, Revueltas, asesinados en México por la miseria y la falta de oportunidades. Gelasio, en otro contexto, sería ahora un referente de nuestra sociedad.
El techo y el sustento, la educación y la cultura son las dos mitades de la manzana que no le tocaron a Gelasio. En México, a la fecha, dos millones trescientos mil niños se quedan sin escuela. Desde hace un tiempo se habla de los “ninis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan. El Instituto Mexicano de la Juventud dice que son unos siete millones. Para muchos la alternativa es ir a engrosar las filas del narcotráfico. ¡Y cuántos Gelasios huérfanos está dejando esta guerra! Tan sólo en Ciudad Juárez, hasta junio de 2010, diez mil niños perdieron a sus padres.
¡Y cuántos hacen falta para que el gobierno comprenda que no puede dejar sin sustento a familias enteras! ¡Y cuántos migrantes asesinados en ambas fronteras para integrar un continente, nuestro continente, que aspira a la civilización y a dejar atrás a la barbarie. A lo largo de los últimos cuatro años pueden contarse veinticuatro mil ochocientos treinta y dos ejecutados y la inseguridad es tal que se ha vuelto normal que los padres prevengan a su hijo adolescente: “Si sales hoy en la noche, te van a matar”. El abandono de los jóvenes por parte del gobierno es un crimen que el futuro nos cobrará muy caro.
Nada más ligado a la cultura que los sentimientos comunitarios, el amor que nos tenemos unos a otros, el amor a los niños, a los ancianos, a los animales. Educar es hacer aflorar en la mente y en el corazón lo más digno, valioso y crítico que hay en la persona. La educación es la que forja la realidad política, económica y ética de cada sociedad. La cultura es identidad y es cohesión.
La identidad la dan los usos y costumbres y en nuestro país tenemos un patrimonio extraordinario que nos enaltece y nos singulariza. Fomentarlo es hacernos un lugar sobre la tierra, un sitio privilegiado dentro de la comunidad de las naciones.
La cultura en los países europeos es un instrumento de defensa nacional integrada a la vida cotidiana, la influencia más definitiva en su desarrollo humano. En América Latina, México lo tiene todo para identificarse con la palabra cultura, porque nuestro pasado indígena asombra al mundo entero y nuestra cultura independiente puede exportar bienes culturales a todos los países.
Nuestra resistencia está en las personas que crean, los hombres y las mujeres de ciencia, las artesanas y los alfareros mexicanos que de la nada hacen surgir una olla de barro negro oaxaqueño, un tejido chiapaneco, un bordado huichol, una tortuga de Toledo.
La cultura lleva necesariamente a la democracia porque la creatividad hace al hombre libre y sobre todo más crítico. El disfrute de la cultura en todas sus manifestaciones también es un instrumento no sólo de respeto por uno mismo, sino de liberación. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otras universidades públicas han formado a profesionistas que nos honran. Con sus aportes, construyen el tejido social de México y fomentan la integración de los ciento cinco millones de mexicanos que somos.
La creatividad de los mexicanos es materia prima para el engrandecimiento de México. La marcha silenciosa y el mitin del desafuero del 24 de abril de 2005 del político que ha demostrado tener más base social en México, Andrés Manuel López Obrador, fue una muestra de creatividad sin precedentes y surgió de uno de los barrios más pobres donde las escuelas de artes y y oficios como el Faro de Oriente han dado resultados óptimos.
Imposible hablar de democracia mientras no se incluya a los mexicanos más pobres. Imposible hablar de identidad mientras se excluya a los diez millones de indígenas. Imposible seguir adelante sin integrar a las mujeres que hasta la fecha somos las grandes olvidadas de la historia. Allí están las 400 asesinadas de Ciudad Juárez para comprobarlo. Imposible olvidar a las minorías con opciones sexuales distintas. Así como el presidente Lázaro Cárdenas se ocupó de los de abajo, un presidente que se ocupara de las mujeres, transformaría al país.
Los que tienen que dar ejemplo de austeridad son los que están en el poder. Si los funcionarios mandaran a sus hijos a escuelas públicas éstas mejorarían junto con la educación que se imparte, si tomaran el metro y el autobús, éstos serían más eficaces, más limpios y más seguros, si los poderosos se atendieran en las clínicas del IMSS y del ISSSTE la atención sería de primera. Subir los salarios mínimos, sería dignificante para todos.
Si se elevara el nivel educativo de los mexicanos, nuestro país sería más democrático, más solidario, más tolerante y más culto porque la educación incluye a todos: maestros, alumnos, padres de familia, sociedad y gobierno.
Un pueblo educado tiene más elementos para condenar los actos de impunidad y de corrupción de sus gobernantes y no cae en la adulación o el servilismo. Una educación laica y gratuita crea ciudadanos críticos que no tienen miedo de expresarse.
Lo primero que salió de los escombros de una Varsovia destrozada por la Segunda Guerra Mundial fue una florería. Era conmovedor ver cómo por encima del desastre, entre dos muros caídos se erguía una insólita tiendita floreada. “Esto es lo que queremos “-parecían decir las mujeres. “Queremos pan y rosas”. “Porque aquí no pasan cosas de mayor importancia que las rosas” escribió Carlos Pellicer.
Hoy las mujeres del mundo seguimos luchando por pan y rosas. Además de pan, necesitamos belleza, cultura, arte y en México nos resulta indispensable seguir haciendo juguetes, golosinas, palomitas de papel, piñatas para cantar: “Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”.
Perder el camino es perder nuestra oportunidad de un cambio verdadero. México tiene todo para construir su identidad sobre la cultura, es decir, el disfrute de su patrimonio y el fomento de su creatividad. México, estado cultural, México, nación de cultura, México, sociedad de conocimiento, México (como lo fue Grecia) patrimonio cultural de la humanidad. Fascinante y conmovedora ha sido nuestra resistencia.
En los años que vienen, la cultura podría salvarnos al convertirse en el objetivo de todas las clases sociales, una cultura que hiciera renacer la confianza en nosotros mismos. La filosofía nahuatl nos dijo que éramos los cimientos del cielo y los antiguos mexicanos nos llamaron el pueblo del sol. Bajo ése sol y ése cielo se levanta nuestra esperanza.
3.* Palabras del investigador universitario Armando Bartra.
Compañeras, compañeros:
México está en peligro. La nación se encuentra en riesgo. En el siglo pasado, durante los gobiernos que siguieron al de Cárdenas hubo corrupción, hubo injusticia, hubo autoritarismo. Pero nunca un decaimiento como el de ahora. Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón arruinaron al país.
Antes los mexicanos podíamos esperar que nuestros hijos vivieran mejor que nosotros, como nosotros habíamos vivido mejor que nuestros padres. Hoy ya no. Salvo al puñado de millonarios que engorda con la desgracia nacional, a los demás el porvenir nos depara estrechez, carencia, frustración. Los neoliberales y la oligarquía nos están robando lo más valioso: la esperanza en un futuro mejor. No lo vamos a permitir.
Los mexicanos padecemos una combinación de males nunca antes vista: deterioro ambiental, retroceso económico, descomposición social, regresión política, creciente inseguridad. Pero lo más grave es una profunda degradación moral. Una decadencia espiritual que hoy corroe a la oligarquía y sus testaferros, pero que contaminará a la nación entera si no la detenemos.
El país está en un cruce de caminos y los próximos años serán decisivos. Si no lo impedimos, la oligarquía y sus lamebotas continuarán haciendo estragos. ¿Con qué cara diremos a nuestros hijos y a nuestros nietos que no supimos defender el patrimonio material y espiritual de la nación?
Compañeras, compañeros:
Ha llegado la hora de reconstruir a México. El país necesita un cambio, un cambio verdadero. Una profunda mudanza regeneradora que nos saque del marasmo, que nos saque de la decadencia. Transformación a fondo que tiene que ser impulsada desde abajo y por los mexicanos de a pie, por las mujeres y hombres que hemos construido este país con nuestro trabajo, pero también con nuestras luchas libertarias, con nuestra resistencia a la injusticia, con nuestra inquebrantable dignidad. Y porque no decirlo, con nuestra alegría, con nuestra capacidad de burlarnos de los poderosos, de reírnos en su estúpida cara, algo que aprendimos de Carlos Monsiváis.
Pero la lucha del pueblo será insuficiente si el 2012 no sacamos adelante un gobierno progresista que impulse la regeneración nacional, un gobierno democrático que obedezca de veras al mandato popular, un gobierno de izquierda que gobernando para todos ponga por delante la reivindicación de los más pobres, un gobierno nacionalista que sin darle la espalda al mundo defienda realmente los grandes intereses de la nación.
Y este gobierno necesitará un programa, un buen programa. Un nuevo proyecto de país que desde ahora debemos esbozar y discutir.
Nuestro primero y más ineludible compromiso social es combatir la vergonzosa desigualdad que nos aqueja. El bienestar de los mexicanos es tarea principalísima de un gobierno comprometido con la democracia. Porque las libertades no se pueden ejercer a plenitud si no se tiene alimentación adecuada, vestido, techo, seguridad, tranquilidad.
Hay que atender todas las necesidades básicas, pero ante todo la alimentación. Es inadmisible que en un país de inmensas riquezas haya niños desnutridos y personas con hambre. El programa emergente de asistencia alimentaria será el primer paso para establecer el derecho Constitucional de todos a la alimentación.
Y si el hambre es inadmisible, igual lo es la enfermedad. Todos nos vamos a morir, pero que la gente se muera de enfermedades curables que no fueron prevenidas ni atendidas, es un crimen. Por eso garantizaremos el derecho a la salud mediante servicios públicos adecuados y medicamentos gratuitos.
No queremos más jóvenes que no estudian ni trabajan. Para garantizar el derecho a recibir educación frenaremos la privatización y dotaremos a la educación pública de un presupuesto equivalente a por lo menos 7 por ciento del PIB.
Disfrutar de tranquilidad y seguridad después de una larga vida de trabajo es un derecho. Por lo que se garantizará una pensión universal a todos los adultos mayores y un sistema de jubilaciones solidario y redistributivo. Nosotros no les robaremos su pensión a los asegurados, como acaba de hacerlo la Suprema Corte.
El derecho al trabajo y al empleo están en la Constitución, pero lo cierto es que miles de jóvenes no encuentran más camino que la informalidad, la migración o la delincuencia. La creación de empleos dignos, estables y bien remunerados será prioridad de nuestro gobierno.
El bienestar del pueblo es la mayor aspiración de nuestro proyecto alternativo. Bienestar que construiremos entre todos, con nuestro trabajo y empleando adecuadamente los abundantes recursos de que dispone la nación.
Y de esto, de la organización del esfuerzo productivo de los mexicanos y las mexicanas, se ocupa el programa económico.
El objetivo central de la nueva economía será el bienestar. Y para esto es necesario cambiar el rumbo. Pero el propósito de este viraje no es sólo lograr buenos indicadores financieros sino elevar el nivel de vida de la gente.
El nuevo gobierno velará por la prosperidad de la población y no sólo por los negocios de un puñado de empresarios. Y lo hará promoviendo la producción nacional, sobre todo de las empresas pequeñas y medianas que generan empleos, amarrando las cadenas productivas e impulsando los mercados regionales, propiciando la creación puestos de trabajo y apoyando al sector social de la producción, lo significa promover la economía solidaria y el mercado justo.
Prometer no empobrece y sin duda, cuando entren en campaña, el PAN y el PRI ofrecerán esto y más Pero hay cosas que ellos no plantean ni plantearán porque sus compromisos con la oligarquía no se los permiten.
Por ejemplo, nosotros nos comprometemos a gravar las operaciones de la Bolsa Mexicana de Valores, un lugar privilegiado donde se hacen fortunas y no se pagan impuestos. Y no sólo en la bolsa, nos comprometemos a abolir el conjunto de privilegios que tienen los más ricos en el pago de impuestos. Y para esto terminaremos con el secreto fiscal y eliminaremos los regímenes de consolidación fiscal. Que quede claro, en el nuevo país que vamos a construir las tasas impositivas deben ser progresivas: que pague más quien gana más.
El músculo de nuestra economía es el trabajo de los mexicanos y las mexicanas, pero la palanca son nuestros recursos naturales, entre ellos el petróleo.
Y el petróleo defenderemos. Lo defendimos desde la oposición cuantimás lo defenderemos en el gobierno.
Ya basta de exportar crudo e importar diesel y gasolina. Nuestro gobierno construirá tres nuevas refinerías y reactivará la petroquímica nacional, lo que nos permitirá reducir los precios de los combustibles y de otros derivados.
Petróleos Mexicanos se ha transformado en una cueva de ladrones. Pero esto no se quedará así, nuestro gobierno creará una Comisión de la Verdad para investigar y castigar la corrupción en Pemex.
Y lo mismo decimos de la energía eléctrica. Es compromiso firme de nuestro gobierno acabar con la privatización y con el mal servicio, no acabar con las empresas públicas y con los sindicatos combativos. Aunque no sea parte del programa: ¡Qué viva el SME!
Si el trabajo es el músculo de la economía y los recursos naturales son su palanca, el campo es el territorio donde se concentran los grandes retos del desarrollo económico y del desarrollo social.
Reactivar al campo arruinado por las políticas neoliberales es asunto de seguridad nacional. De eso depende la alimentación de todos y el empleo de millones, pero también la preservación del medio ambiente, de la cultura, de la convivencia y de la seguridad interna.
O revitalizamos al campo o seguiremos destruyendo la naturaleza, importando comida, perdiendo nuestra identidad, expulsando mexicanos a Estados Unidos y sometidos al narco, que aprovecha la pobreza rural para controlar regiones enteras.
Basta de importar maíz y exportar campesinos que podían haberlo producido aquí. Nuestro gobierno recuperará la soberanía y autosuficiencia alimentarias.
Porque un pueblo que importa casi la mitad de lo que come es un pueblo sometido a las potencias agroexportadoras, ejerceremos el derecho a definir y aplicar nuestras propias políticas de producción, distribución y consumo de alimentos sanos, nutritivos y culturalmente adecuados. Y lo haremos promoviendo, ante todo, la agricultura campesina.
En Bolivia, la nueva Constitución reconoce los derechos de la naturaleza. Aquí la destruimos. Nuestro gobierno se compromete a proteger y restaurar el medio ambiente impulsando su aprovechamiento responsable.
Y para ello cambiaremos el rumbo: no más promoción a los agrotóxicos y semillas transgénicas impuestos por las transnacionales, y si en cambio impulso a las prácticas agroecológicas que aumenten la productividad sin dañar a la naturaleza.
Porque ni la tierra, ni el agua ni la vida ni la cultura son mercancías, preservaremos el carácter público y el usufructo colectivo de los recursos naturales y de los saberes comunitarios. Defenderemos de la privatización nuestro rico patrimonio físico, biológico y cultural amenazado por empresas trasnacionales que pretenden apropiarse de tierras, aguas, minas y bosques pero también patentar los conocimientos tradicionales y los códigos genéticos de los seres vivos.
Esto y más, contiene el proyecto alternativo. Pero son sólo ideas preliminares que entre todos habrá que pulir, que desarrollar, que perfeccionar.
Esto apenas empieza, en los próximos meses emprenderemos en todos los estados, en todas las regiones, con todos los sectores y con todos los expertos un amplio debate nacional sobre el contenido del programa.
Entre todos estamos construyendo la organización, entre todos construiremos el programa, entre todos cambiaremos el país.
¡Viva México!
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