El libro Sendero de suicidas, de Rubén Rivera, es casi un muestrario de métodos para la muerte que bien podría adaptarse a nuestros tiempos, en los que una pandemia asesina a poblados enteros.
RegeneraciónMx, 10 de febrero de 2022.- He tomado tiempo para leer Sendero de suicidas (FCE, 2021), de Rubén Rivera, con el cual obtuvo el Premio Aguascalientes de Poesía en 2021. Mi impresión ya pensada, madurada después de terminarlo y reflexionar sobre lo que me provocó es que es un libro zurcido con la paciencia y esmero, el autor se propone remediar con el lenguaje la muerte, deja que las metáforas lleguen a tiempo y con un clímax ideal, el del suicidio.
El libro es una anatomía de diez instancias: bala, agua, soga, gas, veneno, barbitúricos, anhídrido carbónico, raíles, vacíos y diversos. Este muestrario de métodos para la muerte se indaga, mediante un yo poético coral, un suicidio en comuna, como infección de rebaño que sólo provoca muertes masivas, como pandemias que asesinan a poblados enteros. El libro de Rivera llega a tiempo, se adapta a las situaciones que vivimos, acaso fue una razón (más) por la que fue otorgado el premio: el poema en sus circunstancias.
Pero retomo: el largo y sostenido estertor que es este libro se acompaña de otras voces (las intertextualidades) que están cantando a dúo con la del poeta, pues cada poema, inmerso dentro del ecosistema que le tocó morir, comparte página con algún fragmento escrito por un poeta que decidió acortar su vida ya sea por agua, veneno, bala, etc., entre los que destacan: Schopenhauer, Kostas Karyotakis, Vasco de Quiroga, Paul Celan, Jorge Cuesta, Gérard de Nerval, Serguéi Yesenin; Sylvia Plath, Mário de Sá-Carneiro, Manuel Acuña, Leopoldo Lugones, Alejandra Pizarnik, Cesare Pavese, Anne Sexton, Agustín Goytisolo, Arthur Cravan, entre otros tantos más.
Sendero de suicidas es una especie de purgatorio literario, un limbo donde conviven autores (injustamente) olvidados, como Cravan, por ejemplo, con un autor joven, como Rivera. Comparten obsesiones (el suicidio) y le otorgan a este acto de morir por propia mano una historia extendida.
Escrito con una aparente prosa, el libro de Rivera es un ejemplo de que la poesía en nuestro tiempo, y en nuestro país, apela mucho más a la imagen tejida en prosa poética, como ha ocurrido con algunos libros anteriores que han ganado este premio.
En suma, Sendero de suicidas tiene orden y estructura, avanza sin avanzar, pues el letargo del eterno suicida, con la muerte siempre como imagen fija en la cabeza es lo que nos muestra Rivera, mediante una atmósfera, sobre todo, liviana, entre un aire azul, a mitad de transparencia, flores y algo que nos abisma, pero sin ser pesado, sino ligera como un sueño completo y duradero.