1968, la prensa vendida y un puñado de valientes (historia fotográfica)

En 27 fotografías se explica cómo la prensa se subordinó al régimen en 1968 y cómo un puñado de valientes, mujeres y hombres supieron decir la verdad, a pesar de todo

Regeneración, 2 de octubre del 2018.  Los medios de comunicación de hace 50 años estaban dominados por la prensa escrita y la radio; la televisión iniciaba su vertiginoso crecimiento. Con relación a la represión del movimiento popular estudiantil del 68, la prensa se subordinó al régimen, sin embargo, por encima del control del PRI, fotógrafos y reporteros pudieron mostrar la verdad por encima del control oficial.

Son 27 fotografías, mediante las cuales el investigador Alberto del Castillo Troncos hace un recuento gráfico del movimiento, el posicionamiento de los medios de comunicación y sus contradicciones.

1.- Excelsior

Excélsior, albergó la crítica informada de Daniel Cosío Villegas y de una pléyade de ilustres colaboradores como Froilán López Narváez, Enrique Maza y Hugo Hiriart, entre otros.

Ellos desmantelaron con sus reflexiones la naturaleza autoritaria del régimen de Díaz Ordaz.

Excelsior se caracterizó por publicar editoriales institucionales cautelosos y moderados, muy cercanos a la perspectiva oficial, con las notorias excepciones de la toma militar de Ciudad Universitaria y del 2 de octubre.

La cobertura fotográfica del diario, con Aarón Sánchez, Miguel Castillo y Carlos González –quien por cierto fue herido de un bayonetazo en Tlatelolco–, respondió a este tipo de intereses y contradicciones, y desde esas coordenadas y parámetros hay que realizar la lectura de sus imágenes (Foto 1).

2.- La revista Tiempo

La revista Tiempo estaba dirigida por el laureado escritor Martín Luis Guzmán, quien resultó uno de los enemigos más acérrimos del movimiento, con el encargo oficial de satanizar a los estudiantes y de alimentar la teoría de la conjura antigubernamental.

La paradoja consiste en que el director de esta revista contrataba los servicios de los hermanos Mayo, el colectivo de fotógrafos republicanos que hizo leyenda en la historia del fotoperiodismo nacional, quienes tenían un bagaje de izquierda que se diluyó a través de los feroces pies de foto anticomunistas que les endilgó el director de Tiempo (Foto 2).

La Prensa

La prensa, uno de los diarios de mayor circulación en aquella época, se alineó rápidamente con el discurso de las autoridades y se limitó a aderezar los boletines oficiales antiestudiantiles, convirtiéndolos en notas periodísticas.

Enrique Metinides, el maestro de la nota roja en México en el siglo pasado, a La mirada del autor, especializado en narrar historias macabras y en destacar el papel de los «mirones» en accidentes y desastres de toda índole, aplica las mismas premisas de encuadre y composición al contexto del 68, subrayando los efectos de la represión (Foto 3).

La revista Life

La revista Life en español rescató la tradición de las grandes revistas ilustradas y fomentó la construcción editorial de secuencias narrativas que contaron con la mirada de eficientes fotógrafos mexicanos como José Dávila Arellano y Jesús Díaz, quienes tuvieron el espacio y la pausa para construir narraciones y secuencias que dotaron de mayor contundencia a las imágenes (Foto 4).

 

El «Bazucazo»

El «bazucazo» con que el Ejército destruyó la puerta barroca del plantel universitario de San Ildefonso, un hecho negado sistemáticamente por las autoridades, pero que encontró un eco inmediato a través de las diversas visiones fotográficas publicadas al día siguiente del suceso.

Los estudiantes recogieron este hecho como uno de los acontecimientos fundadores que justificaron la existencia del movimiento e incorporaron las fotos del momento en sus periódicos murales en los días posteriores (Foto 5).

El Heraldo de México:

El conservadurismo expresado en la reproducción de las tesis anticomunistas y de la xenofobia, concentrada en la figura de los supuestos alborotadores extranjeros, entre los que destaca la bella neoyorkina Nikka Seeger, hija de uno de los cantantes de protesta más famosos de la época y, por el otro, la modernidad reflejada en la multiplicidad de miradas de una cobertura atenta a los distintos escenarios y representada por un grupo eficiente de cerca de diez fotógrafos que llegaron incluso a actuar juntos en algunos de los episodios (Foto 6).

Life en español y su seguimiento testimonial del hostigamiento de un estudiante, con pies de foto que denuncian la prepotencia de los soldados, y una propuesta editorial que presenta un sugerente diálogo visual de las persecuciones policíacas en México y Francia, lo que demuestra una voluntad de leer los acontecimientos desde una perspectiva más amplia (Foto 7)

en La cultura en México y el equilibrio que consiguió entre las imágenes de María y Héctor García y la crónica de Monsiváis (Foto 8);

En la portada y en las páginas interiores de Por qué?, dirigida por el polémico periodista Mario Menéndez, que omite los créditos fotográficos, pero registra meticulosamente la represión y el encarcelamiento de los jóvenes desde una perspectiva muy particular, en la que se asume como el portavoz único de la verdad (Foto 9).

 

LA MARCHA DEL RECTOR

Una mujer fotógrafa: María García

Por su parte, María García –una de las pocas fotógrafas del 68– realizó una interesante cobertura del episodio, sobreponiéndose a la hostilidad de algunos de sus compañeros de gremio, no habituados a la competencia femenina. La secuencia de sus imágenes fue publicada en La cultura en México en el contexto crítico de la crónica de Carlos Monsiváis, que las potenció editorialmente como parte de la iconografía del 68 en los años posteriores (Foto 11).

Rodrigo Moya, quien a mediados de 1968 comenzaba una nueva aventura como editor de una revista, se incorporó a la marcha en calidad de ciudadano y obtuvo vistas diversas de la manifestación a través de su fotografía envolvente, que tuvieron como destino el anonimato de su archivo, lugar en el que hibernarían durante cuatro largas décadas (Foto 12).

 

LA MARCHA DEL 13 DE AGOSTO

La marcha del 13 de agosto representa lo mejor del espíritu irreverente, festivo y contestatario del 68. Se trata de la primera demostración masiva del Consejo Nacional de Huelga, un organismo creado apenas una semana antes y, por lo tanto, fuera del control corporativo del gobierno y alejado en ese momento de su aparato de inteligencia.

Es difícil imaginar la subversión implícita en el hecho de que un organismo sin membrete oficial organizara una manifestación de 150 mil personas sin pedir el permiso correspondiente a las autoridades.

Rodrigo Moya fue uno de los fotógrafos documentalistas más importantes del México de mediados del siglo pasado. En sus fotografías sintetiza con mayor fortuna el tono lúdico y desafiante del poder que caracterizó al movimiento estudiantil en aquel agosto, una atmósfera que poco a poco fue desplazada por el temor y la represión en los meses siguientes (Fotos 14 y 15).

 

LA MANIFESTACIÓN DEL 27 DE AGOSTO

La espectacular marcha del 27 de agosto marcó el punto más alto en la capacidad organizativa del movimiento estudiantil.

La marcha del 27 partió del Museo Nacional de Antropología y desembocó en el Zócalo. Reunió a cerca de 300 mil personas y transcurrió en términos pacíficos, exhibiendo el enorme poder de convocatoria logrado por el Consejo en apenas tres semanas de existencia.  Aunque los medios le dieron mayor énfasis al desalojo de una pequeña guardia que quedó al final del mitin (Foto 16).

El caso límite que ilustra esta confluencia de intereses es el que se refiere al episodio de la inclusión en las primeras planas de la fotografía del mitin nocturno con el asta bandera luciendo el trapo rojinegro, estrategia mediática antiestudiantil, según consta en una documentación abierta hace algunos años a la consulta pública en el Archivo General de la Nación (Fotos 17 y 18).

 Life en español tomó distancia de las posturas oficiales, al señalar que los gobiernos latinoamericanos descalificaban de inmediato a las movilizaciones sociales etiquetándolas como «comunistas», y en cambio señaló que el móvil verdadero de la rebelión había que encontrarlo en la naturaleza autoritaria de un «régimen de partido revolucionario único».

En esta lógica, la revista publicó una fotografía panorámica de la marcha a su paso por la avenida Juárez, captada desde la Torre Latinoamericana, lo que le permitió dimensionar una protesta cívica que calculó en 200 mil personas (Foto 19).

Por su parte, La cultura en México, el suplemento de la revista Siempre!, publicó una secuencia de varias imágenes de la marcha a cargo de Héctor García. Esta crónica visual estuvo contextualizada por la mirada irónica de Carlos Monsiváis, que intercaló párrafos con argumentos y distintas opiniones sobre el movimiento, entre las que se podía encontrar la defensa servil del gobierno a cargo del periodista Carlos Denegri junto a posturas mucho más perspicaces y certeras, como las de Daniel Cosío Villegas, quien cuestionaba con enorme lucidez la politización y el nivel académico real del estudiantado (Foto 20).

 

LA CEREMONIA DEL DESAGRAVIO Y LA OFENSIVA GUBERNAMENTAL

El desalojo militar de la guardia estudiantil montada en el Zócalo la madrugada del 28 de agosto marca el inicio de la ofensiva gubernamental. Las declaraciones de Fidel Velázquez, el eterno líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en torno a que la represión era «urgente y necesaria», o la golpiza recibida por el profesor Heberto Castillo a las puertas de su casa, fueron sólo algunos de los signos de los nuevos tiempos. (Foto 21).

Carlos Mendoza ha documentado con elocuencia la existencia de francotiradores gubernamentales apostados en el edificio de la Suprema Corte de Justicia y en el hotel Majestic, entre otros puntos estratégicos del primer cuadro, que convierten el macabro espectáculo en una práctica de tiro al blanco que anuncia las terribles jornadas de septiembre y octubre (Foto 22).

Las mujeres se movilizan

Por un lado, pueden verse las fotos de las «mujeres del pueblo», publicadas en el Magazine de policía, –el espacio periodístico alterno de Excélsior para competir con los diarios populares–, las imágenes de las mujeres de la «Acción Católica Mexicana» proyectadas editorialmente por el diario La Prensa, quienes realizaron una ceremonia de desagravio para protestar por lo que ellas consideraban como la profanación de la catedral llevada a cabo por los estudiantes la noche del 27 al iluminar la iglesia y repicar sus campanas, reuniéndose afuera de las puertas del sagrado recinto para protestar contra estos hechos y avanzar de rodillas al altar del perdón.

Esta confrontación particular de imágenes tiene una gran importancia en la medida en que nos muestra la existencia de tensiones y de conflictos en la narración de la prensa.  (Fotos 23 y 24).

 

LA MARCHA DEL SILENCIO

La manifestación del silencio constituye la última respuesta organizada y multitudinaria del movimiento que puso en jaque a la estrategia represiva de Díaz Ordaz.

La estrategia de la inmensa mayoría de los periódicos consistió en minimizar la importancia de la marcha la excepción más notable está representada por la revista Por qué?, de Mario Menéndez, la cual le dedicó un amplio reportaje fotográfico de treinta imágenes que describen la participación de diversos contingentes –entre los cuales destacan varios acercamientos al grupo de la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas– y narran paso a paso la jornada cívica que desembocó en el Zócalo. (Foto 25).

LA OCUPACIÓN MILITAR DE CIUDAD UNIVERSITARIA

La ocupación de Ciudad Universitaria (CU) ocurrió el 19 de septiembre y fue justificada como una medida dolorosa pero necesaria por la mayor parte de la prensa capitalina. Las reacciones entre la intelectualidad fueron diversas. Mientras Salvador Novo declaró que se había desayunado con la mejor noticia recibida en mucho tiempo, Daniel Cosío Villegas escribió que se trataba de una medida irracional y contraproducente, pues obligar a los jóvenes a salir a las calles en una ciudad virtualmente tomada por las fuerzas armadas era una acción que rayaba en la estupidez.

Un testimonio obtenido recientemente en una entrevista personal con Daniel Soto, el jefe del Departamento de Fotografía de El Universal, confirma que la cobertura mediática del episodio no fue otra cosa que un operativo de Estado diseñado en la Secretaría de Gobernación, de donde partió a las 22:00 horas la comitiva oficial con los fotoperiodistas hacia el territorio universitario.

Una vez en el campus se organizaron varios tours para los profesionales de la lente, que incluyeron una visita guiada a las aulas con letreros y grafittis irreverentes y obscenos; la exhibición de una serie de botellas vacías con estopas que representaban el «peligroso» arsenal de bombas molotov decomisadas a los estudiantes y, lo más revelador, el despliegue de cientos de jóvenes obligados a permanecer acostados con los brazos extendidos en la explanada.

Una vez concluida la sesión fotográfica dirigida se conminó a los fotógrafos a abandonar CU, pero Daniel permaneció unos minutos captando imágenes y cuando quiso salir del territorio universitario la pinza se había cerrado y se topó con una impasible (e impasable) valla de soldados que le cortó la ruta hacia el exterior. Entonces se produjo una escena digna de Costa Gavras, que en realidad es una alegoría de la resistencia civil contra el autoritarismo de Estado y que el propio Soto describe con las siguientes palabras:

No nos dejaban salir, y ya eran casi las 12:30 y había que entregar el material; entonces en lo que es la avenida Insurgentes, ahí estaba el cordón de soldados y uno tratando de salir hablando con ellos, pero no: ¡aquí no pasas!, tenemos órdenes de que nadie sale. «Oigan, pero somos periodistas, ¡ustedes nos trajeron!» Pues no, no sabemos nada de eso, ¡y aquí no pasa nadie! Y en eso pasó uno de los muchachos que trabajaba como fotógrafo, que estaba del otro lado de la valla. Yo ya había quitado mi rollo de la cámara, lo traía en la mano y le dije: «¡quiubo!, ¿qué haces aquí?» Nada, ando por aquí a ver si puedo entrar; «No –le digo–, ¿cómo te va?»; Y le dí la mano, y le pasé mi rollo. Él sintió el rollo e inmediatamente entendió de que se trataba; y le dije: «¡ándale, vete rápido!» Se fue y entregó todo ese material».24

 

LA BATALLA DEL POLITÉCNICO

Entre el 21 y el 24 de septiembre se registraron algunos de los episodios más violentos del 68. Los operativos más relevantes fueron los enfrentamientos con civiles en la unidad Nonoalco-Tlatelolco y las tomas violentas de la Vocacional 7, Zacatenco y el casco de Santo Tomás.

En el reportaje de El Heraldo que mostramos en este espacio puede verse a los soldados parapetados entre los pupitres o acechando en posiciones de combate junto a civiles y judiciales que se protegen al lado de un camión durante la toma del Poli. El fotógrafo acompaña a los militares en el asalto urbano y proyecta en todo momento el punto de vista de las fuerzas armadas (Foto 26).

 

LA NOCHE DE TLATELOLCO

El movimiento estudiantil de 1968 no se reduce al 2 de octubre y, al mismo tiempo, es imposible narrar los acontecimientos estudiantiles sin mencionarlo.

El hecho documentable consiste en que la matanza marcó el fin del movimiento y tuvo repercusiones negativas en la vida política del país durante la siguiente década, cerrando la participación política para algunos sectores sociales, que decidieron incorporarse a la guerrilla, lo que terminó por fortalecer la impunidad de un gobierno que impulsó el terror de Estado a través de la guerra sucia a lo largo de los setenta.

Las portadas de los periódicos del día siguiente de la matanza constituyen un indicador importante, que nos muestra los escasos márgenes de maniobra de la prensa en esta situación límite y los parámetros de subordinación a las coordenadas marcadas por el régimen de partido de Estado. (Foto 27).

En su famoso IV Informe de Gobierno Díaz Ordaz anunció el próximo final de la revuelta estudiantil en la memoria histórica de los siguientes años e interpretó sus orígenes bajo las premisas de la conjura y el complot internacionales.

La terca realidad se ha encargado de demostrar todo lo contrario y en las siguientes décadas el régimen autoritario que caracterizó al PRI de los sesenta se desplomó para reciclarse bajo otros parámetros no menos verticales, mientras que el 68 y su impronta en la política y la cultura nacionales ha sido explorada desde los más distintos ángulos y enfoques por los historiadores y los científicos sociales.

Este artículo está basado en la investigación gráfica, publicada por Redalyc