Por Tania Campos Thomas
Regeneración.- Si bien no es la única manera de comprender las diferencias sustanciales de distintas posturas ideológicas, la ubicación dentro de un espectro político simple, que va del extremo izquierdo al derecho (o al revés, según qué tanto incomode iniciar de este lado), comienza a ser lo usual en los debates sobre casi cualquier tema en nuestro país.
“La brecha”, como sin eufemismos se nombra en Argentina a la distancia que hay entre la gente de derechas y la de izquierdas, es cada vez es más visible, lo que, sin embargo, no quiere decir que antes no estuviera. Pero si el posicionamiento de la población en estos términos es una “división”, deseable o no, en dónde se encuentran sus causas y cómo en este caso la peor postura es no tener postura, tendrán que ser temas de próximas entregas.
Primero, es necesario comprender de qué se trata cada lado, al menos de manera general. La confusión es tan grave que ni siquiera quienes son conocidos por ser comunicadores, sin vergüenzas ni tapujos, de la más rancia derecha, lo tienen claro; con osadía se declaran en público (no creo que en privado, sobre todo con sus jefes) nada más y nada menos que de izquierda, más aún: ¡de “mega izquierda”!
Cómo se concibe la relación del ámbito social con el individual no es el único factor que diferencia, por supuesto, pero sí constituye uno de los fundamentos en cada lado del espectro político: para quienes se colocan del lado izquierdo, lo social está por encima de lo individual, mientras que del lado derecho lo individual impera sobre lo social. Ahora bien, esto que parece tan sencillo ha dado lugar a suposiciones que producen la confusión más frecuente al respecto: creer que, por sí mismo, el apoyo a ciertas causas nos coloca en la izquierda.
El problema radica en una imprecisión conceptual: “colectivo” y “social” no refieren a lo mismo; lo colectivo forma parte del ámbito social, pero no es la totalidad “el ámbito social”. Hay demandas colectivas que no son representativas de las necesidades del conjunto de la sociedad, sino de un grupo de individuos que se identifican dentro de la sociedad como un colectivo por asumir características e intereses en común.
Es imprescindible aclarar aquí que con lo anterior no quiero decir que dichas causas no sean legítimas, que no deban apoyarse o que no impacten de manera más amplia. Lo que digo es que estar de acuerdo con el respeto a los derechos humanos y civiles de una comunidad en específico (como la de la diversidad sexogenérica LGTBIQA+) o con las demandas de un colectivo particular (por ejemplo gremial, como el de personas trabajadoras del hogar o de las artes), no tiene que ver de manera forzosa con mi convicción sobre cómo considero que deben jerarquizarse los ámbitos social e individual (o colectivo como conjunto de individuos dentro de la sociedad) en su interrelación y, por ende, con el lugar del espectro político en el que me coloco.
Hay personas de derecha que afirman estar a favor de la legalización del aborto o de la diversidad sexual, pero no pueden ubicarse del lado izquierdo en el escenario político porque su apoyo a esas causas no se finca en el bienestar de todos los sectores sociales, sino en velar por sus intereses como individuos. Es sabido que la derecha utiliza luchas legítimas: feminismos, diversidades étnicas y sexogenéricas, peticiones de justicia y legalidad, para el consumo como mercancía (lo mismo la marca gay friendly, como acaparar recursos mediante ONG’s, hechizas y truculentas como la de Isabel Miranda) y en el discurso como armas mediáticas contra gobiernos contrarios. ¿Yo?, como el corazón, del lado izquierdo, donde no es personal, sino social; no eres tú, somos nosotros.
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