Por Melissa Cornejo
Regeneración Mx, 08 de diciembre de 2021.- La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, (FIL) fue fundada en 1987 por iniciativa de la Universidad de Guadalajara. Desde entonces, ha sido punto de encuentro entre lectores y escritores, y según cifras publicadas en la página oficial de la feria, cada año la visitan más de 828 mil personas y deja en la ciudad una derrama económica que supera los 330 millones de dólares.
Aprovecharé este texto para, en un acto de honestidad, analizar los claroscuros que matizan este evento, porque si bien ha sido instrumento de las cúpulas conservadoras para atacar los movimientos sociales, y en este caso, al Gobierno Federal, no sería justo de mi parte desestimar la labor titánica que los escritores y editoriales independientes realizan con la finalidad de acercar la literatura a los jóvenes.
Por una parte, tenemos datos muy reveladores como los invitados recurrentes a las conferencias estelares, entre ellos: Enrique Krauze, Mario Vargas Llosa, Héctor Aguilar Camín y Francisco Martín Moreno, que no sólo son abiertamente opositores a este gobierno, sino que sus conferencias poco abonan al propósito de una feria de libro: promover la lectura y despertar el interés de los asistentes, y parecen más una extensión de sus perfiles de Twitter donde con mentiras atacan a la administración actual a la menor provocación.
Por otro lado, el presidente de la FIL, Raúl Padilla, ha sido señalado en repetidas ocasiones –incluso por el presidente Andrés Manuel López Obrador– de dominar por más de treinta años la Universidad de Guadalajara y de utilizar la feria para aglutinar al bloque conservador de México y darle plataforma, además de obtener beneficios económicos y utilizar recursos públicos para consentir a sus invitados, mientras más del 60% de aspirantes a la Universidad queda fuera, por mencionar tan sólo una de las problemáticas que aquejan a la UdeG.
Sin embargo, y en absoluto contraste, me parece justo mencionar la enorme labor que realizan cada año las editoriales independientes, pues no sólo pagan decenas de miles de pesos por un stand pequeño y en los pasillos con menos tráfico de toda la feria –lo que los pone en franca desventaja frente a las editoriales más reconocidas–, sino que año tras año demuestran su compromiso con la promoción de la cultura y la lectura al incluir en sus publicaciones a jóvenes escritores y escritoras, al mantener sus precios bajos pensando en la economía de los asistentes, y al proponer diversas actividades culturales en el marco de la Feria Internacional del Libro.
Si algo podemos rescatar de esta polémica feria es que, a pesar de todo, nos brinda la oportunidad de tejer redes culturales que sostendrán a las nuevas generaciones de lectores y escritores, y que ahí, en los pasillos más solitarios y escondidos, se nos ofrece una oportunidad para resistir: la editorial independiente, el librero que no se deja intimidar por los monstruos editoriales, y los escritores que se abren paso a codazos entre los intelectuales que por tantos años han acaparado los reflectores y los recursos.
La única forma de ganar esta batalla es construyendo un frente amplio de lectores y haciendo del libro nuestra arma más poderosa.
Sigue a Melissa Cornejo en Twitter como @melishcs
Las aristas de la FIL Guadalajara: ¿Para qué otra feria del libro?