Por Omar Delgado
RegeneraciónMx.- Hace unos días, el comediante Lalo (Eduardo) España, conocido por sus papeles en programas de Televisa, subió un video en sus redes sociales en donde mostraba teatralmente su arrepentimiento (nunca mejor dicho), por haber otorgado en el 2018 al proyecto encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Luego, entre suspiros de autoconmiseración e insultos al actual mandatario, terminaba su diatriba lanzando sus dardos hacia los que defienden el proyecto de la 4T. Como era previsible, el histrión, pocos días después, se dijo perseguido e insultado por sus dichos. (Ay, ¿pos qué esperabas, criatura?).
Hay, entre los odiadores al proyecto político que encabeza el actual Presidente, una categoría muy especial y particularmente hilarante: la de los arrepentidos. ¡Ay, pobrecitos! Estos hombres y mujeres presumen, a manera de argamasa argumental, la posición de que “fueron engañados”, “Creían en el proyecto”, “Consideraban que merecía una oportunidad”, para, uno, dos o tres años después, verse decepcionados como niños a los que se les presenta un arbolito de navidad vacío. Es entonces cuando se yerguen como críticos despiadados del “tirano”, del “corrupto” que los dejó fuera de las mieles del presupuesto. Sus quejas, piensan ellos, adquirirán entonces la calidad moral y la estatura discursiva de quien pudo apreciar a la bestia desde la tripa. Arrepentidos hay de todos los estratos sociales y de todas las profesiones.
Además del ya comentado Lalo España podemos enumerar, cómo olvidarla, a Lily Téllez, pero también a Gael García y a Diego Luna, a Susana Zabaleta, a Sergio Meyer y a Paty Navidad. Del lado de los politólogos, hay varios, aunque destaca la risible declaración de Dennise Dresser cuando, sin pelos en la lengua, pero sí en el grano, declaró haber votado por MORENA (jaja, le creemos). Del lado intelectual, hay muchos creadores, pensadores y académicos (que se etiquetan como) de izquierda que, repentinamente, abjuraron de su sufragio y prefirieron, en estas elecciones intermedias, votar por la ultraderecha montana del PAN, por el fascismo gluten-free de Movimiento Ciudadano o por la cleptocracia del Revolucionario Institucional (afortunadamente, al parecer, ni la mamá de los Chuchos votó por el cadáver ese llamado PRD).
Y en la vida cotidiana se encuentra uno con bastantes, casi todos hombres y mujeres bienintencionados, de clase media, que se dejan llevar más por los medios de comunicación, por las Fake news de las redes y por algunos dichos desafortunados del Presidente que por un análisis frío de la realidad. El converso siempre ha tenido gran atractivo y éxito en eso de la política. Recordemos, por ejemplo, a Saulo de Tarso, sanguinario perseguidor de cristianos, quien se tuvo que inventar todo eso de las escamas en los ojos para cambiar de bando ante el descubrimiento de que los creyentes de la cruz representaban un mercado en expansión.
Así, el ya llamado San Pablo (trompetitas para el “San” por favor”) y así convertirse en el vocero oficial de la nueva iglesia, puesto que conserva hasta nuestros días. Su coetáneo, Constantino, al ver el gran número de cristianos entre sus tropas, hasta se inventó la visión del “In hoc signo vinces” para convertirse en el Emperador (trompetitas imperiales, por favor) de Roma y pasar a la historia con letras de oro y olor a incienso.
Y acá, de este lado del Atlántico, no podemos sino recordar a Agustín de Iturbide, el cruel perseguidor de insurgentes quien, al ver que en las cortes españolas se iban a promulgar leyes que lesionaban los intereses de los criollos novohispanos, repentinamente le vio grandes virtudes a eso de ser el Padre de la Patria. Por fortuna, los insurgentes no le creyeron por mucho tiempo y terminaron por hacerle unos ombligos adicionales allá por Padilla, Tamaulipas (trompetillas para él, por favor). Y es que, los conversos, los arrepentidos, son excelentes herramientas para combatir al enemigo, pues dotan de legitimidad y, además, permiten utilizar el conocimiento que tienen en contra del adversario.
Por otro lado, y eso bien lo supieron en la España del siglo XVI, no hay más rabioso combatiente que el arrepentido que intenta convencer a sus ahora pares de la sinceridad de su cambio: los inquisidores más inflexibles, se dice, eran antiguos judaizantes que intentaban hacer olvidar su pasado. Por ello no es raro encontrar que los enemigos más rabiosos de la 4T son, justamente, comunistas desilusionados y socialdemócratas que fueron dejados de lado, hombres y mujeres que, además de intentar convencer de su sinceridad, buscan su acomodo en el que, consideran, será el régimen que sustituirá al de la 4T.
Quizá por ello, y regresando a las historias bíblicas, la del Hijo Pródigo es tan poderosa: el morro que se va de casa a vivir aventuras y dilapidar la hacienda paterna es tratado como un rey cuando regresó al seno paterno, mientras que el hijo fiel, el que se quedó a sudar para cuidar el patrimonio familiar, se queda con un palmo de narices. Lo que el padre no le explica al hijo bueno y sonso es que, finalmente, el hijo pródigo es el que valida su posición, el que, en el fondo, le es más útil, ya que le da la razón ante el mundo. El arrepentido es, además, ejemplo para otros titubeantes que quizá quieran abandonar el barco y que, al ver cómo son recibidos con los brazos abiertos por la otra facción, se decidan a saltar al agua.
Así que, a los Claudios X. González y a los Gustavos de Hoyos les encantará seguir recibiendo estos conversos, aunque sea para utilizarlos mediáticamente y luego desecharlos en el mueble de los juguetes viejos. Y pues, habrá más de ellos, pues el hambre es cajina.
* Narrador, editor y ensayista mexicano. Licenciado en Creación Literaria por la UACM y Diplomado en Literatura Fantástica por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Autor de cuatro libros, obtuvo el VIII Premio Internacional de Narrativa Siglo XXI-UNAM-COLSIN 2010.
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