Rebelión en urnas no puede quedar al garete. Ante nueva coalición de perdedores necesaria organización popular, dentro y fuera de MORENA
Por José Antonio Almazán González
Regeneración, 4 de julio del 2018. Ni siquiera con Fox el triunfo fue tan aplastante. Sin embargo, su 42.52% de votos fue suficiente para romper la hegemonía de 71 años del partido de Estado, la monarquía sexenal a decir de Daniel Cosío Villegas. En el 2000 la alianza del PAN con el PVEM alcanzó 224 diputados y 60 senadores. Dieciocho años después AMLO arrasó, de acuerdo con las cifras preliminares disponibles, con más de un 53% de los votos, ganando en 31 estados, salvo Guanajuato.
De acuerdo con cifras preliminares MORENA y sus aliados obtendrían una mayoría tanto en la Cámara de Senadores (70 de 128) como en la de Diputados (303 de 500), garantizándole los votos necesarios para la modificación de leyes secundarias, pero no reformas constitucionales, para las cuales se requieren dos tercios del Congreso de la Unión.
Por lo pronto el vital tema del Presupuesto de Ingresos y Egresos de la Federación es una tarea muy próxima. Recordemos que un presupuesto le da forma y expresa un proyecto de gobierno.
Para algunos, la victoria electoral de AMLO y MORENA no significa un cambio de régimen, pues a su decir los poderes fácticos siguen en manos de una minoría rapaz, la mafia del poder. Es cierto, un modo de gobernar está asentada en una correlación de fuerzas que le otorga funcionalidad y un nivel de conciencia y/o ideologia. Pero….
Precisamente por ello no puede ser minimizado el tsunami electoral de millones de mexicanos, hartos de más de 30 años de políticas públicas y malos gobiernos, lo mismo del PRI que del PAN, con sus terribles secuelas de miseria, hambre, pobreza, desempleo, inseguridad, violencia y muerte que afectó, en mayor o menor grado a todas las clases sociales, campesinos, trabajadores, clases medias, micro, pequeños y medianos empresarios.
Lo que vivimos el 1 de julio es el inicio de una rebelión pacífica que se vino gestando en las últimas décadas, particularmente en los 6 años de Peña Nieto y su larga cadena de corrupción, enconando aún más el malestar social. Ese cisma electoral no ha terminado de expresarse y sus consecuencias serán duraderas: rompiendo el caduco sistema de partidos y sus satélites; acelerando la fractura y recomposición a la baja tanto del PRI como del PAN y conformando una nueva mayoría en el Congreso de la Unión, encabezada por MORENA.
Pero esta rebelión social no se reduce a lo meramente electoral. AMLO y MORENA surgen con un enorme capital político que se pondrá a prueba en los siguientes meses, incluso antes del 1 de septiembre y 1 de diciembre, en tanto formulación de un programa de gobierno asentado en el Proyecto de Nación de la Coalición Juntos haremos historia y las propuestas que se elaborarán de aquí a la toma de posesión de la Presidencia de la República por parte de Andrés Manuel López Obrador.
En esa etapa se generará una necesaria simbiosis entre el malestar social, sus demandas y las propuestas de gobierno de AMLO.
Una parte importante de ella se reflejará en el Presupuesto de ingresos y egresos de la Federación que se elaborará en el llamado periodo de transición y será aprobado en la Cámara de Diputados.
El pueblo espera y reclama que sus principales demandas se reflejen claramente en el presupuesto público.
Habrá varios elementos claves:
El tamaño del nuevo aparato de Estado y quiénes ocuparán los puestos de la burocracia estatal y sus emolumentos. Asimismo será vital, desde el ángulo económico la significancia de los salarios y las pensiones en las políticas públicas del gobierno de López Obrador a nivel federal y estatal.
Como lo serán igualmente los montos destinados a rubros claves en el combate a la pobreza y desigualdad social, tales como salud, educación, vivienda, etc.
Los más de 24 millones de votantes de AMLO y MORENA deben encontrar los espacios políticos organizativos en MORENA.
Para ello MORENA, en tanto partido, debe abordar su necesaria reestructuración interna en el corto plazo, para cumplir de manera eficiente y eficaz su nueva etapa como partido y movimiento.
Sería un error dejar al paso del tiempo su reorganización interna pues tendrá gobernadores en 5 estados de la República, y su triunfo se reflejó igualmente en más del 91% de los 300 distritos electorales.
Esta fuerza de la rebelión ciudadana expresada en las urnas, no puede quedar al garete.
En política no hay espacios vacíos y la correlación de fuerzas histórica que le dio vida al régimen político encabezado por el PRIAN al servicio de la oligarquía en México sigue ahí y buscará su recomposición.
Por más que con “decencia cívica“ los perdedores, Meade y Anaya, hayan aceptado su derrota y de forma inédita reconocieran el triunfo de AMLO, su actitud debe mover a la reflexión; pues como lo veremos en las siguientes semanas y meses, intentarán reorganizarse y constituirse en una oposición de derecha frente al gobierno de López Obrador.
Ante esa nueva coalición de los perdedores la mejor respuesta es la organización popular, dentro y fuera de MORENA.
MORENA hará lo que le corresponde a partir de su reestructuración interna que garantice un vasto apoyo y respaldo a las políticas públicas de AMLO, pero asimismo incentivando al interior de sus filas la organización sectorial, por ejemplo, de jóvenes, mujeres, adultos mayores, pensionados, jubilados, etcétera.
Pero también desde los espacios de las luchas sociales se requerirán iniciativas que se propongan nuclear la unidad de las luchas, respetando sus autonomías internas y su independencia, bajo la premisa de que sólo el pueblo salva al pueblo y que sólo el pueblo unido y organizado puede salvar a la Nación.