Por: Federico Julián, politólogo por la UNAM
Con el proceso electoral de 2021 en puerta, los partidos políticos se apresuran a presentar a quienes competirán para renovar alguno de los miles de cargos que se encuentran en disputa este año.
En esa vorágine de presentaciones y destapes, es de llamar la atención la cada vez mayor participación de personajes que vienen del medio del espectáculo o del deporte.
Y vale ser claros en esto, como ciudadanos tienen todo el derecho a participar, de hecho en una sociedad ideal lo mejor sería que personas de todas las profesiones y actividades participaran de la discusión publica, del ejercicio de cargos y de la política en general, no sólo por que sea un derecho consumado en la constitución, sino por que esa es la cualidad principal de la democracia, la participación de las diferencias existentes en la sociedad.
Pero México esta muy lejos de ser una sociedad ideal. La participación de estos personajes refleja mucha de las carencias de los partidos políticos en la actualidad. Más allá de sus historias personales, chismes y escándalos, valdría la pena preguntarnos ¿qué significa este fenómeno más allá de la anécdota de revista, de la vida intima y los escándalos y expresiones de dichos personajes?
Es necesario ver más allá de las candidaturas individuales y preguntarse: ¿Qué necesidad tienen los partidos políticos para postular a semejantes personajes? Claramente representa una confirmación del sentir mayoritario sobre la carencia de legitimidad de los partidos, que ha sido cultivada a lo largo de los años. Ante la falta de una buena carta de presentación la necesidad de recurrir a personas famosas resulta atractiva y lo es, dado que representan a alguien conocido y con mayor legitimidad popular para poder ganar unos cuantos votos que en comparación con sus desgastados cuadros y personajes representa ya una ligera ventaja en términos de la competencia electora.
Pero hay que ir más allá en lo que significan dichas candidaturas, es ahí donde me parece que se vuelve sintomática la situación una crisis mucho más profunda. En primer lugar permite observar que los partidos han fracasado en formar cuadros dignos de disputar los cargos de elección popular. Un fracaso grave, pues ¿si no son ellos quien será? Y esto probablemente tenga que ver con el hecho de que por años los partidos han reciclado aspirantes y candidatos a la gran diversidad de puestos, sin presentar diversidad ni novedad alguna, no hay relevos generacionales más allá de parientes cercanos.
Todo lo anterior ha derivado no sólo en la carencia de rostros nuevos sino en la ausencia de ideas nuevas y por lo tanto de propuestas nuevas.
En segundo lugar, y es lo que me parece más grave, el hecho de que cualquier personaje conocido, medianamente popular, pueda llegar sin mas a una candidatura significa la carencia absoluta de proyectos políticos que vayan más allá de ganar cargos de representación popular. Es sintomático lo que dice Paquita la del Barrio, “no sé a qué vengo”.
Se agradece la honestidad, pero vale preguntarse: ¿entonces para qué se postula? Y es verdad, cómo ella dice, hay alguien atrás. ¿Por qué no se postulan ellos? ¿Cuáles son sus rostros, valores, pensamientos o ideas? ¿No será más bien que lo anterior confirme el sentimiento popular de que “los políticos” viven de la política?
Por qué al final del día, ¿cuál es la visión que tiene Lupita Jones sobre Baja California Sur, o Kiko sobre la ciudad o el Estado de Querétaro? ¿Qué ideas le puede aportar Alfredo adame a la política mexicana?
Y eso es precisamente lo grave. El hecho de que los partidos recurran a estos personajes, solo demuestra la debacle interna de sus cuadros, su nula capacidad para generar un análisis de nuestro tiempo y por lo tanto soluciones a los problemas que aquejan a la sociedad Mexicana.