Tlatlaya, gran masacre del gobierno de Peña Nieto

Human Rights Watch (HRW) afirma que el asesinato de 22 presuntos delincuentes por soldados es la peor masacre del gobierno de Enrique Peña Nieto

AP. 19 de septiembre de 2014.-El director de la organización Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, dijo este viernes que si es cierto el testimonio de una madre que dice que su hija fue asesinada por elementos del Ejército mexicano en un incidente ocurrido a finales de junio que dejó a 21 muertos más, «nos encontraríamos frente a una de las más graves masacres ocurridas en México».

 Foto Agencia MVT /Beatriz Rodríguez
Foto Agencia MVT /Beatriz Rodríguez

«Es muy importante que mantengamos la presión sobre las autoridades para que pronto produzcan la información para que sea examinada por el público en México», dijo Vivanco a The Associated Press, mientras en la víspera la Comisión de Derechos Humanos dijo que investiga las circunstancias en las que ocurrió el presunto enfrentamiento entre el Ejército y un supuesto grupo de narcotraficantes.

«Abrimos una investigación y estamos analizando el caso para determinar qué sucedió realmente», dijo el presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Raúl Plascencia.

El jueves la Ap reveló que una mujer dijo que vio a un grupo de soldados asesinar a tiros a su hija de 15 años, pese a que la adolescente yacía herida en el suelo. Otras 20 personas fueron muertas a tiros después de haberse rendido, señaló la mujer y que un joven murió previamente en el choque con los soldados.

El gobierno ha dicho que todos murieron durante un tiroteo feroz durante un enfrentamiento ocurrido en la mañana del 30 de junio. Esa versión fue puesta en duda pues de los soldados sólo resultó herido un elemento, y las evidencias físicas en el lugar apuntan a que hubo un asesinato selectivo y colectivo.

La testigo dijo que el Ejército le disparó primero al grupo armado que se encontraba en una bodega. Indicó que un hombre armado murió en ese primer tiroteo y que otro, miembro de la presunta banda de narcos, y su hija adolescente, quedaron heridos.

El resto de los hombres se rindieron con la promesa de que su integridad física fuera respetada, afirmó la testigo que habló bajo condición de anonimato porque teme por su vida y que dijo que se está poniendo a sí misma en peligro por hablar del tema.

Sostuvo, además, que quiere salir del país y cuando se le preguntó por qué decidió hablar, informó que debido a su ira. «Pues sí, la verdad, por lo que hicieron los militares. Eso no se vale. Según ellos están para protegernos, no están para matar tanta gente».

Luego de rendirse, la adolescente Erika Gómez González yacía boca abajo en el suelo, con un balazo en una rodilla. Los soldados le dieron la vuelta al cuerpo aún con vida y le dispararon más de media docena de veces en el pecho antes de ser puesta nuevamente boca abajo, afirmó la madre.

El hombre herido en el tiroteo inicial, que yacía al lado de Erika Gómez, corrió con la misma suerte. «Un militar paró al muchacho y lo mató», dijo la mujer que afirmó que había ido a la bodega la noche anterior a rescatar su hija del presunto grupo criminal, al que aparentemente se había unido.

Los soldados interrogaron al resto de los miembros de la banda al frente de la bodega, adonde habían salido con las manos en la nuca, y luego los llevaron a su interior de uno en uno, adujo la testigo.

Desde donde estaba viendo, justo fuera de la bodega y bajo custodia del Ejército, la mujer oyó los disparos y los gemidos de los moribundos.

Una semana después de la muerte de los 22, reporteros de The Associated Press visitaron y tomaron fotos de la bodega donde fueron encontrados los cuerpos y encontraron poca evidencia de que hubiera ocurrido un prolongado tiroteo.

Había pocas marcas de disparos y ningún casquillo de bala.

Al menos en cinco lugares de las paredes interiores aparecía un mismo patrón: una o dos marcas de balas rodeadas por salpicaduras de sangre, lo que da la apariencia de que algunos de los muertos fueron puestos de pie, arrinconados contra la pared, antes de recibir uno o dos tiros, precisos, a la altura del pecho.

Después de la historia de la Ap, la Procuraduría de Justicia de México aseguró en un comunicado que «no tiene indicio alguno sobre una posible ejecución» y que encontró elementos balísticos de que efectivamente hubo un fuego cruzado.

El gobierno del estado se rehusó a entregarle a la Ap los informes de las autopsias de los muertos y elevó los documentos a la categoría de secreto de estado y los privilegió con una reserva por los siguientes nueve años, luego de que la agaencia los pidiera en una petición de información.

Ante una petición similar en julio, la Procuraduría General de la República respondió que los informes no existían.

Entrevistados por separado, familiares de otras tres víctimas y un médico que vio el cuerpo de Erika dijeron que las heridas que vieron eran consecuentes con el relato de la madre sobre la manera cómo fueron asesinados los miembros de la banda.

El certificado de defunción de Erika, que fue visto por los reporteros de Ap, confirmó que la joven murió el 30 de junio de 2014 en San Pedro Limón, donde las muertes tuvieron lugar, a causa de las heridas de bala que recibió. El certificado no ofrece detalles sobre la balística o el tipo de arma utilizada.

En las lápidas de otros dos de los fallecidos, Marcos Salgado Burgos, de 20 años, y su hermano, Juan José Salgado Burgos, de 18 años, registran como la fecha de deceso el 30 de junio.

Entrevistado por separado, un adolescente, en el poblado cercano de Ixcapuzalco, dijo que su hermano mayor era parte del grupo de los 22. Aseguró que al ver su cuerpo, había una herida de bala en su pierna izquierda que «destruyó su rodilla» y un tiro en la espalda que salió por el pecho. Su relato no pudo ser corroborado de manera independiente.

Ninguno de los familiares quiso ser identificado por temor a represalias. El Ejército y Procuraduría del Estado de México se han rehusado a dar a conocer una lista con los nombres de las víctimas.

Según la madre, el tiroteo del 30 de junio fue iniciado por el Ejército, en violación de sus propias reglas de combate que sólo permiten a los soldados abrir fuego contra civiles armados si éstos disparan primero o si la vida del personal castrense o de los civiles está en riesgo. La Secretaría de la Defensa Nacional no había respondido a una petición para comentar sobre las acusaciones de los familiares.

La Procuraduría General de la República señaló que hay una investigación abierta sobre el incidente, pero que hasta ahora no ha encontrado evidencias que corroboren los dichos de la testigo, cuya versión fue reportada originalmente por la revista Esquire Latinoamérica.

La joven estaba involucrada con malas compañías, señaló su madre que comentó que el grupo había viajado desde la comunidad de Arcelia, en el estado de Guerrero, hacia San Pedro Limón, en el Estado de México, armados y a bordo de tres camionetas. Todos eran adolescentes y jóvenes de poco más de 20 años. Poco se sabe acerca de lo que la banda estaba haciendo o había estado haciendo días antes del incidente.

Autoridades locales dijeron que Arcelia está controlado por el cártel La Familia, un grupo narcotraficante que fue desplazado del estado de Michoacán, donde fue creado. El jefe local de la organización, conocido como El Pez, controla zonas entre Arcelia y San Pedro Limón, localizadas en un área conocida como Tierra Caliente, bautizada así tanto por el clima, como porque es vista como tierra de nadie.

El tráfico de drogas y las confrontaciones con el Ejército han ocurrido allí por décadas. En la zona la gente cultiva y trafica mariguana y amapola y la violencia es común. Hace poco, seguidores de un grupo criminal bloquearon las carreteras y quemaron cuatro camiones de Coca Cola, lo que forzó a la compañía de bebidas a cerrar su centro de distribución en Arcelia. Periodistas locales dicen que han recibido amenazas por publicar historias que no les gustan a los líderes de loscárteles locales.

No está claro sobre si a la Ap se le permitió reportear libremente en la zona porque la historia no es favorable con el Ejército. Pero miembros de la banda criminal aparentemente vigilaron de cerca a los periodistas cuando visitaron la región. Durante la entrevista con la madre de una niña que apareció muerta en un estacionamiento, un joven apareció en el lugar, se recargó en una camioneta y permaneció mirando fijamente a los reporteros hasta que se fueron del lugar.

La zona es patrullada por soldados y marinos. Cuando los reporteros de Ap fueron a un partido en una cancha de futbol a entrevistar a uno de los familiares de dos hermanos muertos en el incidente, tres marinos aparecieron y permanecieron a la vista. Al final, el aparente oficial se acercó y le dijo a los periodistas: «ahora me toca entrevistarlos a ustedes» y preguntó qué era lo que hacían y dónde se iban a quedar.

Poco después, a la salida de la cancha, otro marino tomó fotografías a los reporteros, así como a sus credenciales de prensa.

Cuando recuerda la muerte de su hija, la madre dijo que la confusión se apoderó, pues afuera de la bodega uno de los jóvenes armados apareció gritando «ya nos cayeron los contras».

Era una patrulla del Ejército mexicano. Los soldados prendieron un reflector y abrieron fuego hacia la bodega; los jóvenes respondieron y se dio un enfrentamiento, dijo la mujer. Los soldados les gritaron después que se rindieran y que no les pasaría nada. Los jóvenes salieron con las manos en la nuca, aseguró la mujer. Los soldados llevaron a la madre a un cuarto a medio terminar en la bodega, junto con otras dos mujeres y dos jóvenes que habían dicho que eran víctimas de secuestro.

Desde ahí y bajo la custodia de los militares, ella sólo pudo mirar algunas cosas de reojo y escuchar lo que siguió a continuación. Afirmó que los soldados «hirieron» a algunos, al parecer disparando a sus piernas, antes de matarlos.

«Pues me quedé en shock… de ver tanto», sostuvo la madre, quien comentó que a algunos les dispararon de pie y a otros los pusieron de rodillas.

Después de un par de horas, los dos hombres que se habían hecho pasar como secuestrados fueron separados de las tres mujeres, tomados en custodia por los soldados y ultimados aparentemente porque no creyeron que habían sido plagiados.

En un comunicado de prensa inicial, el Ejército dijo que rescataron a tres mujeres que habían sido víctimas de un secuestro. La madre dice que ella era una de esas tres mujeres y que fueron llevadas a la capital mexiquense, Toluca, y que fueron puestos en custodia de fiscales del estado. Aunque en ese comunicado de prensa el Ejército describió a las tres mujeres como víctimas de secuestro, las otras dos fueron detenidas de inmediato.

La madre de Erika dijo que fue fotografiada junto a las armas confiscadas a la banda y dijo que también sería arrestada si no cooperaba con las autoridades y si no confirmaba su versión de lo sucedido en la madrugada del 30 de junio. Ella dijo que no sabía el nombre de la agente que le dijo eso, pero la describió como una mujer alta, de cabello muy corto, que constantemente sostenía un cigarrillo. Posteriormente, fue trasladada a la unidad de delincuencia organizada de la Procuraduría General de la República en la ciudad de México, y finalmente puesta en libertad sin cargos.

( Associated Press )