En un relato más de pesadilla, esta es la historia de un campesino que murió misteriosamente y se lo anunció a su familia con un extraño suceso. Algunos aseguran que tenía un pacto con el diablo.
Por Luis Orlando Montane
RegeneraciónMx, 02 de marzo de 2022.- En esta ocasión tengo otro relato de pesadilla basado en un hecho real, compartido por un gran amigo colombiano. En las redes sociales como YouTube, Facebook, Twitter, Tik Tok y WhatsApp hay varios amantes del terror y lo paranormal. Específicamente en WhatsApp hay grupos en los que se comparten cientos de historias de miedo, ya sea de creadores de contenido o de la misma audiencia que cuenta sus experiencias, como el escritor Alex Moralex, cuyos relatos puedes escuchar en su cuenta de Facebook. Hoy te contaré uno de ellos:
La muerte del campesino
Derechos de autor : Alex Moralex Gómez
Pasó en mi pueblo ubicado entre montañas de gente trabajadora muy creyentes de Dios, pero lo que vivieron en esta ocasión los marcó para siempre. Casi todos los habitantes quedaron horrorizados… Esta es la versión de una joven.
Era domingo, como entre 8 y 9 de la noche. Mi madre, mi hija y yo estábamos organizando algunas cosas para irnos a dormir cuando escuchamos que el perro gruñó afuera de una manera diferente, como cuando se acercaba un extraño a nuestra casa, algo que sucede muy pocas veces por estos lugares, ya que vivimos lejos del pueblo y de la carretera principal.
Entonces, salimos las tres a ver que pasaba, pero sólo vimos llegar a mi padre, un campesino común, caminando sin la mula que tanto quería (nuestro transporte eran las mulas y una yegua ya vieja) y totalmente seco a pesar de que acababa de caer una lluvia fuerte y aún seguía lloviznando. Mi papá nos saludó como de costumbre y, aunque nosotras sabíamos que siempre llegaba los domingos en la noche muy tomado, esta vez estaba fresco como una lechuga.
El perro estaba dentro de un canasto para coger café y le gruñía con recelo a mi papá, lo que nos pareció bastante extraño, ya que ese perro lo adoraba. También notamos algo extraño en la forma de hablar de mi padre: se dirigió a nosotras en un tono pausado, no tan eufórico como lo hacía siempre. Lo veíamos diferente, pero no podíamos especificar qué era lo que lo hacía notar así.
De pronto nos dijo que abajo, donde está el paso de ‘la quebrada’, al lado de un roble grande, estaba un hombre (otro campesino) muerto junto con una mula. Quise preguntar algo porque no entendía nada, pero mi papá levantó su mano para interrumpir mi pregunta y continuó. Dijo que la mula se había asustado con un trueno y tumbó al hombre haciéndolo que se golpeara en la cabeza y muriera. La mula también estaba muerta. Mi padre dijo que nos quería y salió camino abajo, mientras el perro le gruñía con miedo y rabia.
Nuestra confusión fue muy grande pues era lo más raro que habíamos vivido. Igual nos arropamos y subimos a llamar a un hermano de mi padre que vivía más algunos terrenos más arriba para contarle lo sucedido. Nos miró con extrañeza, como diciendo ‘estas enloquecieron’, pero aun así nos acompañó a donde mi padre había dicho que estaba el cuerpo: era él, era el cuerpo de mi padre.
Lo hayamos con la cabeza destrozada por el golpe que se dio y la mula también estaba muerta, pero sin golpes aparentes. Lloramos y nos horrorizamos por la situación. ¿Cómo un muerto puede anunciar su muerte? Entonces, entre todos, cogimos el cadáver y lo llevamos a casa. Mientras subíamos sentíamos el silbido muy peculiar de mi padre, como si viniera detrás de nosotros, pero en un momento miré para atrás y lo vi ahí, caminando. Se los juro, queridos lectores, él estaba ahí y me sonrió.
El lunes, mientras alistamos el cuerpo y todo para llevarlo al pueblo, no sólo yo lo vi de nuevo, también mi madre y mi tío teníamos los nervios de punta. Algo no estaba bien.
Ya en el pueblo estaba todo listo para el velorio. Lo metimos en el ataúd y alguien entonó una oración. En este momento todo se volvió un caos: la sala se llenó de frío y un viento tenebroso; el ataúd se movía con peligro de caerse; el viento tumbó todas las lámparas y las destrozó; también destruyó los ramos de flores y la gente gritaba y corría.
De un momento a otro mi hija de 12 años se puso rígida y habló en una voz extraña. Muchos dicen que era la voz de mi padre, pero yo no lo podría asegurar. Mi hija nos pedía que no rezáramos y que no lleváramos a mi padre a la iglesia, que él estaba vivo y que se estaba quemando, que lo ayudáramos. Todo mundo huyó y la sala volvió a ser un huracán. Todo volaba.
Después de esto no volvimos a rezar, porque cada vez que lo intentábamos pasaba lo mismo. Al día siguiente, cuando entramos a la iglesia pasó algo similar, pero esta vez habló por medio mío. No puedo decir qué dijo o qué dije, porque no lo recuerdo. Los que me vieron aseguran que decía que no entráramos a la iglesia, que lo ayudaran, que no le hicieran ese mal, que se estaba quemando.
No pudimos entrar con mi padre a la iglesia y el sacerdote, entre aterrado y sorprendido, celebró la misa en la entrada del lugar. Fue una liturgia acompañada del huracán y gritos emitidos por mí y mi hija con la voz de mi papá. Cuando le echaron agua bendita, el ataúd empezó a vibrar y fue a dar al suelo. Todo fue miedo y llanto por lo que estaba pasando. El sacerdote prácticamente corrió dentro de la iglesia y dijo que nos lleváramos pronto a ese campesino.
Todos, en camino al cementerio, comentaban lo que pasó. Se podría decir que el pueblo entero iba con nosotros, porque ya se había regado el cuento de que estaban enterrando al demonio. Cuando el carro fúnebre traspasó la puerta del cementerio se apagó y no hubo manera de volver a hacerlo funcionar. Los hermanos de mi padre cogieron el ataúd entre las manos, pero no eran capaz de moverlo, ni ellos ni ningún hombre.
Sin saber qué hacer mandamos llamar al sacerdote, pero éste no nos había querido acompañar al cementerio. A regañadientes llegó y roció agua bendita en el féretro, pero el ataúd prácticamente saltaba y huía del agua. Volvió la voz a hablar por medio de mi hija, decía que no lo martirizaran, que no podía entrar en campo santo. Lloraba y suplicaba que lo dejaran en paz, que él estaba vivo.
Con mucho esfuerzo y mucha agua bendita, logramos subirlo al lado de las bóvedas, pero a cada momento volvía el huracán y el ataúd quería caerse de las manos de quienes lo llevaban. Cuando lo fuimos a dejar en la bóveda volvió y habló por medio mío y, según me cuenta, dijo que no le hicieran eso, que se estaba quemando, que lo ayudaran, nos insultaba y a la vez imploraba.
Créanme que en varias ocasiones abrimos el ataúd de mi padre ‘el campesino’. Queríamos ver qué era esto tan extraño y el cuerpo estaba como lo habíamos puesto. Nada había cambiado, no se movía.
Logramos enterrarlo. El sacerdote tomó algunas pertenencias y algunos dicen que las mandó al vaticano para saber qué fue lo que sucedió. Otros dicen que esperarán cuatro años para ver que pasó con el cuerpo. Yo no podría decir que tengo una explicación, pero los amigos de mi padre aseguran que él tenía un pacto con el diablo y que, aunque era un campesino humilde, nunca le faltaba dinero en el bolsillo y cada que salían a beber con él, siempre era quien pagaba la cuenta. En casa nunca nos faltó nada, pero no podría decir que era adinerado.
Después del entierro muchos por la región donde vivimos dicen haberlo visto, algunos hasta aseguran que les habla. Esta es mi historia y es real aunque parezca extraño.
¿Qué te pareció esta historia? Estoy seguro que te gustó. Sólo me queda decirte que nos vemos hasta el próximo relato de Pesadilla.
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