El hambre en Tabasco

Por Fernando Vázquez Rosas* La noticia hace unas semanas de suicidios colectivos por hambre en la sierra tarahumara encendió todos los focos rojos en el país. Según la versión, las indígenas que no tenían comida para sus hijos entraban en una profunda tristeza y terminaban por tirarse al barranco.

 

El sólo pensar que fuese cierto estremeció la conciencia nacional y la nota dio la vuelta al mundo. Aunque las autoridades de Chihuahua y el gobierno federal acudieron a los medios para decir que no era verdad, de todos modos se activaron redes de solidaridad y aún ahora hay instalados centros de acopio para enviar comida a aquella región. La propia administración de Felipe Calderón lleva víveres.

La versión oficial para justificar el envío de alimentos a la sierra no es por los suicidios sino por la sequía que azota la zona, que ha dañado la producción apenas suficiente para el autoconsumo. Más allá de si es cierto o no el sacrificio colectivo de los indígenas, la realidad es que hay hambre en aquel lugar.

En Tabasco también hay hambre, situación insólita en una entidad que llegó a ser llamada “el Edén del Trópico” y de donde se extrae el petróleo que es palanca de la riqueza nacional pero también donde la tierra es fértil y es abundante el agua. Vaya, hay todo para producir alimentos.

Pero decir simplemente que en Tabasco hay hambre es insuficiente. Hay que plantearlo con total precisión: Tabasco es la segunda entidad con más problemas de hambre en todo el país.

Según los últimos datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), en Tabasco el 57.2 por ciento de la población vive en la pobreza, lo cual representa más de un millón 280 mil personas. Más de la mitad del total de habitantes.

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Pero específicamente el 33.3 por ciento de la población (casi 750 mil personas) tiene carencias por acceso a la alimentación, es decir, que la suma de todos sus ingresos no les alcanza para obtener ni siquiera una canasta básica alimentaria. Esto significa que una tercera parte de la población tabasqueña sufre hambre.

A nivel nacional la población con problemas de acceso a los alimentos representa el 24.9 por ciento del total de habitantes. Por entidad federativa, Guerrero ocupa el primer lugar (42.6%  de la población) y le sigue Tabasco en segundo sitio nacional (33.3%).

La tercera entidad con más problemas de hambre es el Estado de México, donde el 31.6 por ciento de la población padece esta situación. Le siguen Campeche (31.1%), Chiapas (30.3%), San Luis Potosí (30.1%), Hidalgo (29.0%), Michoacán (28.8%), Puebla (27.4%), Oaxaca (26.6%), Veracruz (26.5%), Sonora (26.0%) y Baja California Sur (25.9%).

En orden descendente continúan Zacatecas (24.8%), Sinaloa (24.4%), Tlaxcala (24.3%), Guanajuato (23.7%), Nayarit (23.5%), Jalisco (22.1%), Morelos (22.0%), Quintana Roo (21.7%), Querétaro (21.4%), Yucatán (21.4%), Coahuila (20.8%), Aguascalientes (20.2%), Durango (20.1%), Colima (19.8%), Chihuahua (17.7%), Baja california (16.6%), Nuevo León (15.7%), Distrito Federal (15.5%) y Tamaulipas (13.8%).

No está de más apuntar que Tabasco ocupa el primer lugar con hambre en la región sureste y que padece este problema en muchas mayores dimensiones que otras entidades con antecedentes históricos de pobreza como Oaxaca, Chiapas, Veracruz o Hidalgo.

La riqueza natural tabasqueña y en específico la riqueza petrolera dejan ver que algo siniestro ha ocurrido en la entidad que ha impedido generar un mínimo de bienestar en términos de igualdad para toda la población. Contrastan los autos de lujo y algunos sitios exclusivos en el estado con el índice de hambre en Tabasco. También contrastan con esa realidad los bonos de fatiga, los aguinaldos oficiales suntuosos y las nuevas residencias de algunos funcionarios estatales.

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El hambre que ahora padece una tercera parte de la población tabasqueña también hace señalar que ha sido insuficiente el quehacer de las dependencias federales encargas de evitar esta situación y lleva a cuestionar por qué el gobierno estatal desapareció los pocos programas sociales que había emprendido.

Las inundaciones han agravado la situación pues tierras que nunca se iban al agua ahora viven esta situación y cada año, cuando ni siquiera se han recuperado del daño anterior, les vuelve a llegar la creciente. Igual que en la tarahumara, muchos tabasqueños pierden así su producción y sus animales de corral indispensables para el autoconsumo. Allá es la sequía, acá la inundación.

Por eso suele tener tanto éxito la repartición de despensas. Y hay políticos que literalmente lucran electoralmente con esa situación. Pero más allá de esos oportunismos de temporada hay que decir que ante el hambre de la gente no hay discurso que valga, avance científico que importe, sensibilidad que resista el ardor en el estómago. Con hambre llega la desesperación. Y si es colectiva entonces la desesperación es preludio del caos.
FUENTE: Coneval
(Publicado en La Verdad del Sureste, lunes 13 de febrero de 2012)
@fer_vazquezr y en http://jahuactal.blogspot.com

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